Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
La grave, gravísima acusación formulada por el sacerdote jesuita David Fernández Dávalos, sacerdote jesuita e integrante del Mecanismo para el Esclarecimiento Histórico de la Comisión para el Acceso a la Verdad de la llamada Guerra Sucia en contra de la Secretaría de la Defensa Nacional solamente tiene dos lecturas: desobediencia militar al Comandante o bien, el atole con el dedo presidencial.
El clérigo señala textualmente: “La Sedena está desobedeciendo la instrucción del presidente Andrés Manuel López Obrador de abrir los archivos de la guerra sucia. Por ellos, anunciamos el retiro del personal de investigadores mientras no se modifiquen estas conductas de obstrucción de la verdad”.
En una publicación de El Sol de México, se precisa que “se ha pasado de una colaboración pasiva a una obstrucción de entrega de información por parte de las Fuerzas Armadas” y por ello anuncia que sus investigadores se retiran del mecanismo.
De acuerdo con la información, el subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Asuntos Religioso y cabeza del mecanismo, reconoce que si bien aún hay inercias que se tienen que superar para el esclarecimiento de la verdad sobre este periodo, se compromete a iniciar las gestiones para que las Fuerzas Armadas cumplan la instrucción presidencial de entregar toda la información que se les requiera sobre este tema.
Recuerda que lo mismo ocurrió con los archivos del extinto Estado Mayor Presidencial (EMP), así como de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), hoy Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
Vaya usted a saber hasta dónde son palabras cobijadas por la verdad o simplemente embarradas con atole de chocolate.
Si la aseveración del sacerdote jesuita está sustentada y no la corrige el único que puede hacerlo, entonces cobrará vigencia el esparcido, desde ha buen tiempo, rumor de que el país está gobernado por los militares, no por los marinos.
Resulta difícil de creer que el responsable del Ejército Mexicano y su staff de generales, dedica motu proprio ignorar una orden del Comandante, el jefe de las fuerzas armadas por mandato constitucional. Si ha ocurrido, hay más mar de fondo del que se alcanza a mirar en los submarinos nucleares.
La otra parte del escenario, contemplaría que ante la opinión pública, frente al micrófono de los monólogos matinales, se defiende al Ejército y se le ordena, al general secretario, abrir los archivos, no ocultar nada, ayudar a esclarecer el pasado pero, en la realidad, se podría escuchar cinco palabras: alarguen la entrega de documentos.
Esta podría ser la hipótesis menos endeble aunque tampoco la más sólida. En materia de las acciones militares, solamente un reducido grupo de altos mandos y el jefe, saben qué hace en realidad y el resto solamente tiene que cumplir órdenes.
La grave, gravísima acusación no está fuera de contexto y menos de la verdad. Todos los ejércitos del mundo tienen “secretos” y por consiguiente la información de acciones desplegadas se vuelve de carácter de “clasificado”.
¿Se avanzará en algo llegar al “fondo” de la guerra sucia?
Probablemente el logro sería la denigración de los mandos que obedecieron o tomaron decisiones y si están vivos cargar con la pesada loza de haber sido partícipes de operaciones ilegales.
Nada más. Si algún militar de rango no ha muerto, por su edad no sería encarcelado.
En estas dos semanas, se han revivido temas que parecían estar tres metros bajo tierra. Y sin ánimo de descalificación para nadie, exponerlos, se tornan distractores mediáticos de corto efecto y de un día para otro dejan de ser noticia.
¿Ya se sabe qué le paso a John F. Kennedy? Han pasado 60 años, se cumplirán el 22 de noviembre, y todavía se hurga bajo las piedras sin encontrar nada nuevo. Es como la “nueva verdad” de Ayotzinapa. O como los ataques a las Torres Gemelas, los presuntos suicidios de Hitler y Allende.
Cada teme se utiliza para beneficio del gobierno en turno.
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