Confort y Revisionismo

 

*El Esquema que le Permite Estigmatizar

a “Conservadores y Enemigos del Pueblo”

 

*Vetados Todos los “Revisionistas”; Nadie 

ose Tocar la “Doctrina” de la Llama Cuatroté

 

*Corcholatas Incapaces de Mostrarse Libres;

Temen al “Líder” que Saca Provecho de Todo

 

*La arrogancia, la Soberbia y la Vanidad 

Soplan en el Oído del Poderoso Embelesado

 

* El Confort Político Unipersonal, con el Amago 

y la Amenaza lo Disfruta en Palacio Nacional

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Existen al menos dos tipos de confort político. El social que como su nombre lo indica es el que asegura a la sociedad estabilidad y certidumbre mediante la conducción institucional de una nación y por lo mismo se establece una relación constructiva de confianza y gobernabilidad entre el gobierno y la sociedad. El segundo es de tipo individual y se refiere a las condiciones de comodidad que proporciona el bienestar de sentirse seguro en el usufructo del poder. Es placentero debido a que se integra de regalías, lisonjas, prerrogativas, dispensas y, si se desea, desplantes caprichosos, pues muy difícilmente se perderá el privilegio de mandar. El presidente López Obrador ya se desenmascaró, está prácticamente convencido de que su partido ganará en las elecciones 2024 pues ya nos dijo con su Plan B a los mexicanos, entrelíneas, que su reforma política tiene como propósitos minimizar a la oposición y establecer un régimen de partido de Estado. De ahí que sus desplantes son semejantes, en lo general, a los prototipos de los otrora inamovibles secretarios generales de los partidos comunistas o de las dictaduras de latinoamericanas de derecha. Esas figuras adustas y añosas que controlaban, en el ámbito del confort político unipersonal, mediante el amago, la amenaza o la franca represión a la prensa y cualquier forma de crítica mediante el desplazamiento del aparato del Estado.

 

Es cierto que esos dictadores de vez en cuando se vieron forzados a responder a ciertas situaciones críticas durante sus gobiernos. Los de derecha acusaban a sus adversarios de rijosos, guerrilleros y enemigos de la religión. Los de izquierda estigmatizaban con adjetivos tales como conservadores y enemigos del pueblo. Más aún, si alguien osaba manifestar dentro del aparato de poder de la izquierda, lo tildaban de traidor y revisionista.

El revisionista, entre las izquierdas, es aquella persona o grupo de individuos que se atreve a someter a revisión alguna parte de la doctrina y práctica establecidas con el fin de actualizarlas y, en su caso, mejorarlas. Sin embargo, el revisionismo es visto, desde la ortodoxia dogmática del poder, de manera peyorativa y con desdén, pues lo considera denigrante; lo único aceptable es el credo incuestionable del pensamiento del líder.

Por lo escrito arriba, el presidente López Obrador se sienta en la silla del Águila y estira las piernas y los brazos, pues se siente fascinado en su ámbito de confort y reniega de toda crítica, incluyendo la interna. De hecho, es sorprendente que aún no haya utilizado ese estigma a quienes, dentro de su equipo de colaboradores se atrevieron a disentir, simplemente les pidió su renuncia y los mandó al olvido, ahí encontramos a los exsecretarios Urzúa y Herrera de Hacienda, Jiménez Espriú de Comunicaciones y a la señora Clouthier de Economía, por citar algunos ejemplos. Por eso ya nadie en ese movimiento social se atreve a externar la más leve de las críticas. 

Sus cuatro abanderados a sucederlo en el poder los llama despectivamente corcholatas, y al escuchar los discursos y arengas de esa cuarteta queda claro que es un hombre que se sabe temido, pues ninguno de ellos se sale de los márgenes prestablecidos del discurso cuatroteísta y se comprometen con el continuismo. De ahí que el presidente vive en el confort del poder personal y en el ataque permanente a críticos externos e internos si acaso alguno queda. Él no lo sabe, pero cada día se está quedando más y más sólo. 

Además de los cuatro personajes que lo imitan y festejan, se observa a un gabinete esclerotizado y robotizado que sólo habla en las conferencias mañaneras y se restringe a explicar, si acaso, lo que previamente ya les fue solicitado y sospecho supervisado.

Es claro que ni sus más allegados asesores y personas de confianza, si acaso son honestos y excelentes redactores y maestros de los eufemismos, ya no se atreven a decirle que la manifestación del domingo 26 de febrero trató de algo más serio de lo que se avizoró a simple vista y que el descontento social crece. No lo harán a fin de que no sean etiquetados dentro del círculo cercano al presidente de revisionistas. 

