Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Conocido el resultado que lo dejó fuera del camino que conduce a Palacio Nacional, a Marcelo Ebrard le salió la casta.
Durante una entrevista con el periodista José Cárdenas y en la que le preguntó: ¿el premio de consolación…el Senado… la Cámara de Diputados?
Ni tardo ni perezoso, el hombre al que por segunda ocasión se le avería el vehículo aunque sea eléctrico, respondió:
“Nada, ningún cargo de consolación… primero la dignidad… la dignidad no tiene precio”.
Seguramente el huésped temporal de Palacio Nacional no lo escuchó. De lo contrario no habría ratificado la oferta del lugar en el Senado.
Si algo hemos conocido en la actual administración es la ausencia de dignidad entre quienes trabajan para el presidente de la República.
Aceptar ingresar a la nómina a cambio de presentar 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de capacidad y conocimientos, no deja de ser una afrenta para, por ejemplo, los secretarios, subsecretarios, directores generales de Secretarías o de organismos paraestatales, tripartita o bipartita.
Por supuesto que se advierte menos lealtad de la exigida y, también por desgracia, poca eficacia. Lo que se presume en los monólogos matinales, no corresponde a la realidad. Sin embargo, los funcionarios invitados a participar en el espectáculo circense, son capaces de repetir las mentiras pronunciadas por el jefe de la banda presidencial. Lo mismo en materia de seguridad y combate a la delincuencia que en el abasto completo de medicamentos.
Presumir que gracias a la (no) estrategia contra la violencia, el crimen y el narcotráfico se han reducido los homicidios dolosos, que al mes de septiembre alcanzan 167 mil, con lo cual se superó la cifra de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, es abandonar en el basurero eso que se llama dignidad.
¿A quién engañan?
Asegurar que se apoya a las buscadoras que intentan hallar cuando menos los cuerpos de sus seres desparecidos, no deja de ser una burla. Lo dicen las madres, los padres, los hermanos de quienes salieron, fueron levantados o secuestrados y no saben de sus paraderos.
Sostener que hay suficientes fármacos para los requerimientos del sector salud y mostrar gráficos en las que se observan que todo va “requetebién” cuando en el IMSS, el ISSSTE y la Secretaría de Salud no cuenta con lo elemental menos con los fármacos para atender enfermedades crónicas, supone que los enfermos mienten.
Quienes mienten sin el menor rubor son los funcionarios, los empleados del presidente, cuando osan confirmar las versiones que se difunden en los monólogos. Porque saben y bien, que no es verdad lo que se dice o que se trata de verdades a medias.
De ahí que la postura de Ebrard adquiera valor. Claro, hay que preguntarse porque tardo 11 años en darse cuenta.
Porque, de ser verdad, haber cedido su lugar a su amigo y jefe –que lo ha sido desde que Manuel Camacho Solís lo dejó en la orfandad política-, no demostró dignidad. Dicen, no lo confirma, que a cambio de ello recibió el compromiso que sería el sucesor. Sin embargo, el “sacrificio” no se concretó con la victoria del tabasqueño.
Y ahora, en la cuatroté, Ebrard fue llamado de último minuto. Héctor Vasconcelos, hijo de José Vasconcelos recordado siempre con respeto y admiración, ya estaba nombrado. Acompañaba al candidato y luego al presidente electo. ¿Fue el pago por la pérdida de la dignidad?
Y aceptó un cargo en el que tenía experiencia de “un mes”. Cuenta Donald Trump que lo “dobló” y recibió 25 mil elementos de la Guardia Nacional para construir su muro humano en la frontera sur de México. Tampoco se presentó la dignidad.
Trabajó casi 5 años para recibir el pago completo. Y al ser derrotado por la preferida del profesor, se enojó, aventó el balón y salió de la cancha.
Ahora afirma que no regresará al partido, porque ya no hay espacio para él.
Y rechaza seguir bajo el mando de su amigo. No quiere ser senador ni coordinador parlamentario porque “la dignidad no tiene precio”.
¿Será?
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