Aerolíneas, Aeropuertos y Enfrentamiento Político

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

El pasado 6 de febrero Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, expresó en su informe anual a la Nación que era el colmo que las líneas aéreas de su país cobraran a los usuarios estadounidenses cargos extras por el uso de las salas de espera, por uso de artículos y servicios propios en el trayecto de cualquier vuelo y otros cargos que resultan excesivos. Y pidió a las compañías aéreas, a los legisladores y a la ciudadanía resolver el tema de los cargos extras en el transporte aéreo porque dicho modo de transporte es esencial en la vida americana; señaló, las partes involucradas tienen diversas responsabilidades en el tema que, si bien no es un derecho, sí es un servicio que debe proporcionarse con ecuanimidad para el disfrute de toda la sociedad.   

Casi en la misma sintonía de fechas, el presidente López Obrador le indicó a las compañías aéreas mexicanas que debían bajar sus precios ya que los boletos de avión resultaban prohibitivos, especialmente si uno quería comprarlos para viajar de inmediato. Eso lo sabemos quienes por razones de trabajo conocemos el costo de adquirir boletos en el momento de autorizarse el viaje. Me acuerdo que hace más de una década atrás, el instituto donde trabajo compró mi boleto para Ciudad Victoria en los avioncitos de Aeromar, la tarifa resultó muy semejante a otro boleto que compré días después para hacer por American Airlines el trayecto México-Chicago-Manchester en el Reino Unido. El primero, un vuelo de un par de horas, el segundo, un transatlántico con parada en los Estados Unidos que cobran una serie de impuestos por pisar la sagrada tierra de George Washington.

En términos generales siempre los boletos de avión han sido caros, pero como señalaba hace días el buen Joe, antes te ofrecían gratis -en clase turista- bebidas alcohólicas, refrescos, comida, toallas sanitizantes, libritos y crayolas para que los niños dibujaran, gorras de piloto y las azafatas se cambiaban de uniforme varias veces como sucedía en los vuelos de la colorida y ya desaparecida Braniff International. ¡Qué tiempos aquellos cuando las butacas del Jumbo 747, en primera, business y turista, parecían diseñadas por Knoll u otra compañía de tales vuelos! Ahora en la española Iberia te pueden vender un boleto transatlántico, de 14 horas viaje, sin derecho a equipaje: “¡el que quiere azul celeste, que le cueste!”, dicen los administradores de la compañía transportadora.

AMLO abundó sobre el tema y dijo, si las compañías mexicanas no bajan sus precios, ahondaremos en serio sobre el tema de los vuelos de cabotaje, porque la competencia entre compañías aéreas es saludable, la competencia incidirá en los precios y la competencia en sus diversos flancos beneficiará al consumidor: el presidente es un genuino neoliberal. Estimados lectores, el mismo fraseo se puede encontrar en los discursos del salinismo, del zedillato y en tiempos de Fox.

Los contrarios al cabotaje han señalado que las compañías extranjeras -léase de los EEUU- acabarían cooptando todo el mercado nacional. La más grande, Aeroméxico es casi de Delta y aquellos discípulos de las escuelas de la libre competencia no podrían criticar semejante medida porque en otro sector, como el de la paquetería, conviven las grandes internacionales como UPS, DHL, FEDEX y las nacionales Estafeta, las terrestres manejadas por los pulpos camioneros, entre otros ADO, Tres Guerras, etcétera. Yo, como consumidor puedo escoger por precio, servicio, accesibilidad y gusto, la compañía que se me antoje. Eso es la esencia del liberalismo en temas del comercio/transporte.              

Los que siguen oponiéndose a las reformas en el tema del aerotransporte mexicano han criticado, con razón, la multiplicidad de impuestos que están adosados a las tarifas. Ello es una realidad y un error que sucede en México, pero también en los EEUU y diversos países europeos. ¿Por qué? La razón es muy sencilla, los gobiernos nacionales están ávidos de recursos para enfrentar los gastos diarios de la administración pública. Yo me acuerdo que un día Agustín Carstens, exsecretario de Hacienda dijo que el gobierno mexicano era “adicto” a los millonarios recursos que le proporcionaba PEMEX. El ordeñamiento diario de la compañía petrolera mexicana es una de las razones, del por qué la paraestatal está endeudada millonariamente.

Pero ahora hablemos de los aeropuertos. El lejano y costoso aeropuerto canadiense Mirabel terminó por quebrar y ahora recibe carga, se renta como set cinematográfico y sus pistas se utilizan para pruebas de las carreras NASCAR. El nuevo de Estambul tiene problemas de financiamiento, a pesar de que el antiguo era funcional y grande. En el extremo opuesto está el londinense Heathrow, abarrotado y que funciona muy bien, lo mismo podría decirse de Houston que no del internacional de Los Ángeles. En cuanto al AIFA, avanza con dificultades, aunque los opositores quisieran verlo quebrar… por joder como dirían los españoles. Sigue teniendo problemas serios de conectividad que no se resolverán hasta que el metro o tren suburbano termine por conectar de forma rápida, segura y limpia dicha terminal con el centro de la Ciudad de México. Como siempre ha sucedido en México, país de Huitzilopochtli, la inauguración y funcionamiento de las obras públicas se va dando por etapas. Me acuerdo que López Portillo inauguró, con el presidente de Guatemala, el Hospital Materno del IMSS, ubicado en Avenida Río Magdalena; era el puro cascarón del edificio porque en su interior no había mayor cosa, pero con el paso del tiempo el edificio hospitalario se le equipó con todo lo necesario para funcionar y desde hace años así lo hace.  Lo mismo pasará con el AIFA, como sucede con los Segundos Pisos en la Ciudad de México u otras obras inacabadas en su momento histórico: me viene a la mente el durante décadas inacabado Circuito Interior inaugurado por el entonces regente Octavio Sentíes. El último tramo se acabó de construir en el pasado sexenio cuando por medio de un puente y un paso a desnivel (ahora les dicen deprimidos) se unió Avenida Revolución, Insurgentes a la altura del entonces cine Manacar con Río Mixcoac luego Río Churubusco. Pero para los presentistas que se rasgan las vestiduras, el AIFA está condenado…al tiempo.            

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