La Farsa del Mérito

 

Michael J. Sandel. La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común? Ed. Debate, Barcelona, 2021. 401 páginas.


DAVID MARKLIMO

Michael J. Sandel es el profesor de filosofía más famoso del mundo, quizá porque imparte en Harvard sin ser abogado, pero más que nada porque su curso “Justicia” inició eso que ahora conocemos como educación virtual. Fue tal el impacto del curso que, incluso China, lo nombró la persona extranjera del año. Sus postulados sobre cómo es más importante la comunidad que el individualismo, lo alejan de la tradición filosófica norteamericana. Es particularmente importante su libro El liberalismo y los límites de la Justicia, donde debate nada más y nada menos que con John Rawls.

Las sociedades occidentales padecen dos males relacionados, la desigualdad económica y la polarización política. En el marasmo resultante, gran parte de los trabajadores piensan que el trabajo que llevan a cabo ya no es una fuente de reconocimiento social. Así parece que hemos perdido de vista la noción clave del bien común, de si el trabajo es unicamente una cuestión económica o no. Así, en su último trabajo, La tiranía del mérito, Sandel analiza lo que sucede cuando la movilidad social se ha atascado. En la globalización, donde hay ganadores y perdedores, resulta inevitable la combinación de ira y frustración que alimenta la polarización y la protesta populista, además de reducir la confianza en las instituciones y en nuestros conciudadanos. Así no podemos hacer frente moralmente a los retos actuales.

Sandel trata de indagar en la presunta justicia que hay tras la meritocracia, dedicando el libro a tratar de mostrarnos el porqué es una decisión errónea basar en ella nuestra sociedad. Para reforzar su argumento, aboga por los efectos indeseados que pueda tener instaurar una meritocracia ideal, utópica: aquellos que han llegado a lo más alto, inevitablemente acabarán por creerse que esto es así porque se lo merecen, desarrollando un inevitable sentimiento de soberbia, mientras que los que se han quedado abajo engendrarán una inquina y un resquemor contra la cima de la pirámide que tarde o temprano tendrá que explotar de alguna forma, aunque sea de una forma pacífica en forma de sensación de inutilidad. Una forma de entenderlo más práctica tiene que ver con la pandemia de la Covid19: aquellos trabajadores que pudieron migrar al teletrabajo (es decir, aquellos que logran manejarse en la globalización) sobrevivieron. Aquellos trabajadores cuyas funciones se limitaban al comercio local, lo que no era global, fueron los más perjudicados. En la meritocracia, entonces, ya no importan tanto las ideologías derecha e izquierda. Le concierna más la disyuntiva abierta o cerrada.

Sandel aduce que, por lo tanto, la meritocracia como tal, o no existe, o no se puede llevar a cabo en el contexto actual. En los años críticos años 80 de Reagan y Thatcher dio inicio lo que le ha dado en llamar “credencialismo”: la importancia de verse reconocido socialmente por tener un título universitario. Esta distinción es hoy día más visible que cualquier otra discriminación por razón de sexo, raza o género. No hay más que fijarse en los méritos aportados por los alumnos para entrar en las universidades para darse cuenta que ese es un sistema fallido.

Para superar las crisis que asedian nuestras sociedades hemos de repensar las ideas de éxito y fracaso que han acompañado la globalización y el aumento de la desigualdad. La meritocracia genera una complacencia nociva entre los ganadores e impone una sentencia muy dura sobre los perdedores. Sandel defiende otra manera de pensar el éxito, más atenta al papel de la suerte, más acorde con una ética de la humildad y la solidaridad y más reivindicativa de la dignidad del trabajo. Con esos timbres morales, La tiranía del mérito presenta una visión esperanzadora de una nueva política centrada por fin en el bien común

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