Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Como en los viejos tiempos de la Selección Mexicana… el presidente López fue goleado con un marcador de 9-2.
El primer tiempo ya había sido jugado y en el inicio también hubo más goles: 8-3.
En el partido completo, el abandono de uno de los jugadores del equipo presidencial, abandonó´ y se pasó del lado “enemigo”, el de “los hipócritas” y metió su golecito y para el equipo contrario, fue un “fuera de lugar”.
Ni modo: el señor López recibió el mismo trato que le brindó a sus verdugos.
Descalificaciones, agresiones, amenazas, denigraciones. Las cuatro palabras no bastaron para intimidar a los garantes de la Constitución y terminaron por decirle adiós al segundo paquete del llamado Plan B.
Antes de conocer la votación del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al proyecto del ministro Javier Laynez Potisek, el huésped temporal de Palacio Nacional, lanzó su última sentencia en torno al tema: “va a desechar lo de la ley electoral, me estaban diciendo que el proyecto que van a presentar ni siquiera va al fondo, se queda en la forma, y además considero que es una invasión, una intromisión al Poder Legislativo”.
Ahora sí que el comal diciéndole a la olla. Si alguien interfiere en otros poderes es el señor López. No sugiere, ordena a sus congresistas aprobar sus iniciativas sin “cambiar un punto o una coma”. Y obedientes los legisladores, aprueban con faltas de ortografía lo que el jefe de la banda -presidencial- y quiere y envían el mensaje: misión cumplida.
Aunque el derrotado técnico no se apellide Cocca y exija revisar el VAR, las imágenes muestran que todos los goles fueron legales. Lo ilegal era lo que buscaba el Plan B.
Sin elementos para destruir al Tribunal Constitucional, el perdedor tendrá que jugar con las mismas reglas como lo hizo en 2018. En aquel entonces, le agravan. Porque, 4 años atrás, él las promovió y logró el consenso de los dueños de los otros equipos. Convenció y venció.
Se dio cuenta de que aquellas reglas lo podrían sacar del campo seis años después y optó, como presidente legítimo -nunca se ha puesto en duda- cambiarlas para sacar provecho de las nuevas que solamente su equipo conocería.
Meses de descalificar a los integrantes del otro equipo, un equipo independiente, sin compromisos con las televisoras o los patrocinadores cerveceros y refresqueros, no se dejó arrinconar.
Arrancó el partido mostrando organización. Sus líneas, seguras. Sus jugadores, en el primer tiempo 8, bien parados. El peloteo era innecesario. Sabían como llegar a las líneas enemigas y burlar al que se estaba burlando.
Ya derrotado, es probable que ahora inicie la nueva campaña de desprestigio y hurgando bajo las piedras, porque no permite el tracking, quiere encontrar nuevos yacimientos que demuestren la existencia de las componendas entre los vencedores y los adversarios, conservadores y fifís.
El freno definitivo, deja fuera las nuevas reglas. Habrá que jugar con las actuales, con las instituciones electorales tal y como estaban en 2018 y entender que un ganso no hace verano.
La sorpresa del partido de ayer fue el reencuentro con la legalidad de quien había sostenido una posición de faulear y hacerse como su apellido.
Quizá busca encontrar acomodo en otro equipo a partir del 2025. Se tomaría un mes de vacaciones y aprovechará el tiempo para rencontrarse con sus contactos y en una de esas hasta miembro del futuro gabinete. Aunque la traición de ayer, no le será perdonada.
Por cierto, las árbitras de banda, Yasmín y Loretta, parecen condenadas a apoyar al árbitro central y con la aplicación de sanciones que no “ven la forma sino el fondo” y seguirán como la Selección: pierde y pierde.
Hay que decirlo a los cuatro vientos: en México habemus Court.
Y colorín, colorado, el Plan B ha sido sepultado.
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