Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
De tanto repetir la acusación sin pruebas y solamente sustentada por los “informes de sus gargantas profundas”, sale a flote que Claudio X. González, el empresario más odiado por el presidente mexicano, nada tiene qué ver con la decisión que habrá de tomar la ciudadanía para elegir a quien será el “representante” del Frente Amplio por México y que derivará en la candidatura presidencial de Va por México.
Nadie discute y hacerlo sería una torpeza, que el empresario tiene voz y voto en la organización de las oposiciones; sin embargo, en cuanto a los partidos políticos son sus dirigencias y acaso algunos militantes, quienes deciden a cuál persona, hombre o mujer, la nombran candidata para algún cargo de elección popular. Hasta ahora, ese ha sido el método seguido por la triada partidista que busca superar al o la aspirante presidencial en los comicios de 2024, cuando el relevo llegue a pesar de las ambiciones frustradas de seguir en el cargo por parte del inquilino de Palacio Nacional.
El método, que no ha gustado a personajes como Lilly Téllez, la primera en alejarse del Frente, seguida por Claudia Ruiz Massieu y más tarde por Alejandro Murat y Gustavo de Hoyos, es inédito en un país como el nuestro. Hay que reconocer la participación de cuando menos 256 organizaciones de la sociedad civil, cuyos representantes han sido escuchados y sus propuestas incorporadas. Si bien hay puntos que no satisfacen a los que hasta ahora se han inscrito a fin de participar en la recolección de firmas, debates y foros, lo han hecho y harán porque confían en sus capacidades y encontrar eco en los ciudadanos.
Por desgracia, el método no agradó a los políticos porque, como siempre, cada cuál siente estar por encima de los demás y suponen que con sus experiencias en el ejercicio de la gobernanza deben estar en la primera fila y por tanto ser, cualquier de ellos o ellas, quien aparezca en las boletas electorales de 2024.
Quienes así piensan, no entienden que la única posibilidad de ganarle al o la candidata de Morena y adláteres, es escuchar a la sociedad y aceptar el resultado de las encuestas, de los estudios de medición después de los debates y los foros. Solamente unidos, y no es slogan ni hueca frase, lograrán el beneplácito de los mexicanos con derecho a votar.
Aferrarse a ideas propias sin admitir las de otros (tras) reflejaría la inconsistencia entre sus decires y sus haceres.
En las reuniones con quienes diseñaron el método, se escucharon todas las propuestas y se optó, si usted lo considera así, por la menos mala y con mayor transparencia.
Imitar el método de Morena con cuyas encuestas nadie del Movimiento está de acuerdo excepto los que resultan beneficiados, sería el suicidio no solamente político de los aspirantes en el FAM, sino de quienes creen en la democracia y apuestan a recuperarla en su totalidad, aunque sean tachados de “corruptos, clasistas, aspiracionistas” y demás epítetos proferidos por el antes de lo que piensa tendrá que irse y dejar los lujos de un Palacio para vivir en los superiores de su muy querida finca en Palenque.
Desde la óptica de alguien que no milita en partido alguno -jamás he pertenecido a uno- y tampoco formar parte de agrupaciones de la sociedad civil, la actitud triunfalista de algunos aspirantes que ya se inscribieron, como el caso de Santiago Creel, comienza a producir desencanto entre los ciudadanos.
¡Hay que cuidarlos!
Son los únicos que salvarán al país, no los dirigentes ni sus partidos políticos.
Desdeñarse entre los aspirantes, cuestionar el método porque sus cuentas no les salen -la recolección de firmas los puso a temblar- y hacer públicos los desacuerdos, coadyuvan a pavimentar la carretera por la que quiere seguir transitando el huésped temporal de Palacio Nacional y el largo convoy de fanáticos o empleados que traslada, con costo al erario y a las prerrogativas de los partidos, a cientos, miles, millones para mostrar “el músculo” del patriarca.
Serenidad, se les pide a los suspirantes y aceptar lo que decidan los ciudadanos y mantenerse en el proyecto, es su responsabilidad.
Por lo pronto Claudio y los demás que están en el Frente Amplio por México, deben vivir momentos de felicidad: el presidente está nervioso e irritado.
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