Un Mundo Trastocado

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Hace días y “navegando” por la internet, de pronto me salió un video de un politicastro, de esos que pululan por el mundo, cuyo discurso era o parecía de una persona desquiciada, iracundo hasta la medula y que finalizaba su discurso triunfador enumerando los muchos perros que tiene en su casa. El personaje, ahora ya lo sé, era Javier Milei del partido La Libertad Avanza, agrupación y candidato que ha subrayado todos los errores de la clase política argentina, desde el caleidoscópico peronismo hasta las derechas tradicionales que alternativamente han gobernado el país sudamericano. Milei ha dicho que si los políticos en el poder y en la oposición no han sabido hacer su trabajo deben ser echados a patadas “en el culo”. Erróneamente, el diario español El País lo calificó, o repitió lo que flota en el ambiente rioplatense como un político “ultraliberal”. Desde la trinchera académica apuntamos que la suya es una agenda política que de liberal tiene poco, porque la libertad sin límites, la libertad que señalan laicos y clérigos respecto al accionar de la Iglesia Católica, la ultra-libertad en los mercados y en la economía, y la libertad disolvente en cuestiones culturales, de la familia y médica son formas de acción, postura ideológica u omisiones que poco tienen que ver con el liberalismo ortodoxo, que lo mismo se encuentra en el siglo XIX que ahora en los años 2000. Sin embargo, es una moda y lo concedemos, que en la arena política democrática (sic) contemporánea, viste mucho llamarse y ser considerado liberal.   El caso de Milei, es uno de los últimos en el panorama latinoamericano que protesta y tiene un amplio respaldo electoral frente a los sucesivos ciclos de bonanza y crisis que definen al cien por cien la historia de los países en América Latina desde la década de 1820. El hartazgo del electorado llevó en Perú a Pedro Castillo a la presidencia, vino el enésimo golpe y sus consecuencias políticas todavía siguen por verse. Los salvadoreños se decantaron por el discurso y ahora acciones represivas de la administración Bukele, pero debemos recordar el grado de violencia que no hace muchos años atrás desplegaban las diferentes “Maras” frente al pueblo de El Salvador. Las paradójicas derrotas acerca en refrendos constitucionales sufridas por el progresista presidente chileno Boric; la actual crisis de asesinatos políticos en Ecuador. Y así, en las últimas cuatro décadas, a lo largo del subcontinente, las ciudadanías han terminado por votar electoralmente al candidato que les promete un futuro mejor y que echa en cara todos los errores político-económicos del pasado, ello fue la ruta que en México siguió López Obrador para llegar a la presidencia y lo utiliza, con y sin razón, para explicar cuando un asunto no se resuelve o la crítica opositora se olvida de problemas morrocotudos surgidos en administraciones pasadas.  

Pero el mundo trastocado no solamente puede hacer la vida insoportable en países subdesarrollados, lo que está sucediendo en los Estados Unidos con los diversos juicios que enfrenta Donald Trump y colateral de ello, la innegable división política de los estadounidenses respecto a temas muy vivos y concretos como la migración, las abismales diferencias económicas, la violencia en los supermercados y escuelas, el integrismo religioso/moral y en sentido opuesto la realidad de grupos sociales que pugnan por otra sociedad con valores opuestos a los tradicionales en cuanto al sexo, la familia, todos ellos evidencian una confrontación con muchas ramificaciones en países europeos y que dividen al electorado contemporáneo. Para la esfera mexicana, la agenda temática y el proceder partidista de Vox en España es muestra palpable de lo que quiere en temas sociales esa agrupación tildada de extrema derecha, que paradójicamente y para este artículo, también habla de libertades conculcadas frente a los excesos que en el día a día practican, propugnan y aceptan a regañadientes la otra mitad de los españoles.

Si lo señalado arriba se refiere a discusiones político-sociales, el mundo arroja su otra faceta trastocada en el asunto -genuinamente vidente- de lo que hoy significa el cambio climático. Ya lo saben los lectores de Misión Política, la ONU dijo que este mes de julio fue el más caluroso desde que se tienen mediciones y que ello empeorará en el 2024 cuando se potencialice el fenómeno climático de El Niño. En México ya no existe la humedad cotidiana que lo mismo estaba en las mañanas de otrora Distrito Federal que en la región de Zongolica, el Bajío o en la dilatada serranía de la Madre Oriental. Llueve, pero no tanto como cuatro décadas atrás y a nivel mundial, especialmente para el hemisferio norte, los incendios en Europa, Canadá y en la subtropical Hawái, le han dado la razón al presidente Guterres para indicar que el plantea está en estado de ebullición; debemos reiterar que el cambio climático también se manifiesta en lluvias ciclónicas e inviernos extremos. Ello es toda la meteorología exacerbaba. 

¿Existe una solución hoy? Mi respuesta es negativa. Porque, aunque existen múltiples proyectos y realidades que combaten la contaminación ambiental -todos ellos muy loables y que pueden resultar en islas de bienestar como Suiza- el problema planetario es que el sistema industrial, de comercio y bancario que fundamenta y sostiene al capitalismo de la globalización, se sostiene por el consumo a máxima escala. ¿Por qué cambiar de celulares, automóviles, ropa, calzado con cada temporada? Porque ello es el aceite que hacer funcionar a la economía capitalista. El turismo contamina, la producción de baterías de litio y su desuso contamina, las carnes tamaño argentino contaminan por los eructos/pedos de las vacas, y así podría hacerse una enorme lista del consumo que caracteriza al mundo de la globalización. La reclusión producto del covid demostró que los delfines regresaban a los canales de Venecia, la movilidad controlada redujo los niveles de smog en el mundo y así con otros ejemplos. Pero, y reiteramos, la reclusión, el no consumo pusieron en jaque la economía mundial. Por ello y como están hoy las cosas: no hay remedio.                         

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