Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Todo lo que comienza, termina. No siempre del todo bien.
Este es el caso de la LXV Legislatura federal, que culminará legalmente su gestión el 31 de agosto, aunque en la realidad desde el día 28 se apersonan los sucesores o bien se quedan los de ahora en elevado porcentaje. Los que se reeligen tendrán el mismo escaño o curul; los que se cambian de Cámara, conocerán los mullidos sillones del Senado y viceversa. Los que llegan a San Lázaro, algunos ni siquiera conocen el Salón de Sesiones. Más allá de nimiedades, los trascendente es el cúmulo de trabajo pendiente y, por razones de política-electoral, tendrán preferencia las 20 iniciativas enviadas por el huésped temporal de Palacio Nacional el 5 de febrero.
Se trata de hacer ruido. Ignacio Mier Velasco, coordinador de la bancada de Morena, Carlos Puente Salas, del PVEM y Alberto Gutiérrez, del PT, han echado toda la carne al asador para que en las 9 sesiones que le quedan a la legislatura -salvo que decidan aumentar el número, pero el 9 es el contemplado en el calendario legislativo- se antoja difícil que todas lleguen a contar con dictamen para ser subidas al Pleno.
Sin embargo, todo es posible en los tiempos de la cuatroté.
¿Cuál es la prisa por dictaminar y discutir en el pleno sabiendo que en tratándose de reformas constitucionales el oficialismo no tiene los votos?
Es verdad, el esquirol fosfo-fosfo, ya anunció que Movimiento Ciudadano acompañara -así, con ese vocablo-once de las 20 iniciativas enviadas por el presidente López.
Las que quedarán para dormir y despertar en la siguiente legislatura, están cantadas: el traspaso de la Guardia Nacional a la Defensa Nacional; la reforma electoral que afectaría directamente al Instituto Nacional Electoral INE) y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y que eliminaría los 200 diputados de representación proporcional, entre otros asuntos, la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI): la reforma al Poder Judicial de la Federación que pretende que los ministros, magistrados y jueves federales sean electora por el “pueblo”; la reforma al Sistema de Pensiones, como está planteada y que, de palabra, se ha dicho que solamente se tratará de las pensiones de los trabajadores y beneficiarios del IMSS y del ISSSTE y utilizar los 18 mil kilómetros de vías para trenes de pasajeros.
Estas, como dicen los obreros: no pasarán.
Las otras, quizá por su sentido social, recibirán el visto bueno.
El trasfondo del asunto, es que las que se quedarán en la congeladora, rearmarán la bodega político-militar del huésped temporal de Palacio Nacional que utilizará la negativa del bloque de contención de aprobar las reformas que benefician al “pueblo”.
Dirá, porque lo trae escrito en la frente: los opositores no quieren que ayude al pueblo… quieren regresar al poder para continuar con la corrupción, para que los jueces actúen en favor de los delincuentes… para que se gasten miles de millones de pesos en órganos autónomos.
Será una repetición de todo lo que ha dicho durante los últimos 3 años. La diferencia son los tiempos.
Ahora estamos en los electorales y para abril solamente quedarán 31 días de campaña y, conforme avance el reloj, el presidente está consciente que el “arroz no se ha cocido” y está hecho una melcocha.
Será el último tiempo en que podrá utilizar ilegalmente hidrógeno para que la corcholata se mueva y la cuatroté se quede.
Se acaban las dos legislaturas de un sexenio y los congresistas del oficialismo quieren regalarle al jefe de la banda… presidencial, las herramientas que lo empoderen y tenga oportunidad de pasar a la historia como el “luchador social” que venció a las oposiciones.
¡Pamplinas!
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