Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Han transcurrido 339 días desde que Rusia inició la invasión a Ucrania y no se advierte un final en el corto plano y tampoco feliz para Vladimir Putin. El tema en cuestión es que cuando menos 12 países de la Unión Europea y Estados Unidos decidieron que en 2023 Ucrania y el “mundo libre” tiene que demostrar que defiende la democracia y la soberanía de los países del Continente Europeo. Para Estados hay más por sus intereses económicos y geopolíticos.
Lo que parece estar pasando de noche, lo mismo en el continente americano que en el asiático no el viejo mundo porque es partícipe de primera línea, es la aportación de armamento que, bien puede acortar la conflagración o alargarla en una guerra de desgaste.
La abierta asistencia bélica inició con la aportación de tanques blindados, modernos, casi indestructibles de Alemania. La imitó Noruega y más tarde España. Por supuesto, Estados Unidos se sumó a sus aliados miembros de la OTAN y de aquellos que, sin estar en el organismo, practican el ejercicio de la democracia.
Se anuncia que Finlandia, Dinamarca, República Checa, Países Bajos, Letonia, Lituania o Estonia también cooperarán con armamento artillado. Tanques y muy probablemente aviones de combate.
A Rusia la apoyan China, Corea del Norte, Irán, Siria, Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los de América y el Caribe solo lo hacen en el papel, en las declaraciones, en los foros, en las sesiones de organismos continentales.
Y aunque México no se inclina por ninguna postura, si ha manifestado su interés en crear comisiones, como la propuesta para integrarla Antonio Guterrez, el Papa Francisco y Narendra Modi para que, su caso, llamen al diálogo y lograr la pacificación, se convirtió en un punto de interés para Rusia por la vecindad y los nexos con la Unión Americana, lo que abre el espacio para que haya presencia de los invasores y aliados en territorio nacional. El presidente mexicano estaría feliz de la vida de “cooperar en la pacificación”.
La participación de tantos países en un conflicto bélico, es mala señal. La posibilidad que se advierte y no está a la vista, es el retiro de las tropas rusas de territorio ucraniano que, aunque no le guste a Putin, es una nación libre y soberana y con nexos en el mundo occidental de enorme peso.
El Kremlin ha dado muestras de mantener su invasión, porque Ucrania es territorio de la Madre Rusia. Lo fue. No lo es más. La pulverización de la Unión Soviética, a partir de la caída del Muro de Berlín, no pudo detenerla Putin y tampoco el respaldo de sus viejos aliados.
La participación de los aliados occidentales son una muestra de que buscan impedir no solamente el triunfo ruso sobre Ucrania sino frenar el expansionismo chino que, “recuperó” el Tíbet y en materia económica cruzó los mares, los montes y las planicies hasta conquistar con su producción al mismísimo imperio del capitalismo.
Es evidente que las potencias, antes dupla y hoy trío, no cederán en sus posiciones y muy probablemente la invasión se convierta en una guerra casi mundial.
Y ya se sabe que en los tiempos modernos las carabinas y las espadas dejaron de usarse en actos de guerra.
De subir de tono el conflicto, como se advierte por la presencia de los occidentales, no se puede ni se debe descartar el uso de otro tipo de armamento incluido el nuclear.
Once meses y Rusia, “uno de los ejércitos más poderosos del mundo”, no ha conseguido el triunfo. Y el reforzamiento de equipo bélico proporcionado por los aliados de la democracia, le hará más difícil su deseo.
El riesgo de una III guerra mundial, no es invento. Es realidad.
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