ALFREDO MEJÍA MONTOYA
Los tiempos se le agotan al inquilino, que aún sin renovar estancia en palacio nacional, por la prohibición constitucional de la reelección, intenta a toda costa quedarse a esperar el próximo mandato, y él quiere ser de nuevo el protagonista, ya sea mediante un albazo a su gobierno (previamente concertado), un golpe de estado democrático (también concertado o acción unilateral del Ejercito), o mediante la pérdida de las garantías individuales como caso de excepción, ante posibles revueltas de sus pandillas de barrio ante una posible y eminente triunfo de la Oposición contra el partido oficialista. López no está preparado para perder, en los últimos cinco años ha ido preparando su postura en el poder, ser único, absoluto y totalitario.
Los ciudadanos, los grupos afines y antagónicos de su partido, han visto cómo ejerce el poder aún en contra de los suyos y obliga a que hagan su voluntad, aún en contra del estado de derecho, ejemplos los tenemos en cualquier escrito emanado de su escritorio, así tenemos todas las iniciativas de ley que propone no cuentan con el aval de las bancadas de Morena en el congreso, obligándolos a aprobar las disposiciones legales que considera pertinentes para su perpetración en el poder, sin que le cambien ni siquiera una coma, medularmente las reformas al Instituto Nacional Electoral (INE).
Desde hace meses inició la gran batalla por el poder; del poder democrático, del poder político o del poder de cambiar las instituciones, modificarlas, hacerlas más eficientes o destruirlas que es lo que ahora mismo está ocurriendo, y no nos referimos a las instituciones materiales, sino a las verdaderas instituciones jurídicas de carácter formal, que han servido de soporte en el actuar democrático, político, social y económico del país.
Esas instituciones, por las que ha habido mártires, héroes y mexicanos ejemplares para constituirlas, por la democracia, por el bienestar social, por la justicia, o por los más vulnerables, los pobres, que son constantemente utilizados en el discurso politiquero del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero no intenta acciones para que salgan de la pobreza, simplemente los utiliza como bandera.
Nuestro país se ha convertido en una tribuna donde no se hace nada por los pobres, de lo que debería hacerse, esto es, implementar una política pública con la que deberíamos estar de acuerdo por la constante lucha que el pueblo ha librado en mil batallas desde nuestra independencia, la reforma y la revolución y ellos siguen igual … de pobres. Con López los pobres no solo no han reducido la brecha de la pobreza, sino que cada vez hay más y se hunden hacia la pobreza extrema y su número escala en todo el territorio nacional.
López “. . . promete a los pobres la igualdad económica de todos, pero lo que hace es mantenerlos con la esperanza eterna de salir de pobres. (o sea, que nunca los dejarán porque son su base electoral) y crea mucho más pobres, mientras que la cúpula del partido se enriquece obscenamente a costa de la destrucción del país”.
Ahora, esas señales inequívocamente nos llevan a sugerir que estamos entrando en un laberinto político de un régimen totalitario.
Supuestamente así comienza la reestructuración del país, con la mal llamada cuarta transformación, de la cual solo ellos saben porque cuarta y del porque transformación, aunque si somos francos, sí están transformando la vida política, social y económica del país y por supuesto las consecuencias, son que lo están destruyendo.
Una transformación que lentamente va tomando forma hacia un totalitarismo político dirigido por un solo partido y un solo hombre, el populista presidente Andrés Manuel López Obrador, destruyendo las instituciones que le estorban, eliminando los contrapesos en cada uno de los tres poderes federales. En el Poder Legislativo con la mayoría y con el Poder Judicial de la Federación no tiene la mayoría de los Ministros afines a sus intereses.
Considerando que el totalitarismo es un régimen en el que un único partido político gobierna con poder absoluto sin ningún tipo de limitaciones, bajo el mando de un solo hombre. El totalitarismo prescribe al Estado, ideologías, agrupaciones o movimientos donde la libertad no tiene vigencia y en el cual el Estado concentra todos los poderes de manera total sin respetar divisiones ni garantías individuales.
La figura de un líder o un presidente de partido resulta clave en este tipo de regímenes y su oposición representa la encarcelación, represión o muerte. En el ejercicio de este régimen se da el abuso de poder, la ausencia de los derechos humanos, el dominio de los medios de comunicación y la intervención del sistema educativo, a fin de formar y moldear a la sociedad con los diversos mecanismos de control para que obedezca las órdenes del líder.
Si consideramos algunas de las características de un régimen totalitario, será imposible evitar las coincidencias que se manejan desde las pláticas matinales por el inquilino de palacio.
El régimen lo conforma el partido oficialista; contar con la imagen de un líder fuerte desde la propaganda política; la no división o no separación de los tres poderes del Estado, por ello se le dice «Estado Totalitario«; la ausencia de derechos individuales, de libre opinión o de intervención en la política del pueblo; no existe la libre elección de culto y de educación (prácticas sometidas al régimen de turno); abuso de la propaganda política y de los medios de comunicación masivos, con fines estratégicos para ejercer el control y la represión social; la censura a la opinión pública y de cualquier tipo de información en los medios de comunicación que no provenga del Estado; el control y el manejo de la economía por parte del Estado, que se apodera de las propiedades privadas y de las corporaciones de la Nación; la adopción de ideales políticos, ya sea de izquierda o de derecha, para ejercer el régimen totalitario (no es una ideología de por sí, es un modo de gobernar bajo determinados ideales).
A cinco años del inicio del gobierno, Andrés Manuel López Obrador perfila al país a un régimen político dirigido por un solo partido y un solo hombre, sin contrapesos, con la eliminación de organismos autónomos que le estorban a su proyecto.
Por lo tanto, el futuro de las instituciones, del estado de derecho, la estrecha vinculación con la democracia corresponde a los mexicanos, al pueblo defender y ser el detonante de que los contrapesos prevalezcan en el ambiente político, en beneficio de las mayorías, y solo podrá darse si aplicamos la máxima constitucional en el sentido de que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno” (sic).
Debe considerarse la diferencia entre Autoritarismo y Totalitarismo, aunque el autoritarismo y el totalitarismo parezcan conceptos similares, existen diferencias. El autoritarismo es un régimen de gobierno en el que una sola persona o dictador, establece las medidas a tomar y decide por sobre la mayoría; en lugar de basarse en una ideología a través de un partido político, por ello hablamos de totalitarismo…
No pasa desapercibido y el pueblo se percata de ello en la historia del país, que se liberó de unos (PRI) y llegaron otros iguales o peores, y de nuevo a la lucha, de nuevo a remar contra corriente, contra los malos gobiernos, los malos gobernantes, con crímenes y traiciones, pasando por varios de ellos y el país más bien parece un botín que una institución a la que debía erigirse y rendirle respeto para sentirse orgulloso de ser mexicano.
“Entre un Gobierno que lo hace mal. Y un pueblo que lo consiente. Hay una cierta complicidad vergonzosa.” Víctor Hugo
Cada vez, estamos más cerca de que sea posible cambiar la historia y efectivamente hacer historia por el México que queremos, con un plan inicial: “la reconstrucción del país en seguridad, economía, salud, educación, comercio exterior, diplomacia en el concierto internacional de las naciones, etc. …”
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