NIDIA MARIN
El populismo no llegó para quedarse en México y en América Latina… afortunadamente. Y los pueblos que confiaron y… se equivocaron empezarán a rectificar.
¿También en México?, preguntará usted. ¡Ojalá! Es la respuesta.
¿Qué hicimos, los mexicanos para merecer este castigo?, ¿qué hicieron los venezolanos, los colombianos, los bolivianos, los paraguayos, los brasileños, los argentinos, los cubanos y los hondureños para el Viacrucis en el que sobreviven?
Tal vez el error haya sido la omisión, la falta de participación política, el dejar hacer y dejar pasar o como dicen los estudiosos en la UNAM, porque “…la ambigüedad constituye la característica inherente a los fenómenos y a la retórica populista”.
Retomando las palabras de Horacio Cerutti Guldberg, del Instituto de Investigaciones Sociales:
“Ambigüedad en cuanto a la transformación efectiva de la situación socio política o pura apariencia. Ambigüedad en cuanto a la exigencia de participación de la ciudadanía en la vida política o pura apariencia. Ambigüedad en cuanto a la distribución de los ingresos o pura apariencia”.
Mejor Usted juzgue porque, por ejemplo ¿en México ha habido alguna participación efectiva de las mayorías en las decisiones gubernamentales?
Claro que no, pero como dijera Cerutti: “Si no la hay, el populismo como manipulación y gran patraña se consolida y la ideologización se intensifica, cuando los muchos se ven obligados a someterse a los dictados arbitrarios de unos pocos”.
En nuestro país, todo indica que una vez concluida la Segunda Guerra Mundial se instauró (si no es que desde antes) y nunca se ha ido, con sus excepciones. El asunto es que para que el mismo desaparezca de nuestra vida política las mayorías deben contar con la suficiente cultura, educación, programas y atención a las poblaciones que se debaten en la pobreza.
Eso no ha ocurrido, con todo y que el máximo espécimen sentado actualmente en la Silla del Águila, no tanto populista, sino autócrata, grite a los cuatro vientos su ayuda a los pobres que, nunca saldrán de donde están porque la ayuda como López Obrador lo confesó fue sólo una estrategia política y no le conviene que abandonen la pobreza para subir el escalón hacia la clase media.
Lo grave es que él no se quiere ir y si no logra quedarse por la fuerza, pretende que otros populistas continúen en el poder y con el cuento de salvar a la patria no quiten el dedo del renglón.
Sí, en México el populismo ya tenía su historia, pero el actual se asentó en el 2018 y casi cinco años después nos ha dejado en la ruina económica, política y social.
Por nuestras tierras, en los últimos tiempos, ha sido muy lesivo porque acaparó funciones empresariales, sindicales agrarias y diversos servicios públicos.
Como dijera hace algunos años Mark Weisbrot (codirector del Centro de Investigación en Economía y Política, Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C. y presidente de la organización Just Foreign Policy) en un artículo denominado, “¿Se ha terminado el ciclo populista de izquierdas en América Latina?”
“La izquierda latinoamericana lideró la “segunda independencia” de la región en el siglo XXI, modificando las relaciones económicas y políticas del continente y encabezando cambios económicos y sociales históricos que beneficiaron a cientos de millones de personas, especialmente aquellas en situación de pobreza, incluso a pesar de las pérdidas económicas de la desaceleración reciente. No obstante, el revés electoral en Argentina y la amenaza actual contra la democracia en Brasil, la izquierda seguirá siendo probablemente la fuerza dominante en la región durante mucho más tiempo hacia delante”.
¿O ya no? preguntamos nosotros. Ciertamente, quienes arribaron no son de izquierda, sino una mezcolanza en la cual el actual gobernante perteneció al Partido Revolucionario Institucional y su ideología, si es que algún día tuvo alguna que fuera de verdad firme.
¿Y ya se va? ¡Quién sabe! Hasta ahora, no hay nadie que lo pueda tumbar de la silla, más allá de su edad, enfermedades y necedades.
Hoy, el maniqueísmo lópezobradorista es lo que rifa en la República, donde según él no caben junto al “pueblo”, aquellos que pertenecen a la “mafia del poder”, los “Fifis”, los “conservadores” y sólo tienen un lugar quienes que su ilustrísima decida.
Y mientras, para evitar la salida del poder del lópezobradorismo, los ataques a las leyes y a sus representantes, así como a las instituciones electorales, no cesan, pero Usted y yo tenemos la decisión en nuestras manos: reflexionar y… ¡votar!