Me queda claro que ser crítico o plantear otro punto de vista diferente al del presidente en una democracia no es un acto de revisionismo. Por el contrario, es una ventaja porque se basa en el análisis con el propósito de mejorar el proyecto político, de enfatizar lo que ya se hace correctamente y de corregir lo que puede mejorarse. En otras palabras, la crítica democrática es la búsqueda se superar situaciones y obstáculos mediante el debate, el consenso y el acuerdo que compromete a las partes, pero en un régimen autoritario de derecha es traición y en uno de izquierda es revisionismo y traición.    

Vivir en el confort político unipersonal y atacar de conservadores y corruptos a quienes piensan diferente, se debe al extremismo en el cual se puede caer cuando la arrogancia, la soberbia y la vanidad soplan en el oído de una persona embelesada de poder. Recuérdese que, durante el conflicto chino-soviético, a principios de la década de los años sesenta, Mao Zedong acusó a Nikita Jrushchov de revisionista. Lo cual nos habla del dogmatismo en la interpretación de una ideología, en ese caso la marxista-leninista de corte maoísta. Situación que a sesenta años de distancia nos parece cómica y grotesca. 

Después de la caída del muro de Berlín y de la desaparición de la Unión Soviética dejó de utilizarse la categoría de revisionista. Algunos intelectuales llegaron a decir que hubiese sido importante no descalificar a los revisionistas, pero el hubiese no existe y, en todo caso, ya es muy tarde. Lo significativo de ese aprendizaje es que los secretarios generales del partido Comunista Chino si los escucharon y han sorteado muchos desafíos. En otras palabras, crítica y autocrítica ajenas a los dogmatismos ideológicos nutren y enriquecen el pensamiento creativo e innovador. Revisar lo logrado y confrontarlo contra lo deseado es enriquecer el conocimiento.

Empero, el titular del poder Ejecutivo Federal ya demostró ser un hombre poco conceptual y su vocabulario de epítetos, apodos y agresiones en contra de quienes pensamos diferente se constriñe a conservadores, fifís, corruptos y clasistas. No sé si utilice otro vocabulario cuando trata con su círculo cercano. Me pregunto si les dirá revisionistas a los que se atreven marginalmente a opinar diferente. De lo que si estoy seguro es que mientras siga en su zona de confort personal se incrementará su vanidad.

El espacio de confort de un presidente, por más actitud republicana que tenga, tiende a despegarlo del piso debido a que quienes lo rodean lo acaban por envolver y encasillar en un castillo de cristal. Ahora tenemos a una persona que se preparó para alcanzar el poder, pero no para ser presidente de la República como es el caso actual. De haberse preparado para recibir la investidura presidencial no estaría buscando recovecos legales a fin de implementar una reforma política a todas luces inconstitucional que le garantice impunidad durante el próximo sexenio. Ni tampoco estaría reconfigurando al aparato administrativo designando militares en cargos que históricamente han sido de civiles. López Obrador se niega a desprenderse de su confortable vida aburguesada de presidente y aunque argumente que su preocupación fundamental son los pobres, la realidad, de acuerdo con las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) es que a nivel nacional el porcentaje de personas en situación de pobreza creció entre 2018 y 2020, al pasar de 41.9% a 43.9%, situación que a todas luces nos dice de su desprendimiento de la realidad y de su placentera vida de gozar el uso y abuso de poder. 

Fácil es caer en los placeres de la buena vida y regodearse de los mismos. Empero Andrés Manuel López Obrador fue un luchador social y es una persona servidora pública. De hecho, es el primer mandatario de la nación y por lo mismo el primero en obedecer. Por eso me sorprende lo fácil que sucumbió ante las garras de la retórica, la demagogia y el servilismo. Hoy no soporta la crítica, ni las manifestaciones en favor del Estado de Derecho, ni la defensa de las instituciones autónomas. Queda claro que lo confortable y lo placentero de ser adulado lo hizo desenmascarase.    

El problema con nuestro primer mandatario se agudiza debido a su apego a un pensamiento ortodoxo y unidimensional que, por las lecciones históricas aprendidas, su proyecto de transformación que aún no define se quedará en retazos de discursos mañaneros. En buena medida, planteo la hipótesis, que algunas de las explicaciones del confort palaciego y la falta de autocrítica se podrían deber a que internamente las personas colaboradoras del presidente lo mimetizan, se radicalizan y repiten el juego de etiquetar y de ahí que lo peor que le puede suceder a algún personaje de ese círculo es que lo rotulen de revisionista. 

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