Los Intocables

Punto de Vista

Por Jesús Michel Narváez

Desde hace 50 años, el periodismo en México giró la brújula.

Dejó de ser el profeta de la alabanza. Dio el paso necesario para hacer válida la libertad de expresión. Ocurrió después de los trágicos hechos de Tlatelolco. El cambio llegó quizá por el remordimiento del nuevo gobernante. Si así fuere, al final de la jornada la PRENSA ES LIBRE.

Antes de 1970, en aquellos lejanos tiempos, en los diarios influyentes de esta Ciudad y que tenían miles de lectores en todo el país -Excélsior y EL Universal primordialmente-, se practicaba la política de conservar a los intocables.

La orden era clara: Nada contra el Presidente de la República. Nada en contra del secretario de Gobernación. Nada que desdibuje al Ejército. Nada que irrite al secretario de Hacienda y, NADA, así con mayúscula, contra la Virgen de Guadalupe.

El cambio comenzó y no aún no termina.

Sin embargo, los otrora intocables dejaron de serlo.

Ya para la tercera parte de la década de los 70ts, se cuestionaba al presidente Luis Echeverría. Ya se escribía y publicaban opiniones sobre el “ejército asesino”. Era el tiempo en que se decía que las “finanzas se manejan en Palacio Nacional” -una frase cierta, porque en el ala norte está la Secretaría de Hacienda- aunque la intención era otra. Mostrar la concentración de poder.

Los militares, a quienes no se les tocaba ni con el pétalo de una rosa, se volvieron notica de primera plana. Lo mismo los secretarios de Gobernación que, al final de Mario Moya Palencia, perdieron poder y les arrebataron el escudo que los cubría. La única que hasta ahora es intocable, es la Guadalupana.

Hoy en día, al parecer se teje el nuevo vestuario de los “intocables”. 

Desde la protección presidencial, se desenvuelven personajes que son objeto de críticas sustentadas y sin llegar a las acusaciones, porque los periodistas y los medios no son ministerios públicos, se revelan actos de deshonestidad, corrupción, prevaricación, impunidad.

Mencionar al secretario de la Defensa Nacional como alguien que se niega a cumplir con una citación en la Cámara de Diputados es, desde la reducida óptica del “libertador”, un acto de “politiquería”. EL Jefe del Ejecutivo tiene confianza personal en el militar de más alto rango en activo. Falta claridad para entender que el Poder Legislativo tiene la facultad de llamar a cualquier servidor público con responsabilidad de responsable de alguna cartera de los gabinetes legal y ampliado. Y los convocados deben asistir, salvo por responsabilidad de última hora o problemas de salud.

El general secretario se negó a acudir a una cita para informar, en comisiones -de Seguridad y Defensa, entre otras- las consecuencias del hackeo efectuado por el colectivo Guacamaya. Sin embargo, canceló su asistencia por el texto “irrespetuoso” de “un diputado” con el que se dirigió al titular de la Densa Nacional. Bueno, eso dijo el secretario de Gobernación.

Como el actuar del Chapulín Colorado, en la sede principal del verde olivo, no contaban con la astucia de los legisladores, en este caso, de Jorge Álvarez Maynez, coordinador de la veintena de diputados de MC.

La petición, dirigida a los presidentes de la Junta de Coordinación Política y de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, señala: conforme al reglamento de la Cámara de Diputados, “se convoque a una comparecencia pública al C. Luis Crescencio Sandoval, Secretario de la Defensa Nacional, dentro del Pleno de la H. Cámara de Diputados”.

Ya no será una reunión privada. ¡Será pública!

Sin demérito de su alto rango militar, ante la Ley todos somos iguales. Lo dice la Constitución. Por tanto, tendrá que asistir a explicar públicamente lo que se negó a hacer en privado.

Y el presidente podrá decir misa, burlarse de las oposiciones, pedirles que se calmen, que el Pasiflorine -así lo dijo- y el te de tila son tranquilizantes. Y que es politiquería la convocatoria. Lo cierto es que el militar tendrá que acudir. Claro, si Morena y los aliados impiden la comparecencia, se mostrará quién manda… al diablo las instituciones.

¿Qué de grave puede ser comentar, en privado, lo ocurrido con el hackeo?

Los militares ya no son intocables.

Eso parece no entenderse en Palacio Nacional, en donde radica temporalmente el “comandante supremo de las fuerzas armadas mexicanas”.

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