Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Disputar una candidatura para el segundo cargo de elección más importante en México y hacerlo con “vehemencia” no para servir a los ciudadanos sino para satisfacer el ego y demostrar que “si se puede con el apoyo del partido”, solamente exhibe dos vocablos: ambición y codicia.
Y cuando cualquiera de las acciones se impone, se presenta lo esperado por todos menos por el ambicioso: el fracaso.
Habito en la Ciudad de México y espero, siempre, que el gobernante –hombre o mujer- se sumerja en la realidad y abandone las utopías. Sin embargo, hasta la fecha he visto para regentes y jefes de gobierno que, en campaña, cambian trozos de cristal por oro.
El oro del poder político que conlleva substanciales ganancias económicas y pavimenta el piso para seguir codiciando más y más.
¿Cuál es la diferencia entre Carlos Hank González y Andrés Manuel López?
El dinero.
De ser maestros rural y pasar a ser el hombre más influyente de su tiempo, si bien realizó negocios con pingües utilidades, también realizó obras que nadie llevó a cabo con antelación.
No era populista ¿o sí?, pero sabía vender la sonrisa y la eficiencia. Los problemas siempre existieron: falta de agua, inseguridad, mucho menor que ahora y por supuesto por el número de habitantes; movilización, transporte, libertad para hacer negocios e iniciar empresas; apoyo económico para los proyectos con viabilidad.
El tiempo no persona y hay quienes sostienen que el general Alfonso Corona del Rosal se llevó la efigie original de la Diana y se encontraba en Tula; otros señalan que las palmeras derribadas para hacer los ejes viales, terminaron en Atlacomulco. De él también se ha escrito de sus acciones represivas, principalmente en 1968. Por supuesto, se ha escrito la historia de los halcones creados por Alfonso Martínez Domínguez, quien fue despedido del cargo y premiado, por después, con el gobierno de Nuevo León.
Probablemente los que mejor trabajaron durante el desempeño de sus encargos hayan sido Ramón Aguirre y Manuel Camacho Solís.
De ahí para adelante, la mediocridad ha brillado intensamente en todos y cada uno de los Jefes de Gobierno.
Ahora que se analiza con seriedad que las izquierdas no han hecho avanzar a la capital del país durante 27 años y que es tiempo de cambiar, la oportunidad parece diluirse por la codicia y la ambición de quienes pretenden ocupar la posición.
El frente Amplio por México, conformado por los partidos políticos de oposición que quieren regresar por sus fueros al poder y por la sociedad civil que se ha hecho presente, tiene ante sí la oportunidad de presentar un candidato congruente, con talento, capacidad, buena reputación y conocedor de los problemas cotidianos y atípicos que vive la capital y sus habitantes.
Y lo que parecía sería una decisión democrática, analizada, evaluada para encontrar al mejor actor político que genere confianza y no tenga cola que le pisen, surge la codicia hermana de la ambición.
Pelean, porque eso hacen, Santiago Taboada, alcalde de Benito Juárez y militante del PAN; Adrián Rubalcaba, gobernante en Cuajimalpa y con el sello del PRI y Luis Espinoza Cházaro representante de lo que queda del PRD para obtener la candidatura rumbo a la Jefatura de Gobierno en 2024.
Con todo respeto, de los tres no se hace uno.
Lo lamentable es que no está en juego la victoria personal, sino la satisfacción del dirigente partidista que logre imponer a “su candidato”.
¿Dónde quedó la opinión de la sociedad organizada?
Se cuenta que en las encuestas. Patito, como las de Morena y que sirven para lo que se le unta al queso: para nada.
Si los dirigentes partidistas, que no líderes por están a años luz de serlo, insisten en las viejas prácticas de hacer política y ponen en juego quien de los tres lleva mayor número de mañanas ene el costal que carga, la decepción de los ciudadanos será mayúscula.
Con Clara Brugada, bendecida por el huésped temporal de Palacio Nacional, la oportunidad de la oposición para vencer es menos oscura. Sin embargo, Cortés, Zambrano y Moreno, se encargan de apagar las pocas velas encendidas.
El deseo y la codicia de los aspirantes, no tiene límite. Allá ellos y allá el que sea nominado.
Como dicen los opositores: “los resultados se miran en las urnas”.
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