Damon Galgut. La promesa. Libros del Asteroide.
Hay promesas que uno quiere cumplir y, sencillamente, las circunstancias no lo permiten. No es una cuestión de voluntad o de falta de ella. Es que muchas veces, la vida te señala otro camino y otra dirección. Las decisiones, entonces, se van aplazando y cuando quieres, ya no es tan fácil.
Es más o menos lo que nos muestra el escritor sudafricano Damon Galgut en su libro La promesa. Allí nos cuenta la historia de una familia blanca, los Swart, que vive en una granja a las afueras de Pretoria. La promesa que da título al libro es la que hizo el padre de la protagonista, Amor, a su mujer, poco antes de que esta muriese. En estricto sentido se trata de permitir que la ayudante (negra) que les ha cuidado siempre (es decir, su criada, estamos en la Sudáfrica de 1985) podrá quedarse la casa en la que vive y el terreno donde está construida. Pero habrán de pasar muchos años de tragedias y cambios en el país y en el seno de la familia Swart para que tal promesa pueda llegar siquiera a considerarse.
A través de la historia de la familia y sus miembros, vamos siguiendo los acontecimientos más dramáticos y relevantes de la historia reciente de Sudáfrica: la guerra de los Arbustos, los disturbios en los barrios segregados, la llegada a la presidencia de Nelson Mandela y el fin del Apartheid, la increíble y épica final de la Copa del Mundo de Rugby de la que tanto se habló en libro de John Carlin. El ambiente allí es teñido de esperanza, enorme, como enorme será la desilusión con el futuro. La misma esperanza y desilusión que marcará a la familia Swart, pues todas las familias son infelices a su manera.
La promesa es una demostración espectacular de cómo puede una novela hacernos ver y pensar. Y lo cierto es que, una vez que como lector has entrado en ese mundo, ya no puedes apartarte de el. Por tanto, la clave de la novela se encuentra en la voz narrativa, una audaz tercera persona que en manos de Galgut se convierte en un permanente despliegue de sorpresas. Hay algo irresistible en el manejo que el escritor sudafricano logra de esta criatura, una especie de nosotros y/o ellos coral, una suerte de colectividad implacable e insobornable, respondona, poética, desmitificadora, épica, diáfana y a la vez complejísima que no solo sostiene la armazón de la obra desde la perspectiva de la forma, sino que introduce en la narración un ritmo que obra prodigios. Y en medio de ese terremoto de la historia, la tenacidad de una niña, Amor, dos veces herida en su infancia: la primera, a los 6 años, por un rayo; la segunda, a los 13, por la muerte de su madre, Rachel. Dos heridas que Amor revive a cada instante de su vida, la primera por lo que tuvo de milagroso sobrevivir a ella, la segunda por la orfandad sin límites que instaló en sus días. Allí opera, como vórtice del drama, el punto de fuga entre lo íntimo y lo colectivo, lo privado y lo público.
Pero sobre todas las cosas, la novela es una metáfora muy poderosa, que muestra la compasión humana: una mujer que en su agonía otorga la posesión de un bien al otro, a la paria, a la innombrable, a la inhumana, a la proscrita. Es una huella imborrable en la memoria de su hija. En medio, la vida: el desmoronamiento de una sangre y a la reinvención de una tierra.
Esta novela sería solo una exhibición de destreza si no estuviera al servicio de una historia a la altura. Es el impacto emocional y el envite ético de fondo los que acaban por convertir La promesa en una pieza mayor, de profunda, urgente literatura. Que la disfruten.
Esta novela recibió, en 2021, el premio Booker, el más célebre de la literatura en inglés.