Tentación y Debilidad

* El Anhelo del Joven Andrés Manuel de ser Presidente

Siempre fue Legítimo

*Se Convirtió en Obsesión y Ahora Expone Carencias 

de Talento y Talante

* Pierde los Estribos y sus Acciones son Bufonescas;

Viven en la Maraña 

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Sin entrar en la esfera de lo religioso, una de las categorías más estudiadas en la ciencia política y en la sociología política es la referente a las tentaciones del poder, pues además de ser objeto de estudio es objeto de conquista con o sin escrúpulos. 

 

De ahí que las tentaciones son un concepto que las vinculamos con lo negativo y con el mal, pues se trata de una instigación que induce a la conquista de algo mediante acciones inmundas y desaseadas, pues los fines tienden a ser perjudiciales hacia otros y, por supuesto, a quien cayó en la tentación.

 

Más aún, la tentación es un deseo que en principio pareciera ser agradable y placentero, pero a la larga es una violación al orden legal y a los comportamientos socialmente aceptados. De hecho, en política es la coacción de una persona o grupo organizado que induce a la realización de actos condenables, pues terminarán en represión y autoritarismo. En otras palabras, cuando una organización política se deja seducir por las tentaciones del abuso del poder, desencadena actos de manipulación, difunde mentiras, divide a la sociedad e infunde el temor y el terror en contra de quienes piensan diferente.

 

El deseo, para fines de este artículo, es la expresión política de querer o anhelar algo, en este caso el poder a fin de darle utilidad social que desemboque en la satisfacción del deber cumplido en favor la justicia social y dentro del Estado de Derecho. Que quede claro, también existen deseos egoístas y con perversas intenciones. De ahí que el deseo y la tentación tiene similitudes y diferencias. Básicamente el deseo es dual y la tentación es unívocamente un concepto vinculado con la opacidad, las flaquezas y las debilidades humanas tales como la falta de carácter.

 

El deseo del joven Andrés Manuel López Obrador de ser presidente de la República siempre fue legítimo, empero, con el paso de los años se convirtió en obsesión. Ahora que llegó al poder apreciamos sus debilidades de talento y talante y, por lo mismo, es observable que cayó en las tentaciones del abuso del poder y son claras sus intenciones de mantenerse en ese nicho, ya sea de manera personal o mediante un intento de Maximato.

 

De entrada, es importante acotar que todos tenemos deseos y anhelos. También que hemos sido seducidos, en algún momento de nuestra vida, por impulsos tentadores de hacer, consumir o tomar algo atrayente que parece irresistible. Empero no lo hemos hecho. En otras palabras, la firmeza del carácter ante lo prohibido o lo políticamente incorrecto debido a principios y valores se han impuesto.

 

También es cierto que todos tenemos debilidades y que ante las tentaciones flaqueamos en un momento determinado. Sin embargo, las debilidades y la forma de enfrentarlas son lo que templa el carácter de los seres humanos. De ahí que los raquitismos que muestra y demuestra cotidianamente nuestro primer mandatario debido a las tentaciones del abuso del poder son manifiestas e inclusive peligrosas. 

 

El presidente ya cayó en la tentación de continuar en el poder y prolongar de alguna manera su mandato, de destruir instituciones que le estorban a su proyecto transformador, que ya tiene mucho de personal y poco de institucional. Son claros y manifiestos sus enojos y su mal humor. Su debilidad en materia de respeto al Estado de Derecho es obvia y grotesca, de ahí su menosprecio por la división de poderes y por los órdenes de gobierno estatales y municipales. Las sospechas fundadas de que su gobierno es demasiado laxo y se desentiende ante el crecimiento del crimen organizado se vive cotidianamente en muchos territorios de país. 

 

Su debilidad es el poder, su tentación es el abuso de poder. Las consecuencias son conocidas en términos históricos, pues éstos registran cientos de casos de personajes que en nombre de la libertad, o la patria o la ideología han acabado perdidos en su maraña mental. Son casos icónicos debido a que, en lo general, se convierten en bufonescas caricaturas de lo que quisieron ser o pudieron ser y acabaron en el capítulo de las ignominias de la historia de los pueblos.  

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