Luigi Ferrajoli. Por una constitución de la tierra. La humanidad en la encrucijada, Editorial Trotta, Madrid, 2022. 181 páginas
DAVID MAKRLIMO
Todo estudiante de Derecho suele citar a Luigi Ferrajoli como referente necesario al hablar de Derecho constitucional. Desformalizar el objeto y la interpretación del Derecho ayudaron a transformar la cultura jurídica. Cabe la crítica, acaso, de si se transforman las leyes sólo con otra teoría… pero eso da para una discusión más amplia. Ferrajoli es el padre de la teoría garantista, adoptada por quienes defienden la construcción de una sociedad más justa y la aspiración de romper las condenas derivadas de constituciones semánticas. El furor, en el discurso político, sobre el Estado de Derecho, en buena parte es obra de Ferrajoli.
Durante el año 2020, poco antes de la pandemia, Ferrajoli publicó un manifiesto mundial denominado Por una constitución de la Tierra. La humanidad en la encrucijada, publicado en español por editorial Trotta a finales de año 2022. La premisa del libro es sencilla: existen problemas globales que no forman parte de la agenda política de los gobiernos nacionales, aunque de su solución dependa la supervivencia de la humanidad. Ya sabemos cuáles son esos problemas, ¿no?: el calentamiento global, las amenazas a la paz mundial, el crecimiento de las desigualdades, la muerte de millones de personas todos los años por falta de agua potable, de alimentación básica y de fármacos esenciales, o las masas de migrantes que huyen de las condiciones de miseria y degradación de sus países. Ante ellos, conceptos como Constitución, Estados constitucionales o democracia constitucional sirven de poco. Hace falta asumir los riesgos y los retos que nos plantea este mundo global. ¿Cómo hacerlo desde la teoría garantista? Ferrajoli nos dice: con una Constitución Global y un nuevo orden político similar al planteado por Immanuel Kant en La paz perpetua.
El libro consta de tres partes y un proyecto de articulado de Constitución. En la primera parte, el autor describe que la humanidad está viviendo una encrucijada: estamos ante un insensato suicidio masivo debido a la actividad irresponsable de los propios seres humanos; la existencia de amenazas y riesgos globales hace urgente la búsqueda de respuestas desde un nuevo paradigma que denomina el constitucionalismo supranacional. La humanidad se encuentra hoy ante una encrucijada de la historia, seguramente la más dramática y decisiva: sufrir y sucumbir a las múltiples catástrofes y emergencias globales, o bien hacerles frente, oponiéndoles la construcción de idóneas garantías constitucionales a escala planetaria, proyectadas por la razón jurídica y política. Es interesante su descripción del constitucionalismo actual, que aborda en la segunda parte, básicamente para mostrarnos sus límites. Para Ferrajoli, los derechos fundamentales se han convertido en privilegios de pocos y cuya eficacia recae en un concepto de ciudadanía basado en la soberanía nacional; volvemos a Kant, en un mundo global es absurdo que todos los individuos no sean ciudadanos universales.
Por ello, la crítica de Ferrajoli recae después en las normas del Derecho internacional y en el ordenamiento internacional, los cuales han sido insuficientes, pura retórica basada en declaraciones universales de derechos que no tienen sistemas de garantías adecuados para hacerlos efectivos.
Solo una Constitución de la Tierra que introduzca un derecho planetario para la tutela de los bienes vitales de la naturaleza, prohíba todas las armas como bienes ilícitos, comenzando por las nucleares, e introduzca un fisco e instituciones idóneas globales de garantía en defensa de los derechos de libertad y en actuación de los derechos sociales puede realizar el universalismo de los derechos humanos y garantizar la paz. Eso exige la refundación de las Naciones Unidas y la redacción de una constitución global.
Puede decirse que la redacción de una Constitución de la Tierra no es una hipótesis utópica, sino la única respuesta racional y realista capaz de limitar los poderes salvajes de los estados y los mercados en beneficio de la habitabilidad del planeta y de la supervivencia de la humanidad. El optimismo que irradia increpa nuestro compromiso con la vida y con el planeta, regalándonos una oportunidad para construir una ética global que involucre nuestro más inmediato porvenir.