Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Pretender concretar una quimera ratifica que se vive en el mundo paralelo a la realidad y que nadie sabe en dónde está.
Desde la campaña y más tarde desde Palacio Nacional, se ha insistido en que para derrotar la violencia, la leva de los jóvenes por parte de los criminales, se deba atacar el “problema de raíz”.
Y así surgen programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, becas para la Universidad Benito Juárez y apoyos a familiares.
Sin embargo, en el mundo real queda demostrado que la raíz está en lo profundo, quemándose por el fuego de satán y los programas no tienen el agua o la arena suficiente para apagarlo. Por el contrario, parecieran ser bidones de combustible los que se arrojan.
Podría entenderse que la mala yerba solamente se elimina arrancándola de raíz y de esa manera impedir que destruya las cosechas de sembradíos para alimentación. El problema es que, como dice el refrán, yerba mala nunca muere, aunque en este caso hay quienes como aquellas malas matas, sí encuentran la muerte y de manera violenta.
Por ello, cuando Alejandro Encinas Rodríguez, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, sostiene que los criminales han construido una base social en las comunidades menos desarrolladas pero con el desarrollo social en comunidades pobres los malandros perderán el respaldo de los pobladores, no deja de ser una quimera, insistimos.
El gobierno ha equivocado el camino y no entiende a los jóvenes “aspiracionistas” que anhelan tener un auto convertible, un Rolex, traer en la cintura un arma, beber y comer como rey aunque eso no garantice el buen gusto y vestir prendas de marca que tampoco los convierten en maniquíes de la moda.
En la mente perversa de los austeros franciscanos cuatroteitsas se anida la idea que con poco dinero, pero legalmente ganado, aquellos y aquellas que se incorporan primero al grupo que conforma la base social que protege a los malandros y, después, son parte de las bandas delincuenciales, regresarán al redil y se convertirán en ejemplo para otros jóvenes.
Hasta ahora, con los miles de millones de pesos gastos en los programas sociales para arrancar der raíz la mala yerba, no pueden considerarse exitosos. Más bien podría decirse que han sido un fracaso.
Y las bases sociales construidas por los criminales, los narcos, no se formaron ahora. Tienen décadas edificándolas con apoyos, éstos sí con suficiencia, a los pobladores de comunidades no solamente pobres sino hasta de clase media.
Ellos, los malandros, no esperan que una persona reciba atención médica en el Insabi o en el IMSS-Bienestar, porque saben la calidad del servicio y el trato que se da a quienes no tienen recursos para pagar un médico o comprar los medicamentos. Ellos actúan y pagan lo que sea. Para eso tienen recursos.
Esa gente, la de la base social, no va a cambiar y mantendrá la protección para los malandros cuando la necesiten.
Cuando los soldados, los marinos y demás entes de “seguridad” aparezca en algún poblado donde se halle algún criminal buscado y ante la pregunta de quiénes los protegen se escuchará el coro: Fuenteovejuna.
¿Cuántas comunidades, base social de los criminales han renunciado a seguir siéndola?
Sería bueno saber y que fuera el señor Encinas el que informara cuántas zonas se han desentendido del apoyo a los que, en su momento, les tendieron más que la mano.
En caso de que encuentre una, que lo haga saber. Y bueno sería conocer el número de jóvenes de ambos sexos, que han sido redimidos mediante una dádiva, importante para muchos y miserable para quien probaron las mieles pasajeras de la riqueza.
Seguramente tiene “otros datos”.
Porque el crecimiento exponencial de la leva de jóvenes, secuestros y voluntarios para convertirse en halcones, choferes y aprendices de sicario, existe, es real y no una quimera.
El autoengaño no engaña a nadie sino a uno solo: al que se lo cree mirándose en el espejo para recibir confirmación.
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