Del Cielo al Purgatorio
HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO
“Tár” película germanoestadounidense escrita y dirigida por Todd Field; protagonizada Cate Blanchett (Lydia Tár), Noémie Merlant (Francesca Lentini), Nina Hoss (Sharon Goodnow), Sophie Kauer (Olga Metkina), Mark Strong (Eliot Kaplan), Sylvia Flote (Krista Taylor) y Mila Bogojevic (Petra); cuyo estreno fue en el 79.º Festival Internacional de Cine de Venecia en septiembre de 2022.
Lydia Tár, una de las mejores compositoras, es la primera directora titular de una importante orquesta en Berlín; ella está a sólo unos días de grabar la sinfonía que la llevará a la cúspide de su carrera, pero decisiones del pasado y del presente le cobraran factura.
La cinta muestra cómo las obsesiones pueden llevar a alguien a la cima de una carrera profesional, o bien pueden ser el punto límite de la misma; toca temas como la cultura de la cancelación, las redes sociales y el abuso poder bajo la óptica de la perpetradora.
UNA ENTREVISTA
Lydia Tár es entrevistada por Adam Gopnik sobre su ascendente carrera como directora de una afamada orquesta en Alemania, y ella comenta que ha venido abriendo camino para muchas mujeres en un campo dominado por los hombres; además, destaca la importancia de un director de orquesta que va más allá de ser un simple metrista.
Es un detalle pequeño e inusual, pero marca una diferencia que trasciende a la trama, al inicio de la película se presentan lo que usualmente son los créditos finales, pero inician con los reconocimientos más genéricos a técnicos y personal de apoyo para terminar con mención a los principales como productores, director y actores.
Pero ¿por qué es esto así? Simplemente para mostrar que las personas que son bases de una pirámide deben ser respetadas, esto es, que se puede ser una persona cúspide de la cadena, pero el cada miembro del conjunto merece respeto.
Se reconoce la trayectoria profesional, pero si ese éxito se ha construido pisando la dignidad de los demás no debe tolerarse ni ser vanagloriado.
LA OBRA Y
EL ARTISTA
Lydia es invitada a dar una clase magistral en la famosa academia Juilliard en Nueva York, y le pide a un alumno que interprete una pieza de Johann Sebastian Bach, sin embargo, el joven estudiante responde que le es “imposible tomar en serio” la música de un compositor misógino, ya que él se identifica como pangénero BIPOC (acrónimo en inglés para referirse a negros, indígenas y personas de color).
Esta escena refleja la intención de mostrar la universalidad sobre la individualidad, que lo importante es la obra y no la vida personal del compositor, y que un director de orquesta debe estar más allá de este tipo de prejuicios; es un adelanto del argumento que sería la propia defensa de Lydia, que la critiquen por su trabajo y no por su vida privada; pero en la actualidad es difícil hacer este tipo de disecciones.
Aquí hay una sentencia contundente: aquel que mida el talento de una persona con base en sus rasgos identitarios, será el mismo criterio que se usará para medir su talento; con la vara que midas serás medido (Mateo 7,2).
La importancia de la obra profesional no se desprende de la vida privada, aunque la pregunta retórica que hace Lydia es válida: “¿Y a quién le toca decidirlo?”
LA CULTURA DE
LA CANCELACIÓN
Francesca, asistente de Lydia y aspirante a directora de orquesta, le comenta que ha recibido correos electrónicos de Krista, una antigua alumna e integrante de orquesta, que al parecer está desesperada, pero aquélla le ordena que los borre; posteriormente, hay una audición para cubrir una vacante de violoncelo y Lydia incide para que sea contratada Olga Metkina, una joven rusa; y usando su facultad para designar al asistente de dirección despide al viejo Sebastián, quien le advierte que todos saben que usa su poder para manipular a las jovencitas.
Estas tres escenas son claves para denotar que Lydia Tár gusta de tener el control de todo, una peculiaridad de los usuarios de poder, pero gradualmente lo va perdiendo, y se nota en el caso de Krista, quien termina suicidándose y se le culpa de ello por haberla puesto en la lista negra de sinfónicas, y ya nadie la contrataba.
O bien en el caso de Olga, que la acompaña a Nueva York a la presentación de su libro, pero las redes sociales y los diarios no hablan de esta publicación, sino de que esa joven rusa es la próxima víctima, cuando en realidad Olga es la victimaria. Lydia es víctima de sus pasiones.
En toda relación de abuso del poder hay una asimetría entre victimario y víctima, y así lo muestra el filme, donde se insinúa el lado oscuro de Lydia y sus consecuencias, pues alguien con éxito y reconocimiento social puede perder piso y creer que ese prestigio le permite pisotear la dignidad de los demás.
El fenómeno de la cultura de la cancelación se desarrolla en las redes sociales de internet que busca reprochar a aquellas personas que han asumido actitudes o comportamientos que son mal vistos socialmente, aun cuando dichas conductas no constituyen un delito o no estén demostradas; Lydia recibe ese linchamiento social, los conciertos se cancelan, las fundaciones retiran el apoyo económico y su esposa Sharon no le permite ver a su hija adoptiva Petra.
El personaje de Tár no está basado en una persona real, pero ha sido comparado con la directora de orquesta Marin Alsop, quien casualmente es lesbiana, está casada, enseña en conservatorios, da becas para fomentar esta profesión y es protegida del director Leonard Bernstein, todo ello igual que Lydia.
Al final de la cinta, en un país asiático, Lydia dirige la sinfonía del video juego ‘Monster hunter’ frente a una audiencia cosplay; esta escena puede tener varias interpretaciones: El castigo merecido a un abusador, la redención del personaje, nunca es tarde para empezar de cero, o bien de algo tengo que vivir; al final todo es un simple reseteo.
Sea como sea, es claro que el abuso del poder no es cuestión de género sino de ambición desmedida, o ¿tendrá razón la propia Lydia Tár cuando afirma que se puede ser víctima y perpetrador a la vez?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…
