Fomento de talento juvenil: Estrategias de México para prevenir la vinculación de jóvenes al crimen organizado

En abril de 2021, imágenes de un desfile de niños entre 6 y 11 años de edad, con uniformes verde olivo y portando escopetas y otras armas como parte de la Policía comunitaria de Ayahualtempa, una pequeña comunidad indígena de Guerrero, prendieron las alertas sobre el grado de implicación de los menores de edad en la espiral de violencia en México.
Hoy en día, en esa misma comunidad enclavada en la montaña de Guerrero, funciona uno de los más de 440 Semilleros creativos que operan en el país. Se trata de centros que se han instalado en las localidades más vulnerables de México, azotadas por la pobreza y la violencia, muchas de ellas sin acceso a servicios a culturales, en los que los menores de edad tienen acceso gratuito a clases de artes escénicas, visuales, de música, de literatura y otras disciplinas.
El pasado 23 de noviembre, un grupo de menores que asistieron al semillero creativo de Ayahualtempa participaron en el evento «Tuve un Sueño» en el Auditorio Nacional, donde menores de comunidades todo el país mostraron lo aprendido en estos centros de enseñanza artística.
Ahí, ante miles de personas, los menores de Ayahualtempa recitaron el poema coral el Color del Corazón, bajo la dirección de Angélica Barrera, Cecilia Sotres, y Ariesna González.

Una luz en las comunidades olvidadas

Angélica Barrera, una maestra originaria de Chilapa de 29 años de edad que da clases de literatura en el Semillero creativo de Ayahualtempa, cuenta que estos centros «iluminaron» a la pequeña población de la montaña, literal y metafóricamente.
Y es que, dice Angélica, los niños que empezaron a ir a clases no querían irse hasta muy noche, lo que obligó a la comunidad a instalar alumbrado público en los alrededores del Semillero para la seguridad de los maestros y alumnos. Pero el alcance y la trascendencia del semillero van más allá de las luminarias instaladas en las calles del pueblo.
«La lectura era solamente como un dictado o copiar la lectura, y cuando se dieron cuenta de que a través de la literatura podemos decir muchas cosas, pues ellos empezaron también a expandirse y ha habido muchos cambios personales», relata la educadora.
Algunos niños, dice, eran muy herméticos o cerrados por la situación de violencia, pero cambiaron cuando se dieron cuenta de que en el semillero sí los escuchaban y no solo eso, sino que estaban genuinamente interesados en ellos.
«Fue un cambio grande para ellos el darse cuenta de que su palabra, que su voz, que sus pensamientos, son muy importantes», dice la maestra Barrera.

Arte y cultura contra marginación y violencia

En el país hay 443 Semilleros creativos que se han instalado en 227 municipios con problemas de pobreza o de violencia en los que atienden a casi 15.000 menores de edad.
El objetivo es crear grupos de formación artística con enfoque comunitario para niñas, niños y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad.
En los Semilleros creativos se pueden aprender artes escénicas como danza, teatro comunitario, circo social; artes visuales como grabado, artes plásticas, ilustración, pintura y fotografía; escritura creativa, música (orquestas comunitarias, ensambles tradicionales e instrumentales, bandas tradicionales y sinfónicas, coros en movimiento) y producción audiovisual (radio y cinematografía). También artes tradicionales como textiles, laudería, bordado, alfarería, juguetes tradicionales y lenguas indígenas.
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