Otra modesta propuesta:
POR: CARLOS BORTONI
@_bortoni
Si bien no es el fantasma del comunismo, el cual claramente ha explicado la oposición que se encuentra atrapado entre las páginas de los libros de texto gratuitos de la SEP, en los cuales —como sesudamente señala Sergio Sarmiento— se promueve «una sociedad regida por la colectividad». Abro un paréntesis, porque probablemente no entiendan el peligro que esto implica y que con su infinita sabiduría alumbra Sarmiento, lo que la CuatroTe está haciendo con los libros de texto comunistas es fomentar que la mexicana sea una sociedad —una agrupación de personas, organizada para cooperar en la consecución de determinados fines— regida por la colectividad —por un conjunto de personas reunidas o concertadas para un fin— ¿Se dan cuenta del horror que ello acarrea? El gobierno quiere formar sujetos que vivan en sociedad y se comporten como si vivieran en sociedad. En fin. Ese no es el tema de esta columna. El tema es que, si bien el fantasma del comunismo no recorre México, porque recorre solo los libros de texto, hay un fantasma que sí recorre México, el fantasma de la disminución de la desigualdad, y debería preocuparnos tanto, o más que el fantasma comunista ¿Por qué? Porque el fantasma de la disminución de la desigualdad se está materializando, sentando sus reales sobre nuestro país e impactando directamente el principal activo de las clases privilegiada y aspiracionista, el de poder mirar con desprecio a todos aquellos que no pueden mantener —ni pagando a meses sin intereses— un tren de gastos excesivos e innecesarios. Me explico.
Mientras desde el gobierno y sus huestes afines de comentaristas, partidarios y simpatizantes que no se dan cuenta que cuando sus condiciones de vida mejoran no mejoran sus condiciones de vida porque así lo dice la sabia sabiduría del McPRIANRD, Claudio X y los defensores del sacrosanto derecho de la clase privilegiada a vivir en una realidad con la cual el grueso de los mexicanos no podrá siquiera soñar, festejan cínicamente la disminución de la desigualdad en nuestro país, festejan descaradamente que se pase de que los más ricos ganaran 21 veces más que los pobres en 2016, a que ahora ganen 15 veces más ¡Sólo 15 veces más! ¡Por vida de Dios, eso no es humano!, mientras celebran, como si hubiera algo que celebrar, que a pesar de la pandemia y la inflación —ese mecanismo a través del cual se mantiene el orden de las cosas para que nada se salga de su lugar— 5 millones de personas lograran salir de la pobreza, que en los hogares más pobres el ingreso aumentara en 19.3%, que en el ámbito rural creciera por encima del 30% y entre la población indígena —la misma a la que Xóchitl Gálvez pertenece sin pertenecer— fuera superior al 43%, sin afectar el incremento del ingreso en todos los hogares mexicanos que subió 11% y sin establecer impuestos sobre herencias y riqueza. En las casas y empresas donde la clase privilegiada explota a la clase explotada y donde trabaja la totalidad de la clase aspiracionista, lejos del pernicioso espacio público y ajenos al bien común, se sufre porque se siente que el otro, ese otro pobre y que difícilmente tenía lo suficiente para sobrevivir, se acerca a ellos, una cercanía que aún resulta bastante distante, pero cercanía a final de cuentas ¿De qué sirve pertenecer a la clase privilegiada si la clase obrera deja de formar esa reserva casi infinita para ser explotada al gusto de la clase privilegiada? ¿Para qué vivir pagando tarjetas de crédito, prestamos e intereses si la desigualdad se va a seguir reduciendo y será complicado distinguir entre clase obrera aspiracionista y no aspiracionista? ¿Para qué soportar las llamadas del banco queriendo cobrar si el nivel de vida de los mexicanos empieza a emparejarse?
Urge que nuestras comentócratas, mercenarios al servicio del capital, desquiten su sueldo. No es suficiente con que menosprecien los resultados de los que la ENIGH da cuenta, como lo hace Woldenberg —heroica llamarada de petate de la marea rosa— quien a regañadientes tiene que concluir que hay avances por parte de la CuatroTe. Tampoco es suficiente que proceres como Jorge Castañeda tengan el descaro de atacar la lucha en contra de la desigualdad centrándose solamente en la existencia del trabajo informal. No. No. No. No. No basta con ello, se necesita más, necesitamos que defiendan el noble derecho a la desigualdad, a distinguirse del otro por lo que uno gana y gasta, a humillar indirectamente al grueso de la población viviendo rodeado de lujos fatuos, mientras la gente muere de hambre, el derecho al derroche y el desperdicio patentado por los excesos de un sistema injusto e inhumano. Necesitamos que la oposición abierta y francamente salga a las calles, tome las cámaras, amenace con la salida de capitales del país si este gobierno sigue anteponiendo a los que menos tienen e insiste en aumentar el salario mínimo —el cual ha crecido un 90% desde que inició esta administración ¡Un horror! a la desigualdad hay que dejarla crecer, y si no lo hace, hay que incentivarla para que crezca, no contrarrestarla con el gasto social más alto de la historia mexicana, no aumentando los programas sociales. Necesitamos un PANismo que se comporte como PANismo, un PRIismo que sea PRIismo y un McPRDismo que siga asumiendo que mucho ayuda el que no estorba. Necesitamos que se detengan las reformas como la del outsourcing que permitió un aumento del 27.4% en el salario base de quienes antes vivían en condiciones cercanas a la esclavitud del subempleo. No es posible que la desigualdad sea atacada como nunca durante este gobierno. Mucho menos que se lo permita sin hacer nada al respecto.
Entrados en gastos: La clase privilegiada tiene que tomar el poder para salvar al resto de la población del resto de la población ¿Qué futuro les estamos dejando a nuestros hijos? ¿Qué incentivos tendrán quienes creen ciegamente en el echaleganismo y el granito de arena, para pensar solo en ellos mismos y no darse cuenta de que forman parte de un todo? ¿Para qué agachar la cabeza y pisar al otro? ¿Para que buscar el beneficio individual si desde lo colectivo se pueden generar cambios que mejoren las condiciones de todos? ¿Se dan cuenta de lo que se pone en entredicho al combatir la desigualdad? No es solo el nivel de vida de las personas, no es solo la imposibilidad de despreciar al otro porque” es menos que uno”. No. Se pone en entredicho el fundamento mismo de la sociedad capitalista, el incentivo inalcanzable que representa la imposibilidad de mejorar las condiciones de vida y la eterna promesa de poder vivir mejor, como aquellos que —por derecho de nacimiento— viven mejor que la mayoría, cobijados por la seguridad de nunca ver amenazados sus privilegios.
Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.