Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Al avanzar el proceso electoral con rumbo a la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión, 9 gubernaturas y centenares de diputados locales y presidentes municipales, la violencia se ha desatado en diversas partes del país y se corrobora que el crimen organizado está posicionado sin que las autoridades federales y estatales sumen esfuerzos para su contención.
Hace cinco días, la comisionada policial en Pátzcuaro, Cristal García Hurtado, fue asesinada y junto con sus dos escoltas (mujeres) decapitada. El pasado jueves, se registró un enfrentamiento entre grupos criminales en Badiraguato en donde cuando menos tres malandros murieron y dos de ellos decapitados.
Años atrás, las primeras cabezas de cuerpos humanos que fueron exhibidas, ocurrió en Acapulco. Las colgaron en el enrejado de la Presidencia Municipal. Después cambió el modus operandi por desmembramiento de cuerpo y embolsarlos. Más tarde, inició colgar a quienes asesinaban los criminales, hayan sido enemigos o civiles que fueron confundidos.
Ahora regresan las decapitaciones, los secuestros masivos, los ataques a los bares, antros, salones de fiesta.
Se descompone más el país.
Y la reacción gubernamental en cuando menos dos niveles: federal y estatal, ha sido minimizar los hechos.
Estados como Guerrero, Veracruz, Sinaloa, Sonora, Guanajuato, Baja California, Estados de México, Morelos, Zacatecas, Tamaulipas, Oaxaca, Chiapas, San Luis Potosí, Nuevo León, Jalisco y Michoacán, sobresalen por el alto índice de violencia. Ejecuciones, extorsiones, secuestros, coro de derecho de piso, asalto en carreteras, bloqueo de autopistas y caminos federales.
En la presentación matinal de los monólogos de Macuspana, se minimizan los hechos y se sostiene la información de los “otros datos”. La titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (Federal) y los secretarios de la Defensa Nacional y la Armada-Marina de México comparecen constantemente para informar que “se ha reducido el número de homicidios dolosos” y se niegan a reconocer lo que, en el informe del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Nacional, los números no cuadran con los que presentan en las pantallas instaladas en el Salón Tesorería, desde donde se pontifica cotidianamente.
Lo ocurrido la madrugada de ayer viernes en Culiacán, fue algo no visto. El secuestro de 4 familias completas. E. gobernador Rocha Moya se encoge de hombros y refiere: “eso pasa a veces”.
Sinaloa, en apariencia, estaba en calma. Revelaba un posible pacto entre el mayor cártel y los cartelitos. Sin embargo, esa calma chicha que precede a la tormenta, se agotó y de pronto aparece la violencia.
Los habitantes de la capital de Sinaloa, los conocidos culichis que no callan nada, susurran, porque decirlo en voz alta puede costar la vida, que el CJNG irrumpió en Sinaloa y sorprendió a Los Chapitos.
De ser cierta la especie, las medidas que se deben tomar tienen que ser radicales.
Un enfrentamiento abierto entre los dos cárteles más poderosos de México y cuyas operaciones se extienden en cuatro continentes, provocará, eso sí, un baño de sangre.
Ambas organizaciones criminales cuentan con arsenales que, en opinión de los expertos, supera al del Ejército, la Guardia Nacional y la Marina.
No obstante los hechos documentados, en Palacio Nacional se insiste en que la no-estrategia contra el crimen organizado está funcionando y se han reducido los homicidios dolosos, ejecuciones, pues, que resultan de los choques entre los propios malandros.
El presidente López atribuye todas las acciones de intimidación a sus adversarios, los conservadores, que están desesperados porque no tienen posibilidad de ganar.
Difícil de creer la hipótesis.
Más bien parecería la preparación de una tierra que se seca y se abona para que vuelva a ser productiva. Sí, Morena muestra los efectos de la sequía.
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