Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
De ninguna manera es novedad.
Todos aquellos que han gobernado México, con alguna honrosa excepción que podría haber sido Ernesto Zedillo Ponce de León, han pretendido que lo realizado en su sexenio continúe.
Así pasó con los que “hicieron la revolución” -de los militares se tiene escasos registros de sus bajas; de los civiles se estima que murieron cerca de un millón- que impusieron a sus sucesores. El continuismo se inició con Álvaro Oregón y finalizó con Manuel Ávila Camacho.
Ya en el civilismo, no son pocos los que han tenido la tentación de que el sucesor haga lo que el antecesor. Quizá el caso más conocido, y no por ello el único, haya sido el del relevo de Luis Echeverría Álvarez que supuso, sinrazón democrática alguna, que José López Portillo sería su títere. Aunque lo conocía de años y viajaron juntos a Chile en sus años de estudiantes, pareció olvidar el carácter de su amigo.
Su injerencismo en el gobierno sucesorio, orilló a la publicación de un desplegado en el que se copió la frase atribuida a Julio César: ¿también tu Luis”. La del emperador se la dirigió a Bruto en el momento de ser asesinado. Ahora se utiliza para señalar la traición.
Ernesto Zedillo se sacudió a Carlos Salinas de Gortari quitándole los alfileres a la economía y generando la mayor devaluación registrada. El resultado del rompimiento fue una falsa huelga de hambre y el autoexilio a Dublín, que en aquellos tiempos no tenía tratado de extradición con México.
El contexto tiene que ver con la exclamación del presidente López -no Mateos, el actual- quien durante la conmemoración del 86 aniversario de la expropiación petrolera, dijo: “Nada de cerrar refinerías” y luego recordó su decálogo en materia de hidrocarburos.
Sabemos y bien que su ambición de poder -una enfermedad que padecen los dictadores “democráticos” y que afecta a Vladimir Putin- lo lleva a establecer los parámetros en los que se debe mover su corcholata cuando -si es que ocurre- gane la elección presidencial.
El paquete de iniciativas presentadas al Congreso de la Unión vía la Cámara de Diputados, si en algún momento se aprueban, serás de obligatorio cumplimiento. Como se espera, las reformas constitucionales se quedarán para la próxima legislatura federal. Sin embargo, ahí están las líneas que deberá seguir su candidata. Porque si gana Xóchitl Gálvez, el proyecto será otro en cuanto a Pemex que mantendrá el estatus de Empresa Productiva del Estado, pero será realineada hacia la producción de energías limpias. El anuncio de cerrar las refinerías de Cadereyta -Nuevo León- y la de Ciudad Madero -Tamaulipas- generó estupor en Palacio Nacional desde surgió la réplica. El presidente no estará en la boleta, porque no es candidato y sí jefe de la campaña.
Hay que imaginar la derrota. Difícil, pero todo es posible. ¿Por qué tendría obedecer la opositora y no cerrar las contaminantes refinerías?
De acuerdo con los datos reales, no los otros, la refinería de Azcapotzalco cerró de manera definitiva en marzo de 1991.
El argumento oficial para la decisión, fue consecuencia para detener el deterioro progresivo del medio ambiente y la calidad de vida en la zona metropolitana de la Ciudad de México, que por esas fechas presentaba altos índices de contaminación ambiental.
¿No estamos peor que cuando estábamos mal?
En Palacio Nacional no les entra en la cabeza que las energías limpias son el futuro del planeta y todavía defienden, hasta con las uñas -y mire que las tienen largas- el viejo esquema petrolero. En su “decálogo” en la materia, el señor López presume de casi alcanzar la autosuficiencia en gasolinas y diésel por lo que se han dejado de importar: Falso. Afirma que se recuperó la producción. Falso.
En fin, el vicio del continuismo gubernamental es contagioso.
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