La Persecución de Opositores, una Réplica de los Dictadores Populistas

*Hubo Intentonas de LEA y CSG de Seguir Saboreando las Mieles del Poder

*Aquel Nuevo Partido del Siglo Pasado, “Solidaridad”, Algo muy Similar a Morena

*Como en Varios Gobiernos Populistas los Pobres son la Clave Para Mantenerse en el Poder

*También la Persecución de Adversarios Como lo Hicieron Stalin, Hitler, Franco y Mussolini

*Hoy, la Estigmatización de las Clases Sociales Muestra la Tendencia Autoritaria

*En México se ha Revivido la Lucha Entre los Burgueses y el Proletariado

*El 90% del Personal del Gobierno de AMLO Tiene Origen: el PRI y el PRD

*La Nueva Edificación se Lleva a Cabo con los Mismos Ingenieros y Albañiles del “Viejo Régimen”

JESÚS MICHEL NARVÁEZ

 

La Revolución Francesa hizo girar al mundo político 180 grados y terminó con lo que se conoce en la literatura política con “Ancien Régime”, Antiguo Régimen. No existe la definición de “viejo régimen”, como lo llama el presidente mexicano al pasado mediato. El triunfo del movimiento social en Francia derribó el antiguo régimen y tomó la forma de democracia, sistema político surgido en Grecia en el siglo V a.c.

Veinticinco siglos después, la democracia es el camino para desarrollar a los pueblos mientras las monarquías absolutas, que controlaban todo y solamente el Rey o la Reina ordenaban a los súbditos y eran obligados a obedecer ciegamente, han ido despareciendo al igual que los dictadores que, por sus formas de gobernar, permanecen en el poder desde que lo toman hasta que mueren y en muchos casos lo heredan hasta en dos generaciones.

La historiografía pone énfasis en la destrucción del antiguo régimen para dar paso a la democracia en la que los de abajo pudieron estudiar, trabajar con libertad, abandonar la postura sumisa, ser juzgados en igualdad con los nobles y poseer tierras al repartirse los feudos.

En nuestro país, la Revolución Mexicana sepultó el antiguo régimen que si bien contaba ya con leyes y Constitución, perdió el rumbo con la dictadura de Porfirio Díaz. Desde entonces, no ha existido dictadura en México. Quizá la acertada definición de Mario Vargas Llosa encaje en las ansias del presidente López Obrador por “cambiar el viejo régimen”. Aquella elegante, pero lapidaria expresión: México es una dictablanda, definió la estancia de un partido de Estado que, a pesar de tener el control de los poderes, abrió las posibilidades de coexistir con las oposiciones y terminó entregando el poder al partido que nació para combatir al PRI: el Partido Acción Nacional.

LAS TENTACIONES

NUNCA CEDIERON

A partir del triunfo de la Revolución Mexicana, coronado con la promulgación de la Constitución de 1917, cuyo contenido mayormente tomado de la de 1857, se estableció el marco jurídico en el tipo de país que querían los mexicanos.

El movimiento social encabezado por Francisco I. Madero cumplió el cometido por el cual surgió: derrocar al dictador, elecciones libres, voto secreto, división de poderes real, respeto a la legalidad y, lo fundamental: sufragio efectivo, no reelección.

Sin embargo, apenas 11 años después de promulgada la Carta Magna, la ambición de poder, de disfrutarlo, de mostrar que todo se puede reformar, llevó a Álvaro Obregón a reelegirse… no logró beber de las mieles de nueva cuenta. Su muerte marcó el inicio de las instituciones y casi el final de los caudillos. Plutarco Elías Calles pretendió el regreso de la dictadura disfrazada de “maximato”.

No obstante que en el mundo florecía la democracia, en México se mantenían los gobiernos militares que impedían el acceso de los civiles al poder público. Quienes gobernaron el país y provenían de las fuerzas armadas, todos ellos con cartas de presentación de haber participado en la victoria de la Revolución Mexicana, los compromisos de los caudillos del movimiento: Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, entre los más connotados, no se cumplieron o si lo hicieron fue en mínima parte.

