IVÁN RUIZ FLORES
Los sucesos violentos ocurridos en México en el actual sexenio tienen su fondo: la confrontación entre las decenas de bandas de narcotraficantes y una pésima política gubernamental (si es que existe) para enfrentar la ilegalidad y toda la problemática derivada de la misma.
Tal y como lo dieran a conocer en 2018 profesores de la Universidad de Tamaulipas en una exhaustiva investigación realizada en dicha materia, en México y en América Latina el narcotráfico representa la principal economía criminal y el motor financiero de la criminalidad organizada que utiliza dos tipos de redes para su funcionamiento.
Unas son las encargadas de la producción, la distribución y la comercialización de las drogas, así como del lavado de dinero y la reinversión de las ganancias (señalan Ariagor Manuel Almanza Avendaño, Anel Hortensia Gómez San Luis, Diego Nahúm Guzmán González y José Alfonso Cruz Montes).
Y otras “son las responsables de la apropiación y defensa de territorios, puntos y rutas estratégicas, así como de la seguridad de los miembros; de la coerción, mediante la fuerza y el soborno, de autoridades, grupos rivales y la ciudadanía, para trasgredir la ley y realizar acciones para su beneficio (extorsión, actos terroristas, control armado o desplazamiento forzado); y de las labores de corrupción, para penetrar estructuras políticas locales, regionales o nacionales, y manipular la ley y las instituciones en favor de sus intereses (a través de la compra de votos o el acceso directo al poder público)”.
A juicio de los estudiosos, tras sus análisis, “dichas redes internas se mantienen principalmente por vínculos de “confianza”, en especial a través del parentesco y la amistad con los miembros de mayor jerarquía, pero como éstos son escasos, la corrupción permite que las organizaciones se inserten en los sistemas financieros, en las empresas privadas o en la administración pública y las fuerzas de seguridad y de procuración de justicia. Sin embargo, también disponen del uso ilegítimo de la violencia para intimidar a la ciudadanía, a grupos rivales o a las instituciones, así como para castigar a sus integrantes (Silva de Soussa 2004)”.
El asunto es que huir de la realidad mediante el consumo de drogas ha producido una crisis en diversos países productores y consumidores, ya que se considera que la cifra de nuevas sustancias psicoactivas detectadas a nivel mundial es de aproximadamente 541 sustancias, aunque la ONU considera que se ha registrado una disminución.
Sin embargo, también han surgido nuevas drogas, una de las cuales, por ejemplo, es el Fentanilo. Además, en 2021 expuso el informe anual de la Oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito que, aproximadamente, 275 millones de personas consumieron drogas en 2020 a nivel global, 22% más que en 2010.
En el Informe Mundial de Drogas 2021 se explica que la potencia del cannabis (marihuana) se ha cuadruplicado en ciertas partes del mundo durante las últimas dos décadas. Sin embargo, la proporción de adolescentes que percibe dicha droga como perjudicial se redujo hasta en un 40%.
“Esta brecha conceptual persiste a pesar de que los estudios han demostrado que el consumo de cannabis conlleva perjuicios para la salud, especialmente entre los consumidores habituales de la droga a largo plazo. Por otra parte, la mayoría de los países han informado de un aumento del consumo de cannabis durante la pandemia”, precisó el informe.
DEL COVID, EN
ADELANTE
Es, además, terrible lo que está sucediendo a partir del Covid-19. Dicha crisis está empujando a más de 100 millones de personas hacia la pobreza extrema y ha exacerbado el desempleo y las desigualdades. “Por consiguiente, los problemas de salud mental crecen en todo el mundo. Este conjunto de factores de riesgo tiene el potencial de estimular un aumento de los trastornos relacionados con el consumo de drogas”.
Y uno se pregunta: ¿aunado a la falta de planes efectivos de seguridad contra el narcotráfico y los delincuentes, los problemas derivados de la pandemia en los seres humanos estarán causando el incremento alarmante de los asesinatos en México?
Pudiera ser, pero lo que señalan los expertos de la ONU es que los cambios observados en los patrones de consumo de drogas durante la pandemia, entre ellos el aumento del consumo de cannabis y el uso no médico de sedantes farmacéuticos. También es probable que los factores socioeconómicos subyacentes contribuyan a acelerar la expansión del mercado de sustancias ilícitas.
Respecto de los narcos, precisan: “…se han recuperado rápidamente de los contratiempos iniciales causados por las restricciones y los confinamientos impuestos por la pandemia.
Agrega que hoy en día están operando de nuevo a los niveles anteriores a la pandemia, impulsados en parte por el mayor uso de la tecnología y los pagos en criptomoneda.
Y algo también muy grave: “El acceso a las drogas también se ha simplificado más que nunca a través de las ventas en línea, y los principales mercados de drogas en la red de internet oculta (también llamada web oscura) tienen hoy en día un valor estimado de 315 millones de dólares anuales. Las transacciones de drogas sin necesidad de contacto, como por ejemplo a través del correo, también están en aumento, probablemente como resultado de la pandemia”.
El futuro al respecto es incierto, pero en el informe de la ONU se precisa:
“Las drogas cuestan vidas. En una época en la que la velocidad de la información supera a menudo la velocidad de la verificación, la pandemia del COVID-19 nos ha enseñado que es crucial cortar el ruido y centrarse en los hechos, una lección que debemos tener en cuenta para proteger a las sociedades del impacto de las drogas”, expresó Ghada Waly, directora ejecutiva de la UNODC.
Pero como dijeran los investigadores de la Universidad de Tamaulipas en su trabajo: “Según(Bataillon 2015), parece que los actores del narcotráfico, con tal de tener éxito realizan cualquier acción, aun cuando trasgredan la ley, sobre todo cuando las instituciones son deficientes o ante la ausencia de ellas”.
Y, ciertamente, es una gran verdad el planteamiento de la CEPAL:
“Los problemas asociados a la producción, el tráfico y consumo de drogas en América Latina afectan la calidad de vida de la población, están ligados a formas de exclusión social y debilidad institucional, generan mayor inseguridad y violencia, y corroen la gobernabilidad en algunos países. No es de extrañar, pues, que en el contexto político internacional el tema de las drogas ha ido adquiriendo peso y presencia progresiva, y los acuerdos intergubernamentales en esta materia se extienden cada vez más”.
También son reales los sucesos derivados del consumo de drogas: “…afecta principalmente a la población juvenil y a los varones más que a las mujeres. La marihuana, seguida de la pasta base de cocaína, el crack y el clorhidrato de cocaína son las drogas ilícitas de mayor consumo en la región, generando mayores problemas en jóvenes de alta vulnerabilidad social. Según los datos que proveen los centros de tratamiento, el alcohol y el tabaco, seguidos por la marihuana, son las drogas de inicio más frecuentes de los pacientes atendidos en centros de tratamiento; pero las drogas ilícitas de mayor impacto en la salud son la cocaína, la pasta base y el crack”.