Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Hay que reconocer el talente de los 7 ministros y 3 de las ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que renunciaron a ser súbitos de Palacio Nacional. La elección de Norma Leticia Piña como la primera presidenta del órgano colegiado en sus 197 años de vida, derrotó el intento de imposición, todavía impulsado desde la mañanera de ayer, por catapultar a Yasmín Esquivel Mossa y derribar a Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.
Horas antes de la votación que culminó con un 6 a 5 en favor de Piña y en contra de Gutiérrez, por la madrugada del lunes, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México dio a conocer el “dictamen” elaborado por los “expertos” en torno a la denuncia de la ministra Esquivel y, según los analistas locales, no hubo plagio de tesis. Todas las armas fueron disparadas desde hace 12 días para que la aspirante a presidir la Corte alcanzara el cargo mediante el control de daños y el cambio de narrativa.
En este espacio se lo escribí: lo que está en riesgo es el prestigio de dos instituciones: la UNAM y la SCJN. Aunque era notorio el desgaste de la favorita presidencial, nada estaba escrito. Y finalmente la página negra que podría insertarse en la historia de ambas instituciones, se convirtió en blanca y en ella se plasmó: el Poder Judicial de la Federación es UN PODER INDEPENDIENTE.
Después del lamentable espectáculo brindado por las “declaraciones” del “plagiario”, se esperaba la reacción de los verdaderos juristas que tienen por obligación primigenia interpretar y defender la Constitución. Si bien en los últimos cuatro años, los del ejercicio de Arturo Zaldívar, se advirtió la entrega del Poder Judicial al Ejecutivo, sus opiniones y acciones no alcanzaron para satisfacer el apetito voraz de controlar los poderes del huésped temporal de Palacio Nacional.
La Suprema Corte, el Poder Judicial en toda la acepción de la palabra, es el último valladar que no debe brincar el presidente López.
Suponía poder hacerlo y lo ratificó cuando señaló que la ministra Esquivel era la única que ayudaba la continuidad de la “transformación” y lamentó que dos de los cuatro ministros -se presume que serían Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcántara Carrancá- le hayan dado la espalda al proyecto que encabeza.
Concedamos que este episodio, que generó una polémica pocas veces observada en el relevo de quien está en la presidencia de la Corte, permitió garantizar, por lo menos los siguientes cuatro años, una justicia si no del todo imparcial sí apegada a la legalidad.
Y contra lo que pudiera pensarse, el problema subsiste con la ministra Esquivel.
Es imposible suponer siquiera que tanto en la UNAM como en la FES-Aragón, se esté evaluando arrancar la hoja de la historia escrita en miles de cuartillas -ahora serían pantallas- y aplicar el clásico carpetazo.
Lo que sigue o debería seguir, es agotar las investigaciones y llegar a conclusiones definitivas.
Si la lógica y las pruebas en manos del Comité de Ética funcionan, la decisión deberá ser retirar el título de abogada que obtuvo mañosamente la ministra en funciones.
Y como consecuencia, relevarla del cargo por no cumplir el requisito indispensable: ser abogada.
Surgirán las presiones desde Palacio Nacional. Aumentarán las amenazas y descalificaciones. Nada debe importar para llegar a la verdad.
Si esta no la derrumba el presidente como lo hizo con la histórica del caso Ayotzinapa, será necesario elegir, a propuesta presidencial, un nuevo o nueva ministra.
Resultaría una negra mancha para la UNAM, que nadie borraría, dejar las cosas como si nada hubiera pasado.
Es tiempo de mostrar que las Instituciones no se deben a los hombres que las dirigen, sino a la limpieza de sus acciones.
Esto no se acaba… aún.
Confío en ello, aunque las fuerzas del oscurantismo político de la 4t, salgan a la calla a defender lo indefendible: el fraude para titularse. Y no es cuestión personal. Es de principios.
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