Deberá admitirse que después de la reelección de Obregón, jamás se tocó el artículo 83, salvo para correr la fecha de toma de posesión y terminación de mandato. La reforma que permitió el nuevo periodo de sonorense, fue borrada y se regresó al texto original: 

El Presidente entrará a ejercer su encargo el 1o. de octubre y durará en él seis años. El ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto.

Sin embargo, las intentonas por seguir saboreando las mieles del poder, alcanzaron a Luis Echeverría y a Carlos Salinas de Gortari, quienes buscaron las formas para permanecer en el cargo cuando menos un sexenio más que, dependiendo de la estabilidad del país, podrían haberse convertido en una repetición del porfiriato.

Probablemente el presidente López Obrador toma a pie juntillas el punto de vista de los reaccionarios enemigos de la revolución francesa, el término Antiguo Régimen fue reivindicado con un dejo de nostalgia, siguiendo el tópico literario del “paraíso perdido”: cualquiera tiempo pasado fue mejor. Talleyrand dijo que “los que no conocieron el Antiguo Régimen nunca podrán saber lo que era la dulzura del vivir” y por ello su maniqueísmo para no regresar al “paraíso perdido” en el que los potentados tienen todo mientras los pobres no tienen nada. 

Sin embargo, desde el triunfo de la Revolución Mexicana, el reparto de tierras, los apoyos a los campesinos, la creación de instituciones de seguridad social y salud; la obligatoriedad del Estado para brindar educación laica y el crecimiento exponencial de una pujante clase media, reconstruyó parte del espacio destruido para derribar al dictador.

En el ejercicio de la democracia, México avanzó con lentos pasos y no fue sino a partir de la rebelión de los médicos, de los maestros, de los estudiantes, que las puertas del poder público se comenzaron a abrir. No por decisión de los presidentes, sino por la exigencia de la sociedad.

Desde 1994, cuando se perfilaba Salinas de Gortari para seguir en el poder y que, incluso, diseñó la creación de un nuevo partido “Solidaridad”, algo muy similar a Morena, han trascurrido 29 años y gobernado 4 presidentes que respetaron el mandato constitucional y sin mayor resistencia entregaron la banda presidencial al sucesor.

El actual mandatario tiene su proyecto político y no importa a qué costo, quiere el continuismo, no la continuidad.

Pregona a los cuatro vientos, siempre impulsado por la pregunta sembrada o por el “clamor de los ciudadanos”, que es un demócrata y no se reelegirá y que será el “pueblo el que decida al candidato de Morena y al sucesor”.

GERMINANDO LA 

SEMILLA SEMBRADA

Con un liderazgo sin precedente desde el triunfo de la Revolución Mexicana y sin ocultarlo e incluso reconocerlo públicamente, el mandatario actual ha mostrado sus preferencias políticas

Al revisar las “buenas relaciones” que lleva con Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel, Lula Da Silva, Daniel Ortega, Alberto Fernández, Gustavo Petro, Xiomara Castro y en menor medida con Gabriel Boric, no es difícil imaginar las charlas entre ellos y los mecanismos que utilizaron algunos de ellos para perpetuarse en el poder.

Los logros fundamentales de la Revolución francesa fueron 3 y prevalecen: proclamó un ideal ético y político con tres principios que, para bien, forman el eje de la democracia y la sociedad modernas: la libertad, la igualdad y la fraternidad.

En los países mencionados, excepto Chile, la polarización entre las clases sociales, provocada por medidas autoritarias tomadas por los gobiernos populistas –todos presumen ser de izquierda-, se ha vuelto un referente para los estudiosos de la política.

