Zaragoza y los Intereses Extranjeros

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

El día en que se escriben las presentes líneas se cuenta como una aniversario más del natalicio del general Ignacio Zaragoza, oriundo de la tejana-mexicana Bahía del Espíritu Santo, héroe para los republicanos que combatían la invasión de las tropas del emperador francés Napoleón III, odiado por los clericales de Puebla, ciudad que el militar deseó quemar por su entreguismo malinchista y hoy en pleno siglo XXI una figura señera para la historia texana, orgullo para los mexicano-americanos y motivo de fiesta para los hispanos residentes en los Estados Unidos, y salvo el cuatrienio de Donald Trump, motivo para hacer una muy agradable, colorida y musical fiesta en los jardines de la Casa Blanca.

¿Por qué se llegó al enfrentamiento militar que se materializó en el Cinco de Mayo y la actuación de Zaragoza? Porque todo, como en la vida matrimonial y en las relaciones entre estados soberanos, las dos partes son corresponsables de la salud o las inquinas que definen la relación. En el caso que nos ocupa, el México de inicios de la década de 1860, era el resultado de un conflicto que derivado en guerra civil enfrentó a la sociedad mexicana y en particular a dos elites, liberales y conservadores, que con todas sus aspiraciones, proyectos políticos, miedos e intereses que defender, se venían enfrentado desde 1833, 1847 y particularmente desde 1854 hasta la fecha de la intervención europea ( Francia, España e Inglaterra) CONTRA LAS MEDIDAS QUE COMO GOBIERNO acababa de implementar el régimen de Benito Juárez.

Ya lo dijo el presidente López Obrador repitiendo lo que ortodoxamente ha señalado desde el siglo XIX la historiografía mexicana, la guerra que una parte de los mexicanos le plantó a las huestes de Napoleón III y después al funcionamiento del Segundo Imperio Mexicano, fue resultado de la actitud entreguista de un grupo de mexicanos que, primero, derrotados electoralmente (1857) y luego derrotados militarmente (1860), buscaron en el extranjero un respaldo material que por ellos mismos no habían podido materializar. ¿La razón? Porque defender los privilegios en los siglos XVIII-XXI los colocaba y los coloca en una posición minoritaria, ello en un país que desde las descripciones de Humbolt hasta los más científicos análisis actuales, sigue arrojando lo que define al subdesarrollo: muchos pobres, pocos ricos y por lo mismo una gran desigualdad.

Pero vale la pena redondear analizando los asuntos que terminaron por enfrentar a México con las potencias europeas de aquellos años: el pago de la deuda externa que el país tenía con acreedores europeos, el incumplimiento con los prestamistas nacionales, el irredento enfrentamiento contra el partido conservador y la jerarquía eclesiástica mexicana, la inseguridad que reinaba por amplias secciones del territorio nacional (?), y los intereses de los Estados Unidos sobre el territorio y las riquezas que el país albergaba. Estimado lector, ¿estamos hablando de circunstancias marcianas? o de constantes de la política interna mexicana como la siempre existente oposición entre conservadores y progresistas, de la crítica que en los medios de información se hizo y se hace respecto a las acciones de gobierno, con la diferencia de que en el siglo XIX eran más comedidas y más respetuosas. Las constantes de ayer y hoy se materializan en sus relaciones internacionales con las potencias contemporáneas, sobre la inseguridad producto de la acción del crimen organizado y, relativo, a la geopolítica del conflicto ruso-ucraniano, de los intereses de gobierno y empresas estadounidenses sobre la riqueza del país. Finalmente, hay que subrayar, que ni en tiempos juaristas y ni en la actualidad conviene que otros decidan por nosotros, ello nos puede convertir en un “protectorado” como se decía en el siglo XIX. Y dicha dependencia, aunque útil para los intereses extranjeros es verdaderamente ignominiosa para el mexicano que quiere ser soberano. ¿Cuántos hay que así desean serlo? Buena pregunta.  

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