- Los que Malinterpretan a Maquiavelo, se Equivocan
- Un Príncipe del Siglo XXI Debe ser Respetado, no Amado
- Respetar la Ley, es Fundamental Para Quien Gobierne
Respeto y Temor
Un Príncipe del Siglo XXI Debe ser Respetado, no Amado
La Aplicación Laxa de la ley Desde el Gobierno es Desgobierno
EZEQUIEL GAYTÁN
La dupla respeto-temor es una circunstancia aplicable a muchos pasajes de la vida. Así tenemos que puede aplicarse en la relación padre-hijo, maestro-alumno o Estado-ciudadano. Incluso la encontramos en la relación teológica Dios-hombre. De ahí que el respeto es producto de reglas de operación de convivencia social que nos imponen desde la infancia nuestros padres, la escuela, la sociedad y la ley coercitiva. Más aún, reproducimos esas reglas cívicas de origen ético a fin de que el pacto entre nosotros permita armonía, desarrollo y calidad de vida. Consecuentemente el respeto se robustece ante la autoridad cuando ésta es fruto de legalidad y la legitimidad. Por su parte, el temor es una emoción primaria y un sentimiento importante en el desarrollo humano y necesario en la convivencia social, pues nos ayuda a intuir, detectar y en su caso huir de peligros, riesgos y amenazas. El temor es sociológicamente adaptativo y por lo mismo forma parte del temperamento y del carácter de las personas. En otras palabras, podemos encontrar casos de temor ante un delincuente o ante una autoridad. Lo que nos dice que el temor es cultural y evolutivo.
Por lo anterior, en el ámbito de lo jurídico-político la relación respeto-temor es una regla no escrita de conveniencia que se materializa en la autoridad cuyo deber ser es la garantía de la certidumbre de que no habrá discrecionalidad, ni ambigüedad en la operación de las reglas del Estado en materia de convivencia social, política y administrativa.
La autoridad es la referencia a instituciones y personas o servidores públicos investidos de legalidad que, por principio, nos deben respetar, así como a la ley. En caso de no hacerlo, los ciudadanos podemos acudir a las comisiones de Derechos Humanos y hacer escuchar nuestra voz al amparo del Derecho. En el caso de que seamos los ciudadanos quienes no respetemos la ley, la autoridad tiene el derecho de castigarnos con multas, sanciones e incluso arrestarnos y perder nuestra libertad. Por eso la dupla respeto-temor está investida de autoridad legal, legitima e incluso moral.
El respeto a la autoridad -que se hace respetar- desencadena la cultura de la legalidad y nos envolvemos en el Estado de Derecho. Por eso el gobierno de un Estado democrático es el producto de un contrato social y de un proceso electoral en el que la mayoría votó y se manifestó por un determinado partido político y sus candidatos. Ahí nace la confianza de la relación. Si por algún motivo un individuo quebranta la ley debe ser castigado porque un principio del Derecho es su parte coercitiva. Si un gobierno es omiso en la aplicación de la ley lo que engendra es un ambiente de impunidad, corrupción y temor en la sociedad, pues queda claro que la autoridad no trabaja para nosotros. La aplicación laxa, sesgada o parcial de la ley desde el gobierno desembocará en desgobierno.
En lo personal prefiero un gobierno que aplique la ley con todo su rigor que uno que no lo hace por razones ideológicas, partidistas, económicas o coyunturales. Lo sostengo porque sí actúa en consecuencia será respetado por todas las partes. Tirios y troyanos sabrán a que atenerse con un Estado que actúa apegado a Derecho, pues junto con la confianza y la certidumbre fortalecerá la vida institucional de una nación. En caso contrario las destruirá sumiéndonos en el caos.
A decir de Nicolás Maquiavelo un príncipe debe ser más temido que amado. Dicha tesis ha sido motivo de miles de análisis. El mío es que un príncipe del siglo XXI debe entender que más que ser amado, debe ser respetado y el respeto se obtiene cuando se actúa con mano firme, prudencia y apegado al derecho. Más que infundir temor y proceder brutalmente, lo que le corresponde es comportarse de manera humana y predecible jurídicamente hablando. Lo que no se debe confundir es la mano firme con la mano dura y mucho menos la mano firme con la mano blanda. Un gobierno blando es aquel que hace de la ley algo discrecional de aplicarse. Por ese camino acabará sin ser respetado y mucho menos temido.
La actual administración parece obstinada en ser amada por sus subvenciones, obras caritativas y programas sociales asistenciales, pues eso le da votos, pero no lo hace a fin de ganarse el respeto institucional, sino personal. El presidente mexicano es jefe de Estado, jefe de gobierno, jefe de las fuerzas armadas e incluso líder moral de su partido, pero no personifica al Estado, lo representa. Por lo mismo, debe ser respetado y temido. Pero nuestro primer mandatario quiere ser amado como en la Florencia renacentista. Un príncipe moderno debe infundir el respeto por su autoridad inmutable de apego al Derecho, debe ser temido por su actitud entera de respeto a la confianza social, debe ser inconmovible por su rectitud institucional y debe ser impasible por su dedicación a dar resultados en el gobierno. La dupla respeto-temor es la síntesis de asumir la responsabilidad jurídica, ética, histórica, social y administrativa en la conducción de una nación.