México ha vivido en estos últimos 4 años y 10 meses, en una polarización generada por prurito de “por el bien de todos, primero los pobres”, frase idéntica utilizada por Hugo Chávez y Gustavo Petro. Bajo un esquema diseñado para que los gobernantes populistas se mantengan en el poder, se ha fortalecido la persecución de adversarios-enemigos de los mandatarios. Una escuela surgida en la época medieval, rescatada por Stalin, Hitler, Franco, Mussolini, Stroessner, Castro, Fujimori, entre otros y ahora seguida por Ortega, Maduro, Díaz-Clavel y ahora por López Obrador.

LOS BURGUESES,

A LA GUILLOTINA

En los tiempos actuales y bajo la conducción política de Andrés Manuel López, la estigmatización de las clases sociales muestra la tendencia autoritaria, autócrata que se pretende imponer. Incluso, es notoria la persecución de exfuncionarios públicos del inexiste “viejo régimen” y de empresarios cuyas acciones, probablemente, los llevaron a la cárcel

Se ha revivido la lucha entre los burgueses y el proletariado aderezado por la presunta preferencia presidencial de luchar contra la corrupción, la mentira, el saqueo.

Sin embargo, en esa reyerta no solamente han perdido los poderosos ricos –salvo los favoritos del presidente- sino todos. El ataque a los aspiracionistas ha incrementado el número de pobres, reducido los empleos formales y aumentó la informalidad. En aras de destruir todo lo edificado en décadas y que no forman parte del “viejo régimen”, el sistema de salud colapsó –en gran parte por la pandemia de Covid-19-, la educación sufrió descalabros de los cuales manan ríos de sangre; la seguridad se perdió y los criminales tomaron parte del territorio nacional y lo gobiernan.

La política gubernamental no varía un centímetro y, por el contrario, arrecian las agresiones a todos aquellas que no forman parte de la cuatroté. Los periodistas mueren todos los días y desde el escenario de los monólogos matutinos se envían pésames, pero nada se hace para evitar colocarles la diana en la espalda, en la cabeza, en el pecho. Desde ahí salen las palabras que ponen en riesgo la vida de los comunicadores, aunque no sean burgueses.

EL NUEVO RÉGIMEN

CON LOS DEL PASADO

A lo largo de su mandato, que ya se considera una tragedia para la democracia, las libertades y el país, se ha presumido que se construye un nuevo régimen en el que no caben la mentira, el engaño ni el robo. 

La nueva edificación se lleva al cabo con los mismos ingenieros, arquitectos, maestros de obra y albañiles del “viejo régimen”.

El 90 por ciento del personal que conforma el gobierno de Andrés Manuel López tiene el mismo origen: el PRI y el resto tiene etiqueta del PRD, pero con la salvedad de que la mayoría también se formó en el tricolor.

Confiado en su poder de convocatoria, que nadie le regatea, el presidente supuso que su gobierno pasaría a la historia como “el mejor que ha tenido México” y con el paso del tiempo, la realidad está más presente que nunca.

En 2021, en junio, decidió abrir su empresa fabricante de corchos y corcholatas. Sacó el mazo de naipes y los arrojó sobre la mesa. Eran 19 cartas. Con el tiempo, quedaron cuatro y dos comodines. Enseñaba el control absoluto del ejercicio político. Controlaba el Legislativo y el Judicial le hacía caso. Las elecciones de aquel año, lo tambalearon. Perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y comenzó a vivir el calvario que jamás peso en recorrer.

Todavía confiaba en el continuismo de su proyecto.

Para eso construía el “nuevo régimen”.

Un edificio con tabiques pegados con saliva –y le sobra- y materiales del “viejo régimen” por lo cual con el terremoto del Factor X, se resquebrajó lo suficiente como para apuntalarlo atacando a los adversarios políticos y dejando atrás la democracia que se enriquece con las oposiciones e impide el surgimiento de una dictadura.

El nuevo régimen tiene cimientos, varilla y tabiques el viejo régimen.

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