Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Cuando existe respeto la Constitución y se entiende el valor de los Poderes Públicos, la estabilidad política en los países democráticos, está garantizada, no así en donde la autocracia llega y trata de imponerse mediante el control de los otros poderes.
La aplicación de la vacancia -así se le llama al juicio político en Perú- por parte de los congresistas del país andino, frenó el golpe de estado que pretendió Pedro Castillo al suspender el Congreso y anunciar la aplicación de un “estado de excepción”. No consumó el populista presuntamente de izquierda, su acción y en cambio fue depuesto y detenido por la Policía Federal y será procesado por “inmoral y corrupto”.
El relevo de Castillo representa la caída de uno de los peones que buscaba controlar el presidente de México, por tratarse de un político cuyas acciones no respondieron a las expectativas y menos aún estaban encaminadas a la mejoría de sus habitantes.
Llama la atención que el derrumbe del otrora jefe de Estado se produjera menos de 24 horas de la caída de Cristina Fernández de Kirchner, quien es acusada por delito similar: corrupción. Solamente el fuero la mantiene en libertad, pero la justicia la condenó a 6 años de prisión y todo es posible. Vaya, que corra la misa suerte de Lula Da Silva.
El populismo de izquierda -así se identifica- en gran parte de América Latina -también los hay de derecha-, pareciera haber encontrado el muro insalvable y comienza a desmoronarse. Si bien en Brasil regresa el líder del Partido de los Trabajadores, el futuro es incierto, aunque es un hombre que sabe las necesidades de acomodarse en la globalidad.
Para algunos analistas de la geopolítica, la situación que priva en la región podría escalar en virtud de la “amenaza” que representan China y Rusia al haber volteado los ojos hacia el norte y decidir realizar inversiones que, todos los presidentes de izquierda o derecha, pero populistas, aceptan de mil amores.
Sin duda los intereses de Washington en Latinoamérica pesa y mucho y por ello los defienden frene a las decisiones de gobiernos que no respetan la democracia, evaden compromisos internacionales y llevan a cabo políticas que tienden a controles sociales y económicos no vistos en el pasado. Si bien los dictadores tuvieron su “época de oro” muchos de ellos llegaron o se mantuvieron con el aval de Estados Unidos.
Recordar la frase de Franklin Delano Roosevelt, al referirse al dictador nicaragüense Tacho Somoza: «Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta», que copió después Henry Kissinger al mencionar al segundo Somoza, también dictador. Con Slobodan Milosevic -el precedente legal inmediato del sudanés Omar al Bashir- se repitieron los problemas de adjetivación.
Por supuesto que Rusia tiene a sus dictadores y como muestra están tres: los Castro en Cuba, Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela.
Lo ocurrido con Castillo mostró que los presidentes no son dueños de los países y que cuando exceden el uso del poder, las consecuencias son terribles. Perder el cargo y ser encarcelado cuando apenas se tienen 16 meses de gobernar, seguramente implantará un récord en la región.
Si de algo sirve el relevo y la aprehensión, sería importante que en México se comenzara a respetar la Constitución y la División de Poderes.
Conocido y de sobra es que el presidente mexicano tiene la pisada muy fuerte y con ella atormenta la Constitución y la separación de poderes. La aprobación de su Plan B para reformar leyes del sistema electoral, tiene dos lectoras: la sumisión de los legisladores oficialistas y la presión que ejercerá en el Poder Judicial para que no que no las declares inconstitucionales.
Una lástima que el canciller Ebrard haya tuiteado lamentar lo ocurrido en Perú y la esperanza de que la democracia salga fortalecida. ¿Espera el regreso del peoncito?
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