*En la invasión de Rusia a Ucrania, 18 Periodistas han Fallecido
*Pero en la Guerra no Declarada en la República son Decenas
*En México, por lo Regular, son Asesinados por Sicarios de los Cárteles
*O por Órdenes de Gobiernos Estatales y Presidentes Municipales
*Como no se Investiga, no se Sabe Quién Paga por Callarlos
*Y las Descalificaciones Desde Palacio Nacional Contribuyen a los Crímenes
GERARDO LAVALLE
Probablemente el nombre Rotislav Juralev no le diga nada o le diga mucho.
Dependerá de la óptica con que se mire y la información que tenga usted registrada.
En una guerra entre países –lo mismo entre dos que entre treinta-. La única forma de estar enterado de manera objetiva, es la información generada en el lugar de las batallas.
Obtener la información de primera mano o estar presente en el lugar de los hechos cuando las balas de grueso calibre, las explosiones producidas por las bobas arrojadas desde veloces aviones o sofisticados drones o el terreno está sembrado de minas, no es tarea fácil.
Quienes arriesgan la vida para mantener informado al mundo, saben que ser corresponsal de guerra es un empleo de alto riesgo.
No son asesinados arteramente. Son víctimas por estar en la hora y el lugar equivocado en aras de tener la nota que habrán de escribir para publicar en los rotativos, grabar las imágenes que se difundirán en las televisoras, los audios y los breves y en ocasiones largos textos en sus redes sociales.
Hacen su trabajo de manera profesional. Sin inclinar la balanza que muestre preferencias o manipulación en la información. Para eso están los periodistas de las agencias oficiales de cada país. Los enviados especiales, como se les llama a quienes, desde Pekín o Washington, Moscú o Brasilia; Turquía o Alemania; México o Francia, solamente tienen un compromiso: plasmar la realidad.
El nombre de Rotislav Juralev, era conocido en Rusia. Formaba parte de la agencia RIA Novosti.
Recibió la orden: cubrir la guerra entre su país y Ucrania. Cumplía con su misión: dar la visión de lo que hacían las fuerzas armadas rusas y describir las acciones del “enemigo”.
Las guerras cobran vidas, Cientos, miles. Y de entre ellas, están las de los periodistas que escogieron el camino de viajar a las zonas en guerra, porque la adrenalina les permite relatar lo que viven los habitantes de cada país atacado o atacante.
Cuando las guerras o invasiones se generan, todo mundo sabe cuándo iniciaron. Nadie sabe la fecha en la que las banderas blancas ondearan los espacios. Los que se rinden, se entregan. Los que vencieron, festejan.
Y los periodistas, los corresponsales de guerra, lo mismo reseñan el olor de la muerte y la sangre, que el bouquet de las bebidas y manjares servidos para festejar la victoria.
Eso pasa en las guerras.
En la invasión de Rusia a Ucrania, durante los 17 meses que lleva cayendo metralla en el territorio menos 18 periodistas han fallecido en el cumplimiento de su deber. Arriesgado deber.
Todos ellos han recibido reconocimientos. Homenajes. Colocación de placas en sus redacciones. Y exigencia de sus gobiernos, atacante o atacado, para esclarecer sus muertes.
La Zhuravliov provocó la reacción del Kremlin a nivel mundial. El reclamo llegó al salón de sesiones de la ONU en donde el representante ruso demando la intervención y sanciones a Estados Unidos y Ucrania porque el periodista murió a causa de un ataque con bombas de racimo ocurrido en Odesa.
Centenares de medios de diferentes país se sumaron al reclamo.
¿Pero qué pasa con los periodistas que viven en un país en donde no hay guerra declarada?
MÉXICO, PAÍS
DE ALTO RIESGO
Sin que medie una declaratoria de guerra emitida por el Gobierno o por los rebeldes –el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional- o la iniciada para combatir el crimen organizado y el narcotráfico, México se ha convertido en territorio de alto riesgo para el ejercicio del periodismo.
Mientras Reporteros sin Frontera registra 11 fallecimientos de periodistas en los 17 meses que lleva la invasión rusa a Ucrania, en México Artículo 19, en el mismo lapso, contabiliza 24, de los cuales 7 son en este 2023.
Ninguno murió en una batalla formal por conquistar un territorio. Tampoco por formar parte de rebeldes invasores. Menos aún es integrante del crimen organizado o el narcotráfico.
No.
Fueron asesinados por sicarios de los cárteles o por órdenes de gobiernos estatales y presidentes municipales.
No se sabe bien a bien quien paga por callarlos para impedir la publicación de informaciones que ponen al descubierto los nexos de políticos y empresarios con células criminales.
Aunque oficialmente se “abren carpetas de investigación” en las Fiscalías estatales y en algunos casos de notoria relevancia y por la difusión que los medios locales o nacionales hacen de los hechos, los casos son atraídos por la Fiscalía General de la República.
Los resultados son nulos.
Si bien es cierto que el asesinato de periodistas podría retrotraerse al 30 de mayo de 1984 con el ataque que le costó la vida a Manuel Buendía, no hay año en que no se mate a un periodista.
Desde 2000 el número de profesionales del periodismo, en diversos estados del país, va en aumento. Y durante los mil 312 días del actual gobierno la cifra alcanzó 53, de los cuales 7 se han cometido en los meses de este año.
A diferencia de lo que ocurre con los corresponsales de guerra asesinados por los bandos que participan, en México por regla general se utilizan dos formas para explicarlos.
1.- Estaba ligado al crimen organizado o,
2.- Nadie reconoce la realidad.
En el Kremlin, el presidente Putin, su canciller Serguéi Lavrov y la vocera del Kremlin, María Vladímirovna Zajárova, han reclamado a “occidente” por la muerte del periodista.
Aquí, con resistencias, el presidente López “envía pésames” a los familiares de los periodistas asesinados y hasta ahí.
Existe un mecanismo para proteger a personas defensoras de derechos humanos y periodistas que no funciona. Tanto unas como los otros, son víctimas de violencia que termia por quitarles la vida.
En estos cuatro años del sexenio, los registros de organizaciones civiles apuntan 234 asesinatos de quienes “están protegidos” por el instrumento que depende directamente del subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas Rodríguez.
Y ha correspondido a la secretaria de Seguridad Ciudadana, Rosa Isela Rodríguez, “informar” en las conferencias matinales sobre los “avances” que registran las investigaciones abiertas por los homicidios dolosos de periodistas.
Se dan a conocer que “hay cuatro detenidos…” “ahora se identificó a los agresores…” “avanzan las indagatorias sobre el caso…”
Así, sucesivamente.
Es difícil, casi imposible, encontrar información oficial y veraz sobre los detenidos y sus sentencias. En la mayoría de las ocasiones se presume que los aprehendidos son “chivos expiatorios” para tranquilizar al gremio.
¡NI UNO MÁS! UNA VOZ
EN EL DESIERTO
Cada asesinato de un periodista despierta la ira de los compañeros.
Se organizan y, en los estados donde se cometieron los asesinatos, marchan por las principales avenidas del municipio y ante la falta de atención se dirigen a las capitales y llegan hasta las instalaciones de las Fiscalías y claman:
¡Ni uno más!
Un clamor que se pierde en el desierto de la burocracia y el desinterés del gobierno federal, al que imitan los estatales y de éstos toman enseñanzas los presidentes municipales.
Reporteros sin Frontera ha sostenido que México es el país más peligroso para ejercer el periodismo.
Al cierre de 2022 la organización global confirmó que por cuarto año consecutivo México encabeza la lista al sumar 11 periodistas asesinados, tres más que en Ucrania, de acuerdo con el balance anual que publicó.
No obstante las condenas en el país y eventualmente en la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, titular del gobierno de la República se encoge de hombros y desdeña los hechos.
De acuerdo con estudios realizados por Artículo 19, Mexicanos Contra la Corrupción Y la Impunidad, Reporteros sin Frontera y Greenpeace, entre otros organismos civiles, las descalificaciones del presidente de México hacia los medios y los periodistas es un estímulo para acallar a quienes desde los medios de comunicación critican las acciones del gobierno.
Los crímenes en contra de periodistas ocurren en las entidades federativas, principalmente en Veracruz, Chihuahua y Sinaloa.
El atentado sufrido por el periodista Ciro Gómez Leyva el 15 de diciembre de 2022, levantó ámpula y desde el Salón Tesorería se indicó que tendría protección. Han transcurrido 7 meses y 31 días y es momento en que las indagatorias no llegan a quien lo haya ordenado. Sí, hubo detenidos y varios de ellos fueron liberados por los jueces al no presentar los fiscales las pruebas de culpabilidad mientras las defensas comprobaron la inocencia de sus clientes.
En el gobierno actual, todo cambió para seguir igual… o peor.
El grito de ¡ni uno más! está ahí y nadie lo escucha.
Los nombres de los periodistas asesinados, la larga lista que los contiene, quizá tampoco le digan nada. Sin embargo, su ausencia se nota, se siente. Los callaron para siempre.