Los Dados de Dios
NIDIA MARIN
Urgen aspirantes preparados e inteligentes. Tras la exhibición ofrecida por “las corcholatas”. No convencieron a nadie.
Están “de lágrima”, dicen quienes escucharon las mentiras, falsedades y tonterías pronunciadas con gran ceremonia en la Cámara de Diputados.
Sólo aspirantes morenos. No hay más. Como si este país estuviera constituido tan sólo por un hombre, quien pretende eternizarse en el poder, quien ordena, quien insulta, quien agrede, quien decide, quien escupe a los periodistas y a los ciudadanos, el peor en los últimos 53 años.
Y como la materia gris está supeditada, embarrada en el piso por donde pasa ya saben quién, es muy probable que los debates por venir sean el parteaguas sobre el cual se sustentarán cambios de estrategias… en algunos casos.
Eso sí, la exhibición sirvió para que todos aquellos suspirantes anoten los errores de unos, la falta de visión política de otros y las divergencias entre los cuatro seleccionados por el dedazo presidencial.
Por más piruetas que hicieron, no hay nada que resalte para favorecer a alguno porque, además, ninguno cuenta con la capacidad intelectual y oratoria de los suspirantes de otros tiempos.
Y tal como ya había ocurrido en el pasado, hoy el votante está asustado, innecesariamente y desde muy temprano (en 2021) su vida política fue partida en cuatro grandes rebanadas de un solo partido, quienes en abuso de sus facultades han hecho campaña y abandonado sus responsabilidades como funcionarios públicos. Eso sí, todos sin excepción, han utilizado los recursos públicos para promoverse.
¿Eso queremos para México? Espero que no. De ahí, que la irritación social que cunde por el país haya hecho mella en el convencimiento de los ciudadanos para su participación electoral. Cada vez son más los que están dispuestos a otorgar su voto a quien fuere menos a las corcholatas. Existe insuficiente o nulo convencimiento de la dirección que tomará el sufragio.
Y es cierto, de la misma manera que en otros tiempos, los ciudadanos transitan con la desilusión como fardo heredado del 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, sin un gobierno coherente y sin partidos que satisfagan lo que desean para México.
Cómo estará el asunto, que hay quienes apoyan fervientemente el regreso del Partido Revolucionario Institucional (aunque sin “alito”), los que desean que regrese al poder Acción Nacional y quienes siguen creyendo que la denominada izquierda (o el remedo actual) no es la solución para nuestro vapuleado país.
A su vez, los abstencionistas, a quienes les disgusta ser “objeto político”, o rechazan ser “borregos” de algún partido o tienen el pretexto que les satisface lo suficiente para no acudir a las urnas, hoy, dicen “por eso no fuimos a votar”.
Pareciera que no entienden que su voto pudo haber cambiado la muy lamentable situación que vive México ante las políticas unipersonales que se llevan a cabo y que tienen postrados a la mayoría de los sectores del país: de salud, educación, transporte (Metro en la Ciudad de México), seguridad pública, feminicidios, economía, etcétera, etcétera.
COMO SI NO FUERA
SUFICIENTE ….
Y lo decimos porque, ciertamente, en la República Mexicana la abstención denominada por los especialistas “técnica o estructural”, es decir la motivada por razones no imputables al ciudadano con derecho a voto: enfermedad, ausencia, defectos de la inscripción censal, clima, no es tan nutrida.
Sin embargo, la otra sí. La abstención “política o racional”, que los expertos señalan como “una actitud consciente de silencio o pasividad individual en el acto electoral, o sea la expresión de una determinada voluntad política de rechazo del sistema político o de la convocatoria electoral en concreto o bien de no identificación con ninguno de los líderes o los programas políticos en competencia electoral” tiene un mayor número de aglutinados.
En cuanto al otro abstencionismo “de lucha o beligerante”, que dicen los que saben “se da cuando la abstención traspasa los límites de la decisión individual para convertirse en un movimiento que promueve la inhibición participativa o abstención activa, con el objeto de hacer pública la oposición al régimen político o al sistema de partidos”, sí se presenta en las elecciones mexicanas.
También aseguran los estudiosos del tema, que es muy nutrido es el abstencionismo “apático”. Se trata de “la ley del mínimo esfuerzo unida a la falsa convicción de la escasa importancia del voto individual y a la ignorancia de las fuertes consecuencias de la abstención”.
Ha sucedido, además, en los últimos años la aplicación del abstencionismo “cívico”, el cual es “cuando el ciudadano participa en el acto electoral, pero sin pronunciarse a favor de ninguna de las opciones políticas en pugna, para lo que emite el voto en blanco”.
Y he aquí que las causas más comunes del abstencionismo son:
- a) desacuerdo y rechazo de la política gubernamental;
- b) carácter antidemocrático del sistema electoral;
- c) propuestas poco interesantes de los diferentes partidos o de sus candidatos.
- d) expresión de protesta y rebeldía ante las condiciones políticas prevalecientes. Los mexicanos padecemos lo contemplado en las letras “a”, “c” y “d”.
El asunto en México es que estamos fritos, si a todo ello se le añade lo que señalan los estudiosos del tema de que “existen indicios y muchas teorías que indican que el abstencionismo se debe a políticas nacidas en la percepción que se tiene en el pueblo sobre la política en general, en la corrupción, y en el total desagrado que se tiene en muchas esferas de la sociedad hacia los sectores políticos del país”.
ciudadanosenred. com.mx ha dicho:
“En México históricamente se han encontrado tasas de abstencionismo superiores al 40%, siendo hasta la fecha el proceso electoral de 1994, en donde hubo un menor índice de abstención (24.15%)”.
¿Cómo nos irá en 2024?
La pregunta estará en el aire hasta que pase el futuro proceso y Dios y los votos nos ayuden a que el nefasto personaje actualmente en el poder se vaya a su rancho.