JRIC

RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB

Para que exista un nuevo mundo se necesitan nuevos protagonistas.” 

Jorge Lanata, periodista argentino

‘Los espectadores ven más que los jugadores.”

Bushido, El camino del Samurái



A principios del siglo que vivimos, Jim O’Neill, economista inglés y quien dirigiese el negocio de administración de activos de Goldman Sachs, acuñó el acrónimo “BRIC” para referirse a los países emergentes que se harían del dominio económico de un nuevo orden mundial.

 

Luego, un par de años después, O’Neill tomó la idea de la firma Fidelity Investments y popularizó el bloque “MINT”, que ponía a México, Indonesia, Nigeria y Turquía, con sus grandes y jóvenes poblaciones, su rápido crecimiento económico, su clase media en desarrollo y su emprendimiento, como las promesas económicas para las siguientes dos décadas.

 

Como ahora sabemos, solo China e India han alcanzado y superado los pronósticos con un PIB de la primera de más de $18 trillones en 2022 y siendo, la segunda, proyectada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como la economía de más rápido crecimiento para 2023.

 

El momentum brasileño se perdió después del mundial de Río en 2016 y en la segunda década del siglo, Brasil y Rusia sufrieron la llamada “maldición” de su dependencia de las materias primas. Con su invasión de Ucrania, Rusia se metió en el laberinto sin salida de la historia y combate sanciones económicas que sólo podrá revertir en un renovado orden mundial. 

 

La promesa del MINT se quedó en eso, con México remando hacia el pasado; una Nigeria aún debajo de nuestro país en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional; una Turquía que baila con un pie en el Oriente y otro en el Occidente y que se rehusaba a aceptar a Finlandia y a Suecia como nuevos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); e
Indonesia, pujante, pero que batalla entre su ambición y sus problemas estructurales, entre la liberalidad de Bali y la intolerancia de sus leyes.


China detenta más de 50 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidenses y la tensión entre ambas naciones es creciente, incluso hostil. Una nueva y peligrosa fase de la contienda sinoestadounidense, apunta The Economist, está en marcha… Estados Unidos tiene muchas formas de hacer trompicar a la industria china y China puede tomar represalias de muchas maneras. 

 

India compra petróleo a Rusia y lo vende refinado a los países europeos, sus anteriores proveedores. En este contexto y hace unos días, Japón, el cuarto mayor comprador de crudo en el mundo, decidió romper el pacto con Estados Unidos y sus aliados y comprar petróleo a Rusia por encima del tope de precio acordado, $60 dólares por barril. Durante las últimas siete décadas y tras la Segunda Guerra Mundial, Japón confió totalmente su seguridad a los Estados Unidos y, con la venia norteamericana, había comenzado a buscar alianzas con Australia, Gran Bretaña y Francia. Pero también se ha acercado a la India. Con China hay desconfianza histórica. Ese puede ser el freno de mano.

 

El mundo cambia siempre y sí, quizá el imperio norteamericano había logrado mantenerse a la vanguardia de los cambios generacionales, de las revoluciones tecnológicas e intelectuales, pero como lo hemos dicho antes, su soft power se endureció ante la evidencia de las imperfecciones e inequidad del sueño americano, y su hard power se ha debilitado, en parte por la división interna, en parte por la proliferación de ideas alternativas y armamento generalizado. Silicon Valley Bank es un evento ominoso.

 

El nuevo mundo en ciernes, el que se cristalice hacia mediados del siglo XXI, no precisa de un samurái con belicoso pasado haciendo rodeo con un dragón, un tigre y un oso.

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