Toma de Decisiones

* El Presidente, al parecer, las Toma de Manera 

Improvisada, con las Vísceras y sin Método

* La Mejor Opción es plausible, Pero la Realidad 

Muestra Escoger Entre las Malas, la Menos Mala.

* Información y Habilidad son los dos Pilares que 

Sustentan las Decisiones del Destino Nacional

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Todos los días tomamos decisiones, algunas baladíes y otras trascendentes. Las diferencias son sustanciales, pues en la medida en que dejamos la niñez y entramos a la adolescencia vamos decidiendo si estudiar o no, a qué dedicarnos en la vida, o respecto al matrimonio o acerca del campo laboral. Quien decide dedicarse a la política y la Administración pública va aprendiendo a decidir y en la medida en que los cursos de acción tomados son los correctos, se asciende en el andamiaje institucional y si además se hace carrera paralela en un partido político se incrementan las posibilidades de llegar a ocupar cargos encumbrados.

 

En el ámbito de la burocracia, las decisiones que toma un jefe de departamento tienden a ser técnicas y sus repercusiones poco afectan al desarrollo de la institución. En cambio, un director general toma decisiones que además de impactar en la organización, las consecuencias también llegan a influir en la sociedad. Ya no se diga las acciones de un subsecretario o de un secretario de Estado. Son cargos fundamentales y sus decisiones marcan en gran medida el destino nacional. Pero no con la fuerza y el impacto de las que toma un presidente. De ahí que cuando un presidente se inclina por una opción acerca del curso del destino nacional, lo hace inclusive por generaciones aún no nacidas. 

 

Decidir es seleccionar un curso de acción de entre varias opciones. Así, en política y gobierno los métodos de decisión tienden a basarse en un proceso y, a la vez, en la sensibilidad contextual jurídica, social, económica, ecológica y administrativa. En otras palabras, el proceso de toma de decisiones obedece, por un lado, al talento y talante de un presidente y, por el otro, a la información que posee respecto a la situación que debe atender. De ahí que información y habilidades son los dos pilares que sustentan las decisiones, pues deben tomarse bajo condiciones de certidumbre respecto a las posibles consecuencias positivas y negativas derivadas de la decisión, así como de la relación costo-beneficio.

 

Escoger la mejor opción en el mundo de la política es siempre plausible, sin embargo, la realidad nos dice que usualmente se trata de escoger de entre las malas, la menos mala. También sabemos que no decidir a tiempo es tan malo como tomar la peor de las opciones; ese es el caso del presidente López Obrador quien  en su estrategia de transitar, en este sexenio, de persona moderada a radical, postergó algunas de las decisiones de su gobierno convencido de que en el segundo trienio de su administración su partido, junto con el del Trabajo y el Verde obtendrían la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y podría imponernos sus reformas constitucionales en materia electoral, de la Guardia Nacional, eléctrica y en la desaparición de algunos órganos constitucionales autónomos. Léase, no decidió a tiempo y ahora paga las consecuencias de la postergación.  

 

Ahora el licenciado López Obrador está decidido en su deseo de subordinar a los poderes Legislativo y Judicial, ir más allá de coordinar la campaña de la señora Sheinbaum. También está empeñado en dominar la próxima legislatura e imponer su proyecto de gobierno transexenal. Ya decidió y vuelve a cometer errores en el proceso metodológico de la toma de decisiones. Veamos: dicho proceso significa identificar que debe tomar una decisión a fin de solucionar un problema, reunir la mayor información posible verídica, oportuna y significativa, identificar el mayor número posible de opciones, analizar cada opción y sus consecuencias, sopesar los recursos necesarios que implica cada opción, elegir en el momento adecuado,  implementar y finalmente controlar y evaluar.  Empero, el proceso aquí descrito no es suficiente, hace falta responder a las siguientes siete cuestiones en materia de toma de decisiones gubernamentales. A saber, pues las decisiones deben de ser jurídicamente argumentables bajo el amparo de la ley, económicamente soportables, técnicamente posibles, administrativamente factibles, socialmente necesarias, ecológicamente sustentables y políticamente deseables. 

 

Pero el presidente, al parecer, toma decisiones de manera improvisada, con las vísceras y sin método, simplemente pensando en su provecho personal de acumulación de poder. Sus decisiones giran únicamente en torno a Morena y su persona. De ahí que algunos grupos sociales, incluyendo a los pobres, padecen en ocasiones las consecuencias negativas y daños colaterales. Saber decidir bien es saber gobernar para todos, algo que no vemos en la práctica desde hace cinco años.  

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