Gusto por los Cueros, no, no son los  Femeninos, Sino de Chamarras, Zapatos y…

 

*En León, Guanajuato, en el Recorrido por una Tenería y sus Pieles

*Las hay Exóticas: de Elefante, Pescado, Víbora, Tiburón o de Mantarraya Hembra

*Por Estos Lares se Vive la Ruta Picaso: Piel, Calzado y Sombreros

*Y se Realiza Todo un Proceso que Culmina en Maletas, Cinturones y Mochilas

*También en Bolsas, Huaraches, Chaparreras y más, Mucho más

SUSANA VEGA LÓPEZ,

Enviada

LEÓN, Gto.- Al entrar a una tenería artesanal lo primero que impacta son los sentidos: el olfato, con un olor intenso a sulfatos, cloruros, ácidos, y más productos para remover el pelo de las diferentes pieles; la vista, con los pellejos amontonados y los residuos de carne y grasa tirados, expuestos en el piso; el oído, con el ruido de las máquinas, de los  tambores que rotan con deslizantes para que no se enreden los cueros; el tacto, al sentir la suavidad y el grosor de las pieles y; el gusto, al imaginar el sabor de la comida de los trabajadores.

Así es una experiencia vivida sobre el proceso de las pieles en León, gracias a la invitación de la Secretaría de Turismo de Guanajuato, en el marco del Festival Gastronómico “Endémico, la Huella Culinaria” que tuvo como propósito resaltar los sabores y productos propios del Estado.

Surge la reflexión que permite entender el proceso que conlleva portar una chamarra de piel; desde la crianza de los animales hasta la matanza; que todo se aprovecha de los animales: la carne -que nos sirve de alimento-; los huesos de donde se come el tuétano, el que le da sabor al caldo, el que se usa para la producción de calcio, como alimento para otros animales como las aves y/o como carbón activado, por citar algunos; la piel, que, según su tratamiento, terminará en calzado, ropa y accesorios varios. Que no es que los hayan matado sólo con un propósito, sino que cumplen con más fines; donde un mundo de gente se involucra quiera o no.

A una tenería llegan las pieles en sangre, mismas que pueden adquirirse en sal; res y caballo en su mayoría en espera de ser curtidas y limpiadas para lograr el cuero de piel en flor (que se vende en decímetros) que también podrá ser usado en las vestiduras de los carros, en sillones de casa u oficina, y demás artículos que la imaginación determine. Lo mismo sucede con la piel vacuna, de cerdo, de cabra, de borrego, de ternera, de becerro, de cordero y más.

En León se vive la ruta Picaso (piel, calzado y sombreros), donde se pueden adquirir bolsos y cinturones de pieles exóticas de elefante, pescado, víbora, tiburón o de mantarraya hembra con su línea vertical bien definida o mantarraya macho, con un ojo que resalta al centro del producto.

¿TENERÍA, CURTIDURÍA, 

TALABARTERÍA, MARROQUINERÍA?

Surge la pregunta: ¿es lo mismo tenería, curtiduría, talabartería, marroquinería? No. La tenería es el lugar donde curten la piel; la curtiduría es el tratamiento de la misma; la talabartería es un establecimiento, un negocio, un oficio en donde se trabaja con la vaqueta para crear todo lo relacionado a las monturas de los caballos (sillas de montar, pecheras, collares, cintillos, correas, cinchos, etc.) y; la marroquinería que son los productos destinados al ser humano como maletas, cinturones, mochilas, bolsas, huaraches, chaparreras…

La piel también se usa en vestidos, chamarras, faldas, blusas, sombreros, bolsos, muebles, lámparas, y muchos artículos según el diseñador.

Al pasar la puerta de una de las tenerías de León de los Aldama, San Agustín, en la colonia La Florida, un gran patio te recibe acompañado de un olor desagradable, repugnante, que había qué respirar y al que se debía acostumbrar mientras hacíamos el recorrido y nos daban la explicación.

Así, supimos que las pieles pueden ser tratadas con diferentes químicos para quitarles el pelo; un proceso que conlleva sumergirlas en agua durante un buen tiempo, hasta que se pongan de color azul.

Una camioneta procedente del rastro acaba de ser descargada de pieles que avientan a la derecha, para formar montones. Las hay de diferentes colores: negras, cafés, marrón, blancas, grises, jaspeadas. Llegan con pelo, con borrega; algunas las doblan y las bañan en sal. Un gato descansa en lo alto de las pieles y observa a hombres que sacan sus viandas para almorzar, para echarse un taco y seguir su labor.

Al fondo, la pileta donde la piel en sal se remoja en agua que contiene sustancias que habrán de encalar y quitar el pelo, la borrega. Los trabajadores se suben a la pila y mueven las pieles que pueden pasar a un paleto para golpearla.

Después, sigue el descarnado donde entran en acción los cuchilleros, personas que se encargan de quitar la carnaza; un oficio que pocos quieren realizar pues se trata de, poco a poco, quitar con un cuchillo los sobrantes de carne y grasa de las pieles de los animales. Para esto, se valen de una pequeña rampa de concreto; una especie de muro fijo, estrecho, largo e inclinado hacia abajo donde colocan la piel y recargan el cuchillo que pasan innumerables veces.

Los cuchilleros constantemente limpian su instrumento para obtener mejores resultados. La carne cae al suelo. Varias cubetas que antes sirvieron para guardar pintura esperan para ser llenadas de esos residuos grises, amorfos, inertes, nauseabundos, gelatinosos, con apariencia de tripas, de intestinos.

A la izquierda del gran patio, dos tambores que giran lentamente para el engrase y teñido de las pieles. Se continúa con la máquina de dividi, que es donde se determina el grueso de la piel.

Hasta aquí, dichos procesos, luego, en frente, cruzando la calle, en otro local: el secado. Ya se terminaron los olores fétidos. Aquí, una a una, las pieles se cuelgan en grandes ganchos conectados a una máquina que las va oreando, paseando a lo largo del espacio muy parecida a la que se usa en las tintorerías para encontrar las prendas colgadas.

Previo al secado, las pieles pasan por la llamada máquina molliza, que es donde la piel es golpeada para ablandarla. Más adelante, la desorillan para quitarle la piel que fue clavada o lastimada. Finalmente, el entintado y la selección. Todo de manera artesanal.

Allí, se procede a pigmentar, a mano, cuidadosamente, con una madera con felpa remojada en pintura. Comentan que también se tiñe con “pistola”. Sin embargo, hay máquinas que ya hacen todos los procesos. Poco qué ver con el proceso artesanal.

La curtiduría es de suma importancia para el término de la piel, para su textura, para determinar su uso: si es fino, entonces se apapacha la piel, se le pone a cierta temperatura, se le humecta, se le trata de manera especial para que se ablande, para que quede suavecita; si es rudo, se procede distinto.

¿Te habías preguntado alguna vez cómo se fabricaron tus finos y delicados zapatos o aquellas botas que son de uso rudo?; o ¿cómo es que se elaboran las bolsas que portan las mujeres para lucir su atuendo?, o ¿cómo se llegó a trabajar una piel para diseñar chamarras?, o ¿de qué tamaño sería el animal para sacar una piel que sirva de asiento para los automóviles o algunos muebles?

Pues aquí una breve pincelada de lo que se hace para obtener ciertos resultados.

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