A la Vuelta de la Esquina
IVÁN RUIZ FLORES
Incrementada la migración interna en México ha traído como consecuencias persistentes las necesidades de extinguir y crear municipios.
Ya son casi tres décadas de esta problemática, que desde el siglo XX se ha presentado en la República Mexicana.
Quienes estudian el tema, aseguran que el patrón de poblamiento del territorio nacional continúa presentando las dos facetas en su desarrollo en los últimos años: la concentración y la dispersión.
Sin embargo, lo que resulta preocupante es que casi 22 mil localidades indígenas (no municipios) en la República tienen menos de 100 habitantes, con el consecuente menor índice de desarrollo humano.
La emigración que se presenta en las localidades más pequeñas está afectando el bienestar, la disponibilidad de equipamiento, bienes y servicios, así como la creación de oportunidades para el desarrollo económico y social.
Desde hace seis años se ha estado advirtiendo de la problemática. El Programa Nacional de Población 2014-2018, así lo hizo en relación a la inequitativa distribución territorial de la población.
En el mismo se mencionan cifras de acuerdo el Censo de Población y Vivienda 2010. Precisa, por ejemplo, que 26.1 millones de personas (23.2%) residían en poco más de 188 mil localidades menores a 2,500 habitantes.
“La ausencia de infraestructura pública básica, así como la inaccesibilidad a bienes y servicios resulta especialmente crítica en la medida en que estas pequeñas localidades se encuentren también aisladas, situación en la que se identificaron alrededor de 73 mil localidades, habitadas por 6.7 millones de personas”, agrega.
En el documento se especifica que la población indígena presenta los mismos niveles de carencias, lo cual sintetiza la desigualdad y marginación persistentes.
Y algo muy preocupante es que las estadísticas revelan que 93.9 por ciento de los municipios indígenas del país tiene grado de marginación alto o muy alto; por ende, es impostergable diseñar mecanismos que les permitan acceder a los recursos necesarios para insertarse en los procesos de desarrollo.
Es un problema severo el que aqueja a los municipios indígenas, exponen los expertos en población. De ahí que la Comisión Nacional Para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, desde hace tiempo haya señalado que como ocurre en numerosos países la mayoría de los asentamientos de la población indígena, sea por razones históricas, económicas, sociales, por persecuciones o bien por los desplazamientos que han padecido y que los han excluido del desarrollo, se caracterizan por su gran dispersión territorial.
Y hay cifras: De las poco más de 192 mil localidades del país, en 34 mil 263, 40% y más de sus habitantes es población indígena y, de ese total, casi 22 mil localidades tienen menos de 100 habitantes.
Las áreas de mayor concentración de población indígena son las regiones interiores del país, regiones de difícil acceso y en zonas desérticas, montañosas o selva. Se identifican regiones indígenas como La Tarahumara, Huicot o Gran Nayar, la Maya, la Huasteca, La Montaña de Guerrero, la Lacandona, así como la Mixteca y Valles Centrales como las más notorias.
Y HOY A NADIE
LE IMPORTA
La realidad mexicana transcurridas dos décadas del siglo XXI es que desde tiempo atrás tan sólo en cinco de los 31 estados de la República se concentra más de la mitad del total de los municipios en general: Oaxaca (570), Puebla (217), Veracruz (212), Jalisco (125) y Estado de México (125), recuerda la Federación Nacional de los Municipios de México. (De 2018 a la fecha pudieron haber desaparecido algunos).
Dicen que entre 2005 y 2010, fueron 3.3 millones de personas las que cambiaron de entidad federativa y 3.1 millones lo hicieron entre municipios de la misma entidad. Estas cifras mostraron un ligero retroceso con respecto al quinquenio 1995-2000, cuando cambiaron de residencia 3.6 millones. Por su parte, los migrantes intra-estatales fueron 2.3 millones, es decir, esta población aumentó al final de la primera década del siglo XXI, lo que marcó una tendencia a migrar a distancias cada vez más cortas, afirman las autoridades.
Y es verdad, la otra cara de la moneda está en el ámbito de las ciudades. Sí, la concentración de población y la expansión urbana generan inmensas presiones sobre el territorio al crecer de manera desordenada e irregular, disminuyendo la calidad de vida y transformando las ventajas de localización, de escala y de urbanización de las aglomeraciones en desventajas para los agentes económicos.
Hasta 2010, en 384 ciudades residían 81.2 millones de personas, es decir, 72.3 por ciento de la población mexicana. Después no sabemos, aunque se presume que con la pandemia no hubo mucho movimiento, aunque ahora sí lo hay.
Aquel Plan de Población decía que la creciente cantidad de ciudades ocurrió al tiempo que las tres metrópolis más grandes (Valle de México, Guadalajara y Monterrey) redujeron su peso relativo a 35.3 por ciento de la población urbana del país, y del aumento del peso poblacional de las restantes ocho ciudades millonarias.
La extinción de municipios o surgimiento de los mismos trae aparejados severos problemas en México. En el aspecto jurídico también.
Hoy, desconocemos lo que tenemos en el territorio mexicano y cuantos son los municipios desaparecidos, así como la suma de los de nueva creación.
Pareciera que a nadie de los gobernantes les importa.