Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Dos opciones: renunciar de motu proprio y esperar el juicio político.
Nada fácil la decisión. Y, sin embargo, todo indicaría que optará por la segunda posibilidad.
Se había sugerido el juicio político, pero nadie se atrevía a presentar la solicitud.
Aquel que decidió renunciar porque no “soy florero”, asumió la responsabilidad.
Tendrá que pasar por el cernidor de la Cámara de Diputados para que la comisión de examen previo apruebe la acción y declare que ha lugar.
Después será el Senado que erigido en jurado de sentencia y procederá conforme a las pruebas presentadas.
El proceso es lento. Desde el iniciado en contra del actual huésped de Palacio Nacional que concluyó con el desafuero y antes, en la década de los ochenta, se aplicó a Jorge Díaz Serrano. Hay, según dados oficiales, decenas de solicitudes para juicios políticos y duermen el sueño de los justos sin que nadie ose despertarlos.
¿El solicitado por el michoacano sin bancada procederá?
El pronóstico es reservado.
El delito cometido por quien es la figura central de la petición de juicio políticos, ya prescribió, en efecto. No así la acción de ocultarlo y después armar una estrategia mediante una denuncia ante la Fiscalía General de la Ciudad de México, que solamente 6 días dictaminó que la acusada no era plagiaria sino plagiada.
El tercer interesado en el conflicto, la institución educativa mexicana una de las de mayor prestigio en América Latina, cortejó los documentos en cuestión y determinó la copia en 90 por ciento del contenido original.
Aplicando la norma de primero en tiempo, primero en derecho, habría sido el que presentó la tesis en su examen profesional, a quien el derecho le daría la razón.
Todo un enredo cuyos hilos se entrelazaron de tal manera que no se halló cómo jalarlos sin romperlos.
Hasta que después de tanto estirarlos cedieron y una parte se quedó con la tejedora y otra en manos de la persona que, por sus expresiones, odia los floreros.
El trámite inicial ya se concretó. Vienen los difíciles. Los que se consultan y en los que se corre el riesgo de que manos ajenas al proceso tomen partido, ordenen cómo resolver y llegar al final del caso.
Es probable que el intento de Germán Martínez Cázares quede en eso. ¿Y si pasa lo contrario?
Son demasiadas las voces, sin interés personal y solamente en defensa de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del gremio de la abogacía, las que se han elevado para solicitar el juicio político en contra de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, como para ignorarlas.
En el México actual, en donde se nos dice desde Palacio Nacional y dirigiéndose a los integrantes del Máximo Tribunal del país, que “no me digan que la ley es la ley”, es posible que el “poder de los poderes” frene el juicio político mediante argucias de los diputados que votarán la procedencia o no de la medida.
La solicitud del senador independiente -aunque arribó al oropelesco edificio del Senado- arropado por el color guinda, está presentada. Del resultado, nadie apostaría en uno u otro sentido, sin correr el riesgo de perder hasta la camisa.
Ya veremos la evolución y entonces sabremos, como dice el refranero, de qué cuero salen más correas. Si el de Michoacán o el de Tabasco.
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