De Robos, Debates y Obras Maestras

Juan Tallón. Obra Maestra. Anagrama, Barcelona, 2022. 328 páginas

DAVID MARKLIMO

Mucha gente opina que el arte contemporáneo no es arte. Que es otra cosa: ridículo, cómico, sin sentido. También hay quien sostiene que sí es arte, pero que no se logrará resistir la perpetuidad. Es decir, no tendrá el impacto de Fidias o de Leonardo. En todas estas cuestiones, por supuesto, hay materia para el debate. 

De algunas esto y, algunas otras cosas, trata la nueva novela del español Juan Tallón, famoso por algunos artículos deportivos. Obra maestra trata de un hecho real: Richard Serra, un escultor contemporáneo, hizo una obra para el museo Reina Sofía en 1986 y, una vez expuesta, fue retirada y guardada en un hangar de la glamurosa Arganda del Rey. Era ya 1990.  El robo, del que se desconoce la fecha exacta, se descubrió en 2005 y la dirección del museo tuvo que asumir su responsabilidad públicamente. Según el parte a la policía, la pieza pesa (o pesaba) nada menos que 38 toneladas. Sí, han leído bien, 38 toneladas de acero que se esfumaron de la nave industrial donde estaban depositadas. Varias interrogantes, entonces, rodean a esta novela: ¿cómo haces para robarte semejante escultura? Más aún, ¿cómo haces para que nadie se dé cuenta inmediatamente de lo que has hecho?

Para construir su novela Tallón echa mano de diferentes testimonios, tanto auténticos como recreados o inventados, de distintas personas que tuvieron algo que ver con la investigación del asunto -responsables del museo o de la empresa depositaria, policías, jueces, políticos, el mismo artista…- o con la obra de arte, siquiera tangencialmente. En términos narrativos, resulta muy interesante leer sobra una escultura, cuando no se es posible ya visualizarla. Ese mérito está presente cuando Tallón describe otras obras y en sus conversaciones con el propio Richard Serra. ¿Es posible catalogar algo como arte cuando es probable que ya no exista? No es una discusión que ataña únicamente a este caso.

De todos estos cromos colocados en la narración, resulta interesante encontrarse con el propio autor, que explica cómo fue el difícil proceso de documentación del libro y, de paso, aprovecha para resarcirse de aquellos que lo trataron mal y también para reconocer la ayuda de quien se la prestó.

En el fondo todo acaba reduciéndose a los límites del arte contemporáneo, por más señas. ¿Hasta qué punto es original una obra cuando quien la copia y data es el mismo autor? ¿Cómo construyen el mundo circundante las esculturas? Y, sobre todo, ¿es el arte contemporáneo una broma? Parece serlo cuando se nos habla de todos los colaboradores que necesita Serra (arquitectos, ingenieros, gruistas, operarios). También cuando alguien nos recuerda el peligro que tiene el traslado, colocación e incluso mantenimiento de sus esculturas, con fatales consecuencias esporádicas. Todo esto, evidentemente, produce en el espectador una sensación de extrañeza, pero al mismo tiempo incrementa la incomprensión hacia el arte contemporáneo.

En el centro de una enorme convergencia de esfuerzos, ideas, declaraciones, tiempo está el dinero. Y en ese sentido, es una llamada a meditar / reflexionar / pensar sobre la vacuidad del presente.  La escultura de Sierra, ¿era de verdad una obra maestra? Concluiremos rotundamente, no. ¿Entonces, dónde está la obra maestra? Y uno no puede evitar sonreír al responder: en el robo. 

 

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