Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Hay una frase que adelanta el resultado del enfermo de cáncer: no hay nada qué hacer.
Se pierde toda esperanza y, difícilmente, quien escucha, la tomará con la calma suficiente como para no derramar lágrimas… aunque sea en la soledad.
Vienen a la mente los recuerdos, los buenos, los malos y los regulares. Algunos le harán sonreír. Otros lo amargarán más.
¿Qué lleva a las personas con poder científico, médico o político a decir: no hay nada qué hacer?
Tres hipótesis: que, en efecto, la enfermedad esté tan avanzada que no hay fármaco que la frente; que se haya procesado tarde y la atención recibida de última hora y, que desde el poder político se haya armado la trampa que impide frenas los efectos.
Es el caso de quienes dirigen y trabajan en el INE, en el Senado y la Cámara de Diputados, que entienden cómo llegarán los trascabos guinda para derrumbas los pisos altos de la DEMOCRACIA.
Los otros, los que obedecen ciegamente sin valorar lo que se pierde, aplauden y aprueban.
Durante una reunión con representantes de organismos civiles, el jefe político de Morena les indicó: No hay nada que hacer en el Senado.
Y para corolario de una petición imposible, se les informó: con nosotros ya está agotado el proceso formal y tendrá que ser la Corte la que decida sobre los temas”.
De la boca de Ricardo Monreal Ávila, salió el epitafio.
El mismo, en la tumba de granito, fue reiterado por los senadores Miguel Ángel Mancera y Luis David Ortiz,
Hay quienes comparten la preocupación por lo que está a la vuelta de la esquina. Y la única posibilidad de impedir que a base de pesada maquinaria y a pico y pala se destruyan los cimientos de la democracia, es dictaminar lo que hace falta, subirlo al Pleno, aprobarlo, remitirlo a la Cámara de Diputados y enseguida al Poder Ejecutivo para su publicación.
¿Por qué la prisa?
Los que respondieron que no hay nada que hacer, suponen que entre más rápido se avale toda la exigencia presidencial, más pronto llegarán las controversias y las acciones de inconstitucionalidad a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la única instancia que salvará a millones de pacientes de ser declarados con enfermedad terminal.
Es probable que la ministra presidenta agende las demandas a la brevedad. Sin embargo, hay trampa. Recordar que el que hace la ley hace la trampa, No es ocioso.
Porque las reformas al sistema electoral no entran en vigor para las dos elecciones estatales que estarán en juego este año.
Se busca reservar toda la pólvora para la reina de los comicios: la presidencial.
Y para el próximo año, los procesos en 9 estados del país, correrán la misma suerte.
Arrojar la bomba de hidrógeno a la Corte será una tarea si no imposible si extremadamente difícil, de desarmar, de impedir el estallido, de frenar la locura.
Está en juego la democracia. Y lo está el Poder Judicial de la Federación.
Se requerirá amar a la PATRIA al momento de tomar la decisión.
¿Tendrán el valor jurídico y personal de salvar a México?
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