Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Ante el segundo decretazo, este espacio consultó con algunos juristas que no alcanzaron a explicar la razón presidencial para publicarlo. En tanto no resuelva la Suprema Core de Justicia la sentencia, lo que ocurrirá el lunes, el anterior “acuerdo” del 22 de noviembre de 2021, sigue operando. ¿Cuál es la razón para expedir uno nuevo sin saber si la Corte ratificará su decisión del pasado jueves?
Y el anuncio de “ocupación temporal” de instalaciones de Ferrosur en Coatzacoalcos por “seguridad nacional e interés público”, recuerda las acciones de Hugo Chávez: las expropiaciones. Y más si se lee que ordena se realice el avalúo para las indemnizaciones correspondiente.
El berrinche, perdón por lo siguiente, encabronamiento, presidencial por el fallo del jueves que arroja al cesto de la basura su “acuerdo” anterior para “salvaguardar” sus obras oropelescas o faraónicas que hasta el momento no han demostrado el beneficio para los pobladores afectados y mucho menos el interés público, la reacción ha sido de terror.
Marca la línea de su gobierno y aplica, quien no está conmigo, está en mi contra. Antepone su verdad aunque carezca de certidumbre. Imita al Rey Luis XIV y aplica la máxima: L’État, c’est moi.
El personaje que hoy ocupa lo que fue la “casa de Cortés”, quiere y puede, por lo menos hasta ahora, demostrar que es el dueño no de México sino de la voluntad de sus habitantes a quienes pretende “orientar” hacia el “gobierno humanista”, algo de lo que carece en plenitud y lleva al país al despeñadero arrebatando las facultades de otros poderes y pretendiendo sumarlos al personal que le otorga la Constitución.
Omite entender, por supuesto, que la Constitución establece en su artículo 49, que a la letra dice: El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgarán facultades extraordinarias para legislar.
Para tener el contexto de cómo puede aplicar el 29, es necesario reproducir su primer párrafo: En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, con la aprobación del Congreso de la Unión o de la Comisión Permanente cuando aquel no estuviere reunido, podrá restringir o suspender en todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la restricción o suspensión se contraiga a determinada persona. Si la restricción o suspensión tuviese
lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verificase en tiempo de receso, se convocará de inmediato al Congreso para que las acuerde.
Entiéndase: para que asuma la medida, necesita permiso del Congreso de la Unión.
Claro, si se respeta la Constitución.
Lo que estamos viendo y viviendo es que el señor López, cuyo apellido materno no se escribe de manera intencional, -al buen entendedor pocas palabras- pretende usurpar las funciones independientes y autónomas de los otros dos poderes de la Unión, cuya acción deja implícito el ejercicio de una dictadura “por el bien de los pobres” y para “salvara a la Patria”.
A nadie debe extrañar que una mañana de estas aparezca la Guardia Nacional rodeando las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la Cámara de Diputados y el Senado de la República. Porque para eso es el “Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas” con lo que demostrará que del Estado tiene nombre y apellido paterno.
La desesperación por perder el poder que el pueblo, por hartazgo, le entregó lleva al inquilino de Palacio a mostrarse tal cual es. Usted añádele lo que crea conveniente.
Por lo demás, encomiéndese a Dios.
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