En el Horizonte la Nueva Versión de su Alteza Serenísima

NIDIA MARÍN

México ha tenido cuatro presidentes con el apellido López. El primero, Antonio López de Santana, de lo peorcito que ha parido el país; Adolfo López Mateos, más o menos buen mandatario; José López Portillo, de lágrima (guau, guau, dijo el peso mexicano) y el actual… juzgue usted, por favor siempre en cash.

Es inevitable. En México siempre existirá aquel que logra la Silla del Águila vía la corrupción, pero también (a veces en una misma emisión de persona) el empoderado que pretenderá permanecer en el envidiado asiento al ceder el trono a su pupilo o pupila. Parece un cuento de nunca acabar.

Desde la Constitución de Apatzingán ya se luchaba contra la eternización en el poder. Sí, hace 208 años que se batallaba por un régimen republicano con división de poderes.

Posteriormente, surgirían las primeras autoridades electorales. Quedaron asentadas en las constituciones de 1812 y 1814. 

Se establecía que antes de iniciar el proceso de votación en los tres niveles de elección (parroquia, partido y provincia), el presidente de la mesa directiva debía preguntar a los presentes si conocía de un caso de soborno o de cohecho para que la votación favorezca a determinada persona, “de ser el caso, en forma verbal se presentará de inmediato la denuncia, que será valorada por la mesa, privándose de voto activo y pasivo al infractor o, de ser así, al difamador. Esta decisión no permite recurso alguno”.

Si hoy existiera este requisito, difícilmente se salvarían algunos, los menos, de los partidos representados en el Congreso de la Unión y en los congresos locales. Hoy, con el soberano del cash, simplemente se confirma lo que ya se sabía, se presumía o se ventiló, no sólo sobre la empoderada familia, sino de todos aquellos que les entregaron el oro y el moro a manos llenas, sean delincuentes o…

Por nuestras tierras siempre ha existido lo bueno, lo regular y lo peor, sobre todo para gobernar.

Desde los años 40’s del siglo XIX, ya había en México autoridades electorales, las cuales con el tiempo se fueron transformando, a veces para bien y en otras ocasiones no tanto. 

Dice la historia que, tras la firma de la paz con Estados Unidos en 1848, un López (De Santa Anna) muy fogueado (10 veces presidente y esta era la número 11 y… última ¡Ufff!) regresó a gobernar el país en 1853 y ya en el colmo de la locura de poder exigió que lo nombraran “alteza serenísima”. 

Y se graduó como dictador, así que, en contra de sus arbitrariedades se elaboró el Plan de Ayutla y se estableció el Plan de Tacubaya, un nuevo gobierno y una Constitución liberal.

Pero ese López no sería el último dictador, aunque sí del siglo XIX. Posteriormente llegaría Porfirio Díaz, que acaparó el final de la siguiente centuria, de 1876 a 1880 y de 1884 hasta ser derrocado en 1911.

Y es entonces cuando se establece el principio de No Reelección y se regula el régimen de partidos políticos.

Pero correría la sangre, abundarían los muertos con  la Revolución Mexicana y el 1 de diciembre de 1916 se reunió el Congreso Constituyente mediante convocatoria a elecciones expedida por Venustiano Carranza. Para el 5 de febrero del año siguiente se promulgó la nueva Constitución, vigente hasta la actualidad (con sus asegunes y cientos de modificaciones)

También arribó el periodo de 1929 a 1934 más conocido como el “maximato”, en el cual Plutarco Elías Calles ejerció su domino como jefe máximo de los revolucionarios mexicanos y de lo que sería el PRI.

Hoy, casi, casi la Silla del Águila expulsa al actual ocupante (en cash, pero hasta con tachuelas en el asiento), mientras la pregunta viaja por la República: ¿el López de nuestros pecados pretenderá poner en marcha un nuevo Maximato? ¿Se perfilará como su Alteza Serenísima del siglo XXI?

Esa posibilidad ya la barajan por todo el país, al considerar a sus corcholatas simplemente tapaderas. Sí, “taparle el ojo al macho” como se dice en provincia y continuar con el poder tras el trono.

De ahí que a nadie extrañe la intención de dar jaque mate a las autoridades electorales, para que todo transcurra “ad hoc” a las decisiones palaciegas.

Y la corrupción actual, que no necesariamente tiene que ser en “cash”, según datos de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI), “es considerada uno de los problemas más importantes que el país enfrenta en la actualidad. El 55% de las y los encuestados mencionó este fenómeno, y el 53% a la pobreza como dos de los peores problemas del país. Un porcentaje un poco menor (50%) mencionó el desempleo y la inseguridad”.

Además, en cuanto a la percepción sobre la extensión y frecuencia de la corrupción, en comparación con el gobierno anterior, casi el 60% de las personas encuestadas dijo que la corrupción ha aumentado o se ha mantenido igual de alta. 

El asunto de ésta, la corrupción, apesta, sea en cash (en efectivo), cheques, transferencias bancarias, domiciliaciones de pago, tarjetas o… en especie.

La pregunta es: ¿el más reciente de la camada pretenderá otro López por seis años…?

No hay que olvidar que recientemente en Xalapa aparecieron leyendas en unas bardas, donde se leía: “Que siga López Obrador, Estamos Agusto”.

Y de ahí… otra pregunta: ¿qué hicimos para merecer este castigo?

 

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