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Miguel Tirado Rasso
La realidad es que Morena ha hecho
oídos sordos a todo lo que no venga
de quien es el director, organizador y
supervisor de este proceso.
Mientras la oposición sigue en sus deliberaciones y cálculos para descifrar el acertijo ¿qué es primero, el método o los precandidatos?, para su posicionamiento en la carrera presidencial, las corcholatas de Morena, léase aspirantes oficiales a la silla del águila, continúan eufóricos su auto promoción a nivel nacional, sin que exista alguna autoridad que les ponga límites a sus, cada vez más evidentes, actos anticipados de campaña.
Habría que recordar que fue el propio Primer Mandatario, quien sorprendió dando un muy anticipado banderazo de arranque en la carrera presidencial, el 5 de julio de 2021, al mencionar a seis miembros de su gabinete como posibles aspirantes a la candidatura presidencial. A pesar de que, en aquella ocasión, el jefe del Ejecutivo mencionó seis nombres, quizás tratando de no ser demasiado obvio en sus preferencias, en realidad el mensaje tenía dedicatoria para solo dos, el resto eran de relleno.
A partir de entonces, la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se convirtieron en las corcholatas oficiales. Más adelante, el presidente López Obrador agregó una corcholata más que llegó como cuña al grupo, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, paisano, “hermano” y tocayo Ni más ni menos. La incorporación de Ricardo Monreal en este exclusivo club, no parece haber sido parte del plan original sucesorio de Palacio. Se le toleró, más que aceptar, porque significaba ampliar la baraja con quien tiene una función estratégica para las reformas legales de la 4T.
Por lo pronto, lo inevitable. Tras casi dos años de campaña extra oficial, en donde el piso parejo parece no existir, las diferencias y reclamos entre las corcholatas amenazan la unidad y armonía en el proceso sucesorio. Bueno, en realidad, de parte de una de ellas. La que se percibe más alejada de las preferencias del gran elector. El canciller Ebrard ha visto que, desde el inicio, existe una cierta inclinación morenista en favor de la jefa de Gobierno. La propia dirigencia del partido oficial, actúa con particular deferencia hacia Claudia Sheinbaum, a pesar de que el presidente de Morena, Mario Delgado, se suponía un aliado del canciller. Por lo visto, ya no lo es.
Marcelo Ebrard afirma que, a la fecha, la dirigencia de Morena no le ha dado respuesta a la propuesta que, desde diciembre pasado, envió sobre el proceso para elegir al candidato (a) presidencial. En ella proponía la separación del cargo de los aspirantes antes de la encuesta; la realización de una encuesta en base a una sola pregunta, y llevar a cabo un debate entre las corcholatas. La realidad es que Morena ha hecho oídos sordos a todo lo que no venga de quien es el director, organizador y supervisor de este proceso. Queda claro que la sugerencia del canciller no cabe en los planes de Palacio.
Incómodo, Ebrard ha perdido preferencias en las encuestas, mientras que la jefa de Gobierno ha ampliado su ventaja sobre su competidor. El activismo promocional de la doctora ha dado resultados, en gran parte por una sorda cargada de morenistas, funcionarios y gobernadores, que dan por hecho el sentido del dedazo palaciego en su favor, y quieren quedar bien con el destapador. Esta circunstancia se hace evidente en las recepciones y actos organizados por las autoridades estatales durante las visitas de fin de semana de la jefa de Gobierno.
Ante la proximidad del inicio legal del proceso electoral, en septiembre, conforme a la legislación vigente, el juego libre sucesorio de Morena, bajo las reglas de Palacio, anuncia su calendario. En el mes de junio la convocatoria para la encuesta; en julio, la primera encuesta y, en su caso, en agosto una segunda medición, para concluir con el destape en septiembre. Un programa que implicará, inevitablemente, la flagrancia de actos anticipados de campaña que, por lo visto, es lo que menos le importa a los de la 4T. Y es que, parafraseando al subsecretario Hugo López Gatell, la fuerza de Morena es moral, no violatoria. A ver quién se atreve a imponerle sanciones.
Hasta el momento, el plan sucesorio diseñado en Palacio, va viento en popa. La candidata favorita, resulta ser, también, la que encabeza las encuestas, por lo que el dedazo ni se sentirá. Pero si esto no funciona, existe el candidato del plan B, su paisano y hermano, cuya popularidad sigue creciendo. El canciller pareciera destinado a una jugada de sacrificio, sin posibilidades de una opción externa. Y, la alianza opositora, enredada sin poder encontrar una figura idónea y competitiva, con el tiempo encima.
Pero el proceso electoral de 2024 incluye otras elecciones determinantes para el futuro político del país. Nueve gubernaturas, la renovación de las cámaras de senadores y diputados del Congreso de la Unión, de los congresos locales en 31entidades, de 1,581 ayuntamientos y 16 alcaldías, entre otros cargos de elección popular. Un gran bloque de posiciones de poder que pueden significar, para la alianza opositora, la oportunidad para reposicionar su fuerza política.
Mayo de 2023