Organización Contra Envidia

*Dañar, Cuya Consecuencia es la de

Arrebatar lo que el Otro Tiene

* López de Santa Anna quiso hacer de 

México País de un Solo Hombre

 

*Fenómeno que se Creía individual; ya 

Está Demostrado que es Social

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

La organización se define como la división formal del trabajo compuesta por seres humanos que se proponen la consecución de objetivos y metas. Se compone de una estructura y la interacción entre sus trabajadores se debe a normas que les posibilitan comunicarse, coordinarse y colaborar. Es requisito indispensable la formalización de una cadena de mando y el adecuado manejo de los recursos a fin de hacer más con menos. A mejor capacidad de organización, mayor es la posibilidad del cumplimiento de su razón de ser.

Tal vez uno de los mejores ejemplos de la importancia de saber organizarse y cooperar, colaborar y coordinarse a fin de lograr el cumplimiento de los objetivos propuestos lo encontramos en los Países Bajos. Léase, es un país territorialmente pequeño, sin mucha población y con escasos recursos naturales. No obstante, esas aparentes desventajas son superadas por su capacidad de organización. En el otro extremo puedo poner a nuestro querido México que es una nación grande en territorio, densamente poblado y con recursos naturales renovables y no renovables para dar y regalar. Tenemos todo lo necesario para ser una gran potencia, pero no hemos aprendido a organizarnos. No somos capaces de cooperar, colaborar y coordinarnos a fin de lograr objetivos y metas.

Siempre me he preguntado, por ejemplo, porque hay tanta gente pobre en la zona huasteca si la tierra es tan rica. La respuesta la encuentro por un lado en que no son comunidades organizadas y, por el otro lado, en la terrible triada egoísmo, envidia y desconfianza que son los pilares de la desorganización. En otras palabras, nuestra formación social y nuestra educación enaltece tristemente esa trincha al explicar que somos una nación pobre porque otros nos han robado nuestras riquezas, a partir de ahí muchos mexicanos se la pasan rumiando su situación y señalan a otros acusándolos de sus desventuras.

La envidia, el egoísmo y la desconfianza son sentimientos de enojo en contra de otras personas. De ahí que quienes padecen de esos defectos tiene el deseo de dañar y, en su caso, arrebatar lo que otros poseen; sin importarles cómo lograron sus triunfos. Las personas envidiosas, egoístas y desconfiadas son insaciables y no se ocupan, ni se preocupan por preguntarse cómo mejorar su situación más allá de destruir y maldecir.

Es un fenómeno que se creía individual, pero ya está demostrado que también es social y que repercute en las organizaciones públicas, privadas y sociales. Por eso es común que fácilmente se llegue a falsas conclusiones, absurdas, tontas y extremas cuando se discute el tema frívolamente. De un lado hay quienes sostienen “que el pobre es pobre porque quiere”, del otro extremo escuchamos “pobre, pero honrado”. Con lo cual todo se atora y no se avanza. 

Lo interesante es que existe la solución y es la educación organizacional que impulsa el trabajo en equipo y la racionalidad administrativa con lo cual se crean instituciones, se modifican las conductas sociales y sobre todo se transforma la cultura de la colaboración, coordinación y cooperación. Empero, hay que reconocerlo, no todo es miel sobre hojuelas. Hay personas que en su individualismo se montan en las organizaciones, sobre todo las públicas, y desde ahí afloran sus egoísmos, envidias y desconfianza. La historia registra ejemplos de ambos extremos. Así tenemos por ejemplo a Andrés Quintana Roo que en nombre de un noble ideal organizó junto con Valentín Gómez Farías la escuela de Letrán cuya base fue la generación de la Reforma y muchas de las instituciones liberales aún vigentes. Por el otro lado está Antonio López de Sanata Anna que quiso hacer de México la nación de un solo hombre.

Queda claro que un gobierno que crea instituciones, que las asienta en la ley y que procura la inclusión organizada de la sociedad es un gobierno que trasciende y fortalece al Estado. Pero si un gobierno divide a la sociedad, destruye instituciones, acusa sin pruebas, no es transparente, ni rinde cuentas, desalinea a la Administración pública y asienta su proyecto en un movimiento incapaz de transformarse en partido queda claro que lo que configura es el predominio de la envidia, la desconfianza y el egoísmo. Tal vez en buena medida porque el líder, no obstante ser el presidente de la nación, nunca pudo superar la envidia como un fenómeno psicológico y social. 

  

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