Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Cuidadosa, la Iglesia Católica de México, inició un reclamo velado pero consistente, para que “Dios escuche y salve la democracia”.
El mensaje es claro y preciso: se está perdiendo la democracia y con ella las libertades y el Estado de Derecho.
Sin mencionar el nombre del presidente mexicano, los sacerdotes de diversas parroquias y templos de la fe católica, expresan su preocupación por el deterioro que sufre el sistema democrático del país e invocan la intervención de Dios para frenar las acciones gubernamentales que llevan el intento de centralizar los poderes e instaurar otro modelo de gobierno.
(No se menciona autocracia ni dictadura)
Con este mensaje, la institución religiosa se suma a las preocupaciones de millones de mexicanos que durante los últimos 4 años y 6 meses han advertido cambios radicales que, como ejemplo, se cita el decreto del pasado viernes mediante el cual se expropian 120 kilómetros de vías férreas pertenecientes a la concesión que le fue concedida a Grupo México.
El inquilino temporal de Palacio Nacional, quien no profesa la religión católica sino la evangélica, ha cuestionado la participación de cardenales y obispos que ofician misas por “entrometerse en asuntos políticos”. La publicación semanal de este 21 de mayo no muestra los textos que leyeron los clérigos.
Sin embargo, habría que apuntar que los contenidos obedecen a una línea directa con el Vaticano, por lo cual seguramente la oficina de prensa del Papa tiene conocimiento de lo que se dice en las circunscripciones actuales en un total de 4 651 parroquias y 2 875 iglesias. Y es seguro que el cardenal Primado de México, Carlos Aguíar está en contacto directo con quien debe.
Si como se infiere la “solicitud a Dios” proviene de su representante, estaríamos observando la preocupación papal por lo que sucede en México, muy a pesar de los constantes reconocimiento que realiza el huésped temporal del Virreinal edificio y en los que lo llama el mayor líder global.
Más allá de las interpretaciones que se puedan asumir, que la Iglesia tome una postura en la que reclama salvar la democracia, puede tener efectos dominó y que permeen en millones de católicos con lo cual un nuevo sector, el de la fe cristiana, podría sumarse abiertamente a la exigencia de que el país retorne al camino del respeto para todos, no para facciones que obedecen o se presume que lo hace, ciegamente a los llamados tendenciosos, maniqueos y agresivos que se realizan cada mañana.
En defensa de la democracia, han surgido decenas de grupos de la sociedad civil que han obligado a los congresistas de oposición a tomar la bandera frente a las violaciones constitucionales y legales que se reflejan en las acciones presidenciales.
Habría que apuntar que el llamado eclesiástico se hace con “todo respeto” y no se involucra en concretar el sustento del mismo. Es, seguramente, el sentimiento que registra el Papa y que los cardenales y los obispos del país.
Seguramente en la perversión presidencial la Iglesia católica está cometiendo una acción “injerencista” y por tanto no hay que poner en duda que pronto, más temprano que tarde, los representantes del Papa se conviertan en otro de los blancos de ataque del señor López.
Demasiados frentes abiertos y poca estrategia para cerrarlos,
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