Las Lecciones de la Historia

 

RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB

 

“Hemos vivido con los ojos pelones sin saber qué hacer con la democracia. De los aztecas al PRI, con esa pelota nunca hemos jugado aquí”

 

«Te ponen en el pecho la banda tricolor, te sientas en la Silla del Águila y ¡vámonos! Es como si te hubieras subido a la montaña rusa, te sueltan… y haces una mueca que se vuelve tú máscara… la Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos La República Mexicana.»

 

Carlos Fuentes, La Silla del Águila

 

“Sea gringo, gachupín o indio; a todos me los chingo.” 

 

 – Gastón N. Santos 

 

Carlos Fuentes dedicó La Silla del Águila a sus compañeros de la Generación “Medio Siglo” Facultad de Derecho de la UNAM La esperanza de un México mejor…”. Dicha generación se caracterizó por desarrollar una visión del país que fusionaba dos elementos en aparente contradicción: por un lado, un afán de ser cosmopolitas ante una realidad mundial signada por los horrores de la guerra que requería de la construcción de un orden internacional dotado de instituciones efectivas para superarlos, y, por otro, la defensa de un auténtico nacionalismo que reivindicaba con energía la actualidad de la cuestión mexicana. 

 

Para ello, se cuestionaron sobre el significado de ser mexicano, coincidentemente en un período de crisis existencial ante aquellas certezas políticas y sociales que se tambaleaban en la posguerra. Pertenecieron al movimiento políticos, intelectuales y escritores como Carlos Fuentes, Francisco López Cámara, Porfirio Muñoz Ledo, Jaime García Terrés, Enrique González Pedrero -quien fuese gobernador de Tabasco y Embajador de México en España en los ochentas, experiencia seguramente gratificante y bohemia que no supo transmitir a su discípulo político, el presidente actual de México- y Víctor Flores Olea, entre otros. Este último, quien falleciera apenas en plena pandemia, el 22 de noviembre de 2020, fue Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en los setentas; representante de México ante la UNESCO y otros organismos internacionales entre 1976 y 1982; y fundador del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) -elevado en 2015 al rango de Secretaría- en los noventas, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

 

Seguramente se preguntará usted qué hacemos yendo hacia atrás, otra vez, retrocediendo en la historia. La respuesta es simple y la hemos advertido en este espacio: en su discurso de toma de protesta, López Obrador habló de aplicar “rápido, muy rápido” sus cambios políticos y sociales para que, en caso de una derrota de la mal llamada Cuarta Transformación, a quienes vengan después “les cueste mucho trabajo dar marcha atrás a lo que ya habremos de conseguir [sic]. Como dirían los liberales del siglo XIX, los liberales mexicanos, que no sea fácil retrogradar.” Lo que resulta hoy evidente es que la dificultad en hacerlo radicará en que a este paso habrá que llegar a la prehistoria nacional, pues los “cambios” del presidente ya son una máquina del tiempo que se ha estacionado en los años de gloria de la que Vargas Llosa bautizara como la “dictadura perfecta”, la de un partido y no de un solo hombre, la priísta.

 

Su reforma electoral contempla arrebatarle al Instituto Nacional Electoral (INE) la elaboración del padrón electoral, someter a votación popular los cargos de consejeros del INE y de magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, así como la desaparición de la estructura territorial del INE, en perjuicio de las comunidades más distantes. Se trata del retorno al control de las elecciones por el partido en el poder. Punto.

 

Por la mañana bromeaba con mi señora, quien me enseñó la noticia sobre lo ocurrido al Rey Carlos, a quien un manifestante le arrojara huevos de gallina en nombre de las víctimas -cito- de la esclavitud, el colonialismo y el imperialismo británicos, blanquillos que para el joven descontento serían la única justicia [sic] para toda la gente que murió para que un hombre pudiese llevar una corona.

 

Se me ocurrió que el no muy querido Rey implemente una salida a escena, en cada presentación o acto públicos, donde salude al ritmo de Moves Like Jagger, la canción de Maroon 5 cuyo video muestra a bailarines y al propio Mick Jagger haciendo sus distintivos pasos de baile. En estos tiempos de impacto visual y de opinión pública basada en redes sociales, sus seguidores, al menos en número, crecerían exponencialmente contribuyendo, al menos de forma superficial, a su mayor aceptación.

 

Resulta además que Carlos III no es extraño a la danza contemporánea y la revista Vanity Fair desempolvó hoy un video, a propósito de una escena de la serie de Netflix The Crown, donde un joven Prince Charles baila Break-Dance durante un evento de juventudes relacionado con su fundación. La publicación desempolvó clips de Carlos bailando tango en Argentina ante un sorprendido Carlos Menem, y una danza cultural africana en Ghana.

 

No encontré en el protocolo de la monarquía inglesa una prohibición expresa a mi ocurrencia, lo que parece confirmarse con las escenas ya descritas. No obstante, la investidura, ese carácter que se adquiere con la toma de posesión de ciertos cargos o dignidades, parece ser suficiente para pensarla imposible, ridícula incluso.

 

Así debería ocurrir con la presidencia mexicana y con iniciativas como la electoral que hoy preocupa y nos ocupa.

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