Una Historia de Princesas

Retrato de Casada, Maggie o’Farrell. Libros del Asteroide, Barcelona, España. 400 páginas, 2023.

 

DAVID MARKLIMO

Todos conocen a la familia Medici, los grandes impulsores de la República de Florencia, a la que se le debe el Renacimiento por su mecenazgo a artistas como Miguel Ángel, Leonardo, Rafael de Sanzio. Los Medici también son responsables del pensamiento de Maquiavelo y su búsqueda de la unidad italiana. Semejante familia queda bien retratada en la Historia, aunque uno de sus miembros, Catalina (reina de Francia), opte por ser uno de los personajes más malévolos de cuantos han poblado la tierra.

En las historias de familia, no tanto de la mafia, pero sí de aquellas que sin ser aristócratas -los Rockefeller, por ejemplo- detentan tanto tiempo el poder, habría que preguntarse cómo lograron no sólo encumbrarse, sino mantenerse. Con eso en mente, es que ha surgido esta novela, Retrato de Casada, de Maggie o’Farrell. Adentrarse en la familia Medici es darse cuenta de la crueldad de la política de alianzas. En particular si, como es el caso, la protagonista era mujer.  O’Farrell nos lleva a Florencia en el año 1560. Nos presenta a Lucrezia, la hija menor de los duques de la Toscana, que se va a casar con el duque de Ferrara, Alfonso II d’Este. Lucrezia tiene quince años y él veintiocho. Es una novia substituta; es decir, no estaba pensando que ella se casara con él, pero su hermana mayor, María, ha fallecido de una infección en los pulmones, y pues había que sellar esa alianza. Lo que nos dice la Historia es que ella morirá en extrañas circunstancia un año después de la boda. 

A grandes rasgos, este es el contexto de Retrato de Casada. Lo que vamos a ver, también desde una óptica más moderna, es una historia de violencia de género: Lucrezia es discriminada respecto a sus hermanos varones en la educación y el ocio, enfrentará el encierro, la represión de sus emociones, la incapacidad para tomar decisiones sobre su cuerpo y su vida. Uno diría que los Medici eran privilegiados, la novela nos muestra que, en el Renacimiento, no había mucha diferencia entre ser mujer y el comercio de ganado, por ejemplo. En ese sentido, es una historia en extremo cruel.

Ahora bien, desde el punto de vista técnico, poco hay que decir: estamos ante una verdadera obra maestra. Quizá el libro del año de 2023. Todo, absolutamente todo (la trama, el tono, el tiempo, la voz) es magistral, un poderoso ejercicio de narración que nos arrastra desde los primeros párrafos. Por supuesto, están aspectos tan determinantes como la sensibilidad y el retrato de los personajes. Ayuda la época: hay conflictos, una atmósfera llena de belleza, la violencia y arte. El arte renacentista con sus pinturas, edificios, vestimentas, melodías, cánticos… conviven con la violencia despiadada de los gobernantes hacia cualquiera que tenga el menor gesto que pueda interpretarse contrario a su autoridad.

El punto de vista focalizado es un acierto. No solo sirve para conocer mejor a la protagonista, si no que es poderosísimo a la hora de mostrarnos algunas escenas mil veces repetidas en otras novelas pero en las que falta intencionalidad. La descripción del día de la boda, desde que Lucrezia se levanta hasta que, ya de noche, se sube al carruaje con su marido, es un pasaje estremecedor: quien piense que una princesa es feliz el día de su boda … Es en escenas de este tipo donde el lector logra percibir el sentir de Lucrezia. Poco que decir de este personaje: enamora con su vulnerabilidad y su fortaleza. Ha sobrevivido dignamente a una familia incapaz de mostrarle el menor aprecio y con solo quince años se va a vivir a una corte desconocida y hostil, casada con un señor que tiene la empatía de un caníbal. Todas sus vivencias, desde su nacimiento hasta el desenlace de la novela conforman un tránsito genuino por su mente y por su alma. Sin duda alguna, estamos ante uno de los personajes literarios femeninos más maravillosos que se recuerden. 

 

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