No Pierde Legitimidad

*Las Mañaneras y la Manipulación de la Agenda,

Vitaminas Para Mantener Popularidad

*AMLO Aplica las 11 Reglas de la Propaganda Nazista 

Todos los Días: Rehuir la Realidad y Engañar

*La Distancia con Gabinete Centralizado y Paraestatal, 

Vacuna Contra Culpas Hasta Mirarse Inocente

*Servidores Transfiguran en el Mito del Caudillo que la 

Nación Necesita; son Brigadas Propagandísticas

*La Táctica de Tirarse al Suelo y Acusar a sus Contrarios 

de Falta de Moral y Hacer Politiquería Rinde Frutos

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

La legitimidad es un concepto de uso político mediante el cual la sociedad apoya y respalda a su gobierno debido a su capacidad de atender con eficiencia y eficacia las demandas y necesidades sociales. En la medida en que un gobierno es de resultados alcanza el consenso social, se le reconoce su capacidad de actuar sin coacciones, logra aprobación popular y se le apuntala como un buen gobierno.  Sin embargo, la legitimidad también puede alcanzarla un gobierno mediante la manipulación de datos, el engaño y las cortinas de humo. De ahí que es un tema que requiere análisis en cada caso. 

La legitimidad de un gobernante tiende a minarse a parir de su Último año de gestión, ya que gobernar es desgastarse. Nadie pusimos en tela de juicio la legalidad del triunfo del actual presidente, pero nos sorprendía el apoyo popular logrado a su primer año de gobierno. Entonces pensé que en la medida que avanzara el sexenio perdería apoyo popular, pero me equivoqué. Lo reconozco. Mi hipótesis sustentada a principios de la actual gestión de que al quinto año de gobierno el presidente del republica Andrés Manuel López Obrador ya habría perdido cierta legitimidad y que su popularidad oscilaría entre 45 y 50 por ciento se derrumbó. Son muchas las explicaciones por las cuales la notoriedad de nuestro primer mandatario se mantiene. Es claro que las conferencias mañaneras y la manipulación de la agenda desde el palacio nacional han sido altamente eficaces. De hecho, si revisamos las once reglas o principios del régimen nazi en materia de propaganda política observamos. La primera nos dice que simplifiquemos y señalemos a un enemigo único. En este caso los fifís y conservadores. Regla dos, los adversarios deben ser identificados con nombre y apellido; en este caso son periodistas y medios de comunicación. La tercera es la de transposición, es decir cargar sobre los adversarios la razón de todos los males del país; tal es el caso de los economistas neoliberales liderados por el expresidente Carlos Salinas. La cuarta se refiere a la regla o principio de exageración, desfiguración, ironía y burla; como lo hace contra la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez. La quinta dice que el pueblo tiene corta memoria y que el discurso oficial debe dirigirse a las personas con comprensiones finitas; el accidente de la línea doce del metro o la terrible tragedia en el Colegio Rébsamen parecieran ya estar en un pasado muy muy lejano.  La sexta alude a que las ideas gubernamentales deben ser de fácil y sencillo entendimiento y repartirlas mil veces hasta que sean verdad. La séptima es aquella que recomienda pasar rápidamente de página si algo no se desenvuelve como lo desea el gobierno; por ejemplo, la tragedia del huracán Otis en Acapulco. La octava se refiere a desplegar fuentes diversas y con información fragmentada; es notorio cuando la presidente utiliza y manipula las noticias sin claridad al sostener que tiene otros datos, pero nunca los hace públicos. La novena dice que cuando no se tienen argumentos sólidos gubernamentales lo mejor es recurrir a medios afines al gobierno y rápidamente pasar al siguiente asunto. La décima es la regla de razones fundacionales místicas y míticas del partido en el poder; hablar del movimiento Morena es una clara alusión a la virgen patrona de México. Finalmente, la undécima es la de la imagen de la unanimidad popular en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto hay muchos otros motivos objetivos y subjetivos por los cuales el presidente López Obrador mantiene su popularidad. Pero de entrada señalo esos principios de la propaganda del régimen autoritario nazi debido a que nuestro primer mandatario recurre a ellos de manera magistral. Que quede claro, no sostengo que nuestro gobierno sea pro-fascista. Simplemente estoy desplegando una realidad. 

SE ASUME IMPOLUTO Y 

LEJANO A LA CORRPCIÓN

Otro de los motivos por los cuales el presidente sale bien aprobado ante la opinión pública es debido a su distanciamiento entre él y el resto de su gabinete centralizado y paraestatal. El hecho de mantener cierta distancia lo exculpa de las pifias y errores propios de la cotidianidad rutinaria de los trabajos de la Administración pública. Es cierto que esas fallas no debieran existir, pero existen, están presentes y nos afectan directamente a los ciudadanos. Pero él se sitúa por encima de esas faltas y logra abstraerse a niveles de inocencia plena. Es otro ardid político, pues nuestro presidente es jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe de las fuerzas armadas. Sin embargo, él se asume como jefe de Estado y delega ciertas decisiones de carácter gubernamental a su conveniencia y de manera parcial en algunas Secretarías de Estado. Con esa actitud se asume impoluto y lejano a la corrupción. De ahí que cuando alguien denuncia o detecta ese flagelo en la maquinaria burocrática, el presidente se lava las manos, dice que actuará con rigor y plena legalidad y después pasa a otro tema. Para él lo fundamental es que no lo vinculen con actos de deshonestidad en el servicio público. También quiero asentar claramente que no sostengo que el hombre de Macuspana es totalmente honesto, simplemente estoy señalando una estrategia.    

La actual administración se esfuerza por desplegar políticas sociales asistenciales y cubrir en lo posible al mayor número de beneficiados. Su clara intención es electorera y está dispuesto a crear un gran boquete en materia de gasto social con tal de cooptar y comprar votantes. Sobre todo, cuando son personas muy necesitadas de dinero y de despensas. Tal es el caso de las tarjetas del Banco de Bienestar regaladas a individuos de la tercera edad. También es el caso de las brigadas Morena integradas por jóvenes vestidos de chalecos color guinda y que se dicen servidores de la nación. En honor a la verdad son propagandistas del partido oficial que enmascaradamente proyectan la imagen del presidente y lo transfiguran en el mito del Caudillo que la nación necesita.  

En otras palabras, con su excelente control de los principios de la propaganda nazi y con sus políticas sociales asistenciales la actual gestión está legitimada entre población y así difícilmente su partido político perderá el poder. Su estrategia de legitimidad es eficaz y su táctica de tirarse al suelo acusando a sus contrarios de falta de autoridad moral y de hacer politiquería le sigue rindiendo frutos. De ahí que posiblemente termine con altas tasas de aprobación hasta el final de su periodo presidencial.   

Alcanzar altas tasas de aprobación requiere un esfuerzo sistemático en materia de comunicación social, también en propaganda política. De ahí que otro capítulo interesante en el que este gobierno trabaja a fin de incrementar su legitimidad es mediante el ataque sistemático a los partidos políticos de oposición. Los califica de moralmente derrotados, los estigmatiza de vividores del pueblo, les endosa facturas del pasado y señala a los expresidentes por sus nombres. Deja sentir que gran parte de la población es pobre debido al enriquecimiento de los líderes partidistas y algunos aliados del sector privado. Mediante un ataque continuo y sin tregua minimiza a la oposición y él maneja su imagen semejante a la del ave que vuela sobre el pantano sin manchar su plumaje. De ahí que en el imaginario popular sus bonos crecen y los de la oposición se minimizan. Es de todos sabido que uno de los pilares fundamentales de la democracia son los partidos políticos. Empero, dado el descredito de esas organizaciones, que en buena medida es verdad que han dejado mucho que desear, es que el presidente logra puntos en favor de su aceptación y aprobación social.

En lo personal me llaman la atención los indicadores institucionales que subrayan que en materia de alimentación, salud, educación, ciencia y tecnología, trabajo, pobreza, crecimiento económico y seguridad pública nuestro país no marcha con las tasas de crecimiento que se proyectaban al final de la gestión del presidente Peña Nieto. En otras palabras, las estadísticas indican que nos hemos estancado y prácticamente no hay crecimiento.  Son indicadores cuantitativos y cualitativos objetivos. De ahí que son interpretativos y contundentes. La realidad nacional es que en algunos rubros vamos hacia atrás y en otros estamos estancados. Los trabajos de prospectiva que algunas organizaciones como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sostienen que México y en general América Latina vive una década perdida como la sufrida en los años ochenta del siglo pasado. En otras palabras, estamos inmóviles y, sin embargo, la aprobación popular a Andrés Manuel López Obrador va viento en popa.          

Las artimañas presidenciales que instrumenta a fin de ser popular son un poco ortodoxas, por decir lo menos, y tal vez se siente orgulloso de la imagen lograda. Pero un buen gobierno se evalúa por muy diversos medios y la legitimidad se pierde debido a la fragilidad con la que se sostiene. El pueblo de México aprueba en general su popularidad, pero eso no basta necesariamente para ganar la elección. La suerte aún no está echada. Falta tiempo para las elecciones del próximo año y lo paradójico es que quien puede mancillar la legitimidad del hombre de Macuspana sea Claudia Sheinbaum debido a su gris campaña y el tamaño del reto que habrá de heredar.   

 

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