SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Es un hecho dictaminado que la entonces pasante de la licenciatura en Derecho por la antigua ENEP-Aragón, Yasmín Esquivel Mossa copió, reutilizó, parafraseó secciones sustantivas del texto que como tesis había presentado el alumno Edgar Ulises Báez; habría que pedirle al doctor Sheridan que investigue a su vez la tesis de Báez y seguramente encontrará, como verdad de perogrullo, que esta última también retomó información y puntos de vista jurídicos -de autores consagrados- no suficientemente citados en el cuerpo central de la tesis redactada por Edgar Ulises. Ello, como se ha visto últimamente, era una mala práctica propiciada, -acción u omisión- por la directora de tesis, la abogada Martha Rodríguez Ortiz. Pero pongámonos en el contexto histórico, cosa que no hacen los periodistas obsesionados con el presentismo.
Para los que ingresamos en la UNAM en 1980 y cuyos exámenes profesionales se verificaron entre 1985-1988, la elaboración de una tesis de licenciatura significaba una etapa engorrosa de la carrera profesional que se debía cumplir. Debo asentar y subrayar, porque ello es en la actualidad parte de mi trabajo profesional: en los libros, artículos en revistas especializadas, tesis y tesinas de los años ochenta, la forma de citar es absolutamente distinta a lo que hoy sucede. Un texto de cien páginas podría tener sesenta notas a pie y estaba dentro de la norma no escrita, ahora, las mismas cien páginas tienen tres o cuatro referencias en cada página. Hace poco leí en la revista más importante de Historia en México y publicado en los años de 1950, un magnífico texto sobre la guerra México-americana. El autor, académico consagrado en la historia decimonónica del país solamente se dignó poner 70 llamadas; “plagio” señalarían los dictaminadores y editores de las revistas científicas, bajo los cánones actuales que en el ámbito nacional e internacional rigen la publicación de semejantes productos académicos. El día de hoy, los que dirigimos tesis de licenciatura y de posgrado, les insistimos una y otra vez a los alumnos, que a los sinodales nos interesa saber de dónde se está sacando la información plasmada en el texto de la tesis y defendida oralmente en el examen profesional o de grado; pero lo mismo hace treinta años que en la actualidad, existe una reticencia entre el alumnado por citar y explicitar suficientemente sus fuentes de información. Ello sucede en las ciencias sociales que son las que conozco y por igual en universidades privadas que públicas, cojean del mismo vicio.
El otro contexto histórico es la ubicación propia del personaje, en este caso, de la entonces pasante Yasmín Esquivel, el alumno plagiado y la directora de tesis. Para la primera mitad de los años ochenta y concretamente en la Facultad de Derecho de la UNAM, la crema y nata de los alumnos escogían y estudiaban en Ciudad Universitaria. Así lo hizo el contemporáneo Enrique de la Madrid, quien llegaba muy temprano a la Fac, mientras mis amigos y yo hicimos lo propio en Filosofía y Letras, contigua a Derecho. Seguramente ni a él, ni a otros condiscípulos suyos se les ocurrió proponer irse a estudiar a los confines que significaba San Juan de Aragón, y para 1987 la joven Yasmín, estudiante de Derecho, no sabía que a la larga se convertiría en jueza de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aunque lo soñara como cualquier novel y en ciernes profesionista. Bajo esta tesitura, la susodicha tesis era el engorroso trámite descrito arriba y que debía solventarse; ella escogió el camino fácil y delinquió. Los que nos dedicamos a la investigación y con la experiencia profesional en la formación de recursos humanos, afirmamos que, en las ciencias sociales como el Derecho, la elaboración de una genuina tesis de licenciatura es esencial para la formación integral del futuro profesionista.
En la labor como director de tesis existen ciertos avisos de que la cosa no va bien y un comprometido director de tesis debe detectarlas; cuando se presentan secciones de capítulos, capítulos enteros o tesis completas, donde la redacción es tan cuidada como un Nobel de literatura. Cuando la información expuesta no corresponde a la bibliografía, hemerografía, consulta de archivos o práctica de campo que se menciona en el cuerpo central de la tesis; cuando la lectura detallada del director de tesis encuentra ideas que le suenan familiares y el alumno no puede explicarlas con suficiencia. Pero lo que no puede hacer el director de tesis, porque existe un convenio no explícito de honestidad entre las dos partes, es saber qué párrafos semejantes se encuentran en tesis elaboradas en alguna institución universitaria de provincia, en otro país y en otro continente y de quién sabe qué año de sustentación. Afortunadamente, hoy existen sistemas de antiplagio que detectan hasta las frases que coinciden con publicaciones de diversa índole, no necesariamente tesis profesionales, pero cuestan y se pagan en dólares. Vamos a ver si en los presupuestos de las universidades públicas y privadas se destinan recursos para ingresar por los sistemas antiplagio todas las tesis de pregrado y posgrado, todos los libros y revistas, todos los planos ingenieriles, arquitectónicos y propuestas de diseño que producen tales instituciones.