Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Llegó la hora de iniciar las despedidas. De escuchar las golondrinas aunque sea en el Tren Maya. De iniciar a hacer maletas, que serán decenas. De empezar a vivir la soledad. Rodeado de aplaudidores que a todo le dicen sí, comenzará a repudiarlos.
En su V informe de Gobierno –una repetición de todo lo dicho en los monólogos matutinos a lo largo del año-, Andrés Manuel López omitió una parte fundamental que los 8 antecesores presidentes abordaron en el mensaje político: el deseo de que las elecciones de medio año representen un fortalecimiento de la democracia.
Lo mencionó Luis Echeverría, lo hizo José López Portillo, lo ratificó Miguel de la Madrid, lo exaltó Carlos Salinas de Gortari, lo realzó Ernesto Zedillo, lo elevó Vicente Fox, lo deseo Felipe Calderón y lo engrandeció Enrique Peña Nieto.
Hasta hace 13 años se acostumbraba a leer como cierre de los informes el llamado mensaje político y que iniciaba: Honorable Congreso de la Unión:
Al señor López se le olvidó que en junio próximo hay elecciones para sucederlo. No hay una línea sobre el particular en 1|6 párrafos, 932 palabras, 71 líneas y 5 mil 364 caracteres.
En esos mismos 16 párrafos repitió lo que había dicho en su “informe”.
En el que, por cierto, mantuvo el engaño: “enviaré una iniciativa para que los jueces y ministros sean elegidos”. Si lo cumple su palabra, tendrá que esperar al de junio del próximo año para corroborar si cuenta con mayoría calificada. Si no, como dicen en el pueblo, nanay.
Un acto que en tiempos pasados se significaba por los protocolos, la seriedad con la que hablaba el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y a los que acudían lo mismo aquellos magnates multimillonarios que representantes de las etnias. Por lo menos a partir de Echeverría.
En otros, hasta los cardenales –apenas había 2-, los deportistas, los actores, los intelectuales y más, hacían como que prestaban atención a la lectura, larga, muy larga en ocasiones como los de LEA y JOLOPO.
Lo importante para los invitados llegaba más tarde. Asistir a Palacio Nacional para el conocido “besamanos” y codearse la clase política con los magnates para “atender asuntos de interés” mutuo” o correr con la suerte de que el Presidente encontrara la mirada de quien lo veía y sonreía e incluso saludaba. Esa era la fiesta del presidente a la que no todos estaban invitados.
Ahora se habla de que todos están invitados… sí pero a la Plaza de la Constitución, no a los elegantes salones, con sus pisos de maderas finas y sus cuadros de hace dos siglos.
En el mensaje del huésped temporal de Palacio Nacional, tampoco hay referencia a la excesiva violencia, los ríos de sangre que cruzan el territorio nacional, el elevado número de desaparecidos, el récord de homicidios dolosos, la falta de medicamentos.
Ah, eso sí, se habla de la inversión pública del sexenio que, según sus cuentas, alcanza el billón de pesos mientras que los de “antes” lo más que invirtieron apenas llegó a los 500 mil millones.
Presumir la reducción de la pobreza, es, sin duda, un acierto. El problema es que el señor López parece no haber aprendido a dividir. Dice que el INEGI y el Coneval coincidieron en que el flagelo se redujo 5.2 por ciento de 50 millones de pobres. “Son 5 millones de que salieron de la pobreza”. Si Pitágoras no andaba de parranda cuando hizo la operación, 5.2 por ciento representan 2.5 millones de personas. No el doble.
En fin: haber olvidado que el próximo año hay elecciones y no expresar la confianza de que se realicen en paz, con la mayor participación posible y que el resultado será respetado sea cual fuere, siembra la semilla de la incertidumbre. ¿Si pierde su corcholata, lo admitirá?
Dicen que no hay quinto malo. El V Informe es la excepción de la regla.
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