El muy bien informado Seymour Hersh comenta que los hutíes constituyen «unos revolucionarios chiítas» difícilmente detectables. Cita al profesor Bernard Haykel de que los hutíes tienen un «programa revolucionario» como el Vietcong y adelanta que en esta nueva guerra de Biden no habrá invasión de EEUU a Yemen después de haber perdido en Ucrania.
El icónico investigador estadunidense Seymour Hersh diseca «los costos políticos de las guerras de Biden» que se han convertido en su «principal lastre» cuando todo indica que tendrá de nuevo como adversario al revigorizado Trump.
Salvo un accidente de ruta, Hersh predice el contundente triunfo de Trump, al unísono de una mayoría republicana en la Cámara y el Senado, mientras a Biden lo han erosionado «una serie de errores en su política exterior que provienen de su ignorancia y su rusofobia visceral».
Entre los notables errores de Biden se encuentra su apoyo incondicional a Israel cuando ni siquiera ha podido conseguir un cese al fuego, lo cual ha erosionado el apoyo de la base del partido Demócrata que protesta en las calles el «apoyo de EEU a la guerra de Israel» que, por cierto, no ha dado los resultados esperados ni publicitados.
A los errores previos de Biden –desde su humillante retirada en Afganistán, su prácticamente derrota en Ucrania y su disfuncionalidad en la guerra de Israel contra la guerrilla sunnita palestina de Hamas–, ahora se agrega su aventura en el mar Rojo, donde confronta sin eficacia tangible a los «hutíes, revolucionarios chiítas cuyas plataformas móviles de lanzamiento son fácilmente ocultadas y no han podido ser eliminadas» por los bombardeos aéreos y marítimos de la dupla anglosajona de EU y Gran Bretaña, según Hersh.
El investigador Hersh cita un ensayo de 2021, de Bernard Haykel, profesor en Princeton, quien corrige a quienes «en forma errónea» juzgan a los hutíes «como meramente una fuerza manipulada por Irán, similar al Hizbulá» del Líbano.
Según Haykel, los hutíes son «efectivamente aliados cercanos a Irán, pero ostentan una distintiva ideología más radical para transformar a la sociedad» cuando su «programa revolucionario puede ser comparado al Vietcong».
Hersh rememora cómo el Vietcong llevó a la debacle a Washington en Vietnam e Indochina.¿Llevará el grupo guerrillero Ansarolá —el «nuevo Vietcong del Medio Oriente— a Biden a su derrota electoral en noviembre?
Hersh adelanta 2 puntos: 1) «No habrá invasión terrestre de EEUU en la nueva guerra de Biden en Yemen» cuando «nadie en la Casa Blanca puede asegurar lo que van a conseguir los ataques contra los hutíes» y 2) Mientras planea la ominosa perspectiva de un alza de los hidrocarburos, producto de la guerra en el Mar Rojo –que constituiría el «último clavo en el féretro político de Biden»– , Hersh informa el punto de vista de un «veterano petrolero» al respecto: «Nunca hay que subestimar a los hutíes».
Hersh realiza una pregunta cruel cuando Biden «pierde su guerra en Ucrania»: «¿Entenderá (sic) Biden que los ataques encabezados por EEUU contra los hutíes, aún siendo exitosos, no desharán el daño político que sufre en Ucrania?».
Asimismo, el periodista expone la «insatisfacción» de Obama, quien puede maniobrar para quitarle a Biden el control de su campaña financiera, lo cual significaría también no ser el candidato presidencial del partido Demócrata –tesis que también ha sido enarbolada por Trump.
¿Quiénes serían los sustitutos candidatos presidenciales de Biden? ¿Michelle Obama o Gavin Newsom, gobernador de California?
Se mueven vertiginosamente las piezas en el tablero de ajedrez medioriental, que de facto padece una «guerra regional» que no se atreve a decir su nombre en los «siete frentes» de Israel (Ministro de defensa Gallant dixit).
La zozobra de Biden en el mar Rojo ha llegado al grado de que EEUU pide a China intervenir con Irán para controlar a los hutíes, según Financial Times.
¿No es más sencillo, acaso, que Biden obligue a su aliado Israel a un cese al fuego en Gaza para permitir la impostergable ayuda humanitaria a los civiles palestinos y la liberación de los rehenes israelíes? Con un inmediato cese al fuego, por arte de magia, los «7 frentes» de Israel contra el asombroso «eje de la resistencia» e Irán se desescalarían ipso facto.
Si algo saben los estrategas iraníes es jugar a la elección presidencial de EEUU, como lo demostraron con la captura de rehenes estadunidenses, lo cual contribuyó a la derrota de la reelección de Carter.
Los sorprendentes posicionamientos diplomáticos reflejan la evolución de los teatros de batalla desde Ucrania hasta el Medio-Oriente –yo incluiría el concomitante epílogo del comediante jázaro Zelenski y su fallido proyecto irredento del «Gran Israel» que también se derrumba con Netanyahu, quien hoy se querella con Egipto y Catar, mientras el canciller ruso Lavrov se reúne, al margen de su presencia en la ONU, con sus homólogos de Turquía, Irán y Líbano.
Por cierto, Lavrov condenó la campaña militar de la dupla anglosajona de EEUU y Gran Bretaña en contra de los hutíes de Yemen como «una manipulación de las leyes internacionales, incluyendo la Carta de la ONU».
Se detecta el «modo pánico» de EEUU y la OTAN: desde los ominosos ejercicios militares en las fronteras de Rusia hasta su aventura en el mar Rojo.
No se puede soslayar el preciso diagnóstico de Lavrov, quien sentenció que el conflicto en la Franja de Gaza provocó «metástasis» en otras zonas de la región.
Un gran movimiento estratégico en el tablero de ajedrez mediorinental lo constituye la «inalización de un tratado de 20 años entre Rusia e Irán que cambiará al Medio Oriente para siempre», según Oil Price. ¡Se trata de la resurrección del petróleo, ni más ni menos!(Sputnik)