Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Buscar y encontrar pretextos para desairar y hasta retar a los socios comerciales que hacen funcionar la economía mexicana, es otra de las especialidades de huésped temporal de Palacio Nacional.
Hace unos días había anunciado que si no hay trato respetuoso de los gobernantes de Estados Unidos y Canadá no asistiría a la Cumbre de Líderes de América, a celebrarse en abril en Quebec.
Se irritó porque, coincidencia o no, justo cuando se publicaron los reportajes que señalaron con pelos en la mano -perdón por lo coloquial- la presunta financiación de grupos criminales a las campañas electorales de 2006 y 2018, Estados Unidos y Canadá apretaron las tuercas en asuntos comerciales.
La publicación de los reportajes lo irritaron y exigió, sí, exigió una disculpa que proviniera de la Casa Blanca. Se quedó esperando. Lo más que hicieron los portavoces fue decir que el gobierno no investigaba al presidente mexicano. No, las que investigan son las agencias que, allende la frontera norte, sí cumple su cometido y ejercen su autonomía. No esperan, como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a cargo de la señora Roca -sinónimo de piedra grande-que, en lugar de servir a la sociedad y ser un contrapeso del poder político, se ha convertido en títere de Palacio Nacional y ahora hasta funciones electorales pretende realizar. Claro, todo con mirar a brindar apoyo a la corcholata oficial que no levanta el vuelo ni con respaldo de Eolo.
Desdeñar la participación en una cumbre que sirve para abordar temas relacionados con los tres países, no solo en materia comercial sino política, económica y de cooperación trilateral, muestra dos elementos: soberbia y temor.
Soberbia porque siente haber sido agredido y afectada su “calidad moral y sus principios” y porque gobierna un país soberano, en el que cuenta con el respaldo del pueblo.
Temor porque, probablemente lo sabe y con precisión, que podrían tenderle una trampa y hacerlo pagar por sus presuntos nexos criminales.
Hasta donde hay memoria, solamente acudió al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, APEC realizada en San Francisco, California, en noviembre pasado y cuya presencia fue virtualmente ignorada, mientras a Dina Boluarte se le trató con deferencia y le fue entregada la presidencia pro tempore de la organización, misma que se negó a entregar el mexicano por el encarcelamiento de su amigo, Pedro Castillo.
En la foto oficial del evento, Dina Boluarte, se encuentra en primera fila al lado del presidente Biden, en tanto el mexicano está en la fila de atrás en donde apenas se visualiza.
No ha participado en ninguna reunión del G-20; tampoco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP. Ni siquiera acudió a la ONU durante los periodos de sesiones cuando participan los Jefes de Estado. Hace años, Fidel Castro estuvo presente ya vestido de civil.
¿Por qué le teme ir a reuniones trascendentes?
Las hipótesis se multiplican y sobresale la del temor a ser ignorado por quienes, en realidad, tienen poder económico, bélico y pesan en la geografía de la globalidad.
Quizá su ausencia de los foros multilaterales pase inadvertida porque frente a la presencia de verdaderos líderes, es uno más y con mínima respetabilidad.
Sin embargo, en tratándose de los socios comerciales con los cuales México salva su economía, cancelar la asistencia a la Cumbre de Líderes del Norte no solo es un desaire. Es un reto que se interpreta como su forma personal de “mandar al diablo a los que no respetan la investidura presidencial”.
La excusa no es válida. Porque está al frente de la campaña electoral y no quiere que nadie se le salga del huacal. Sabe que sin estar en la boleta, la candidata del oficialismo difícilmente “arrasará en las urnas” y en una de esas se lleva la derrota a cuestas.
Vaya forma de buscar respeto